Lo acontecido en reciente domingo, en ocasión del partido clásico, parece haber sucedido en un país donde no existe autoridad.
Desde la primera asunción del Frente Amplio al gobierno, tanto la delincuencia, como la violencia en el deporte, han sido catalogadas como consecuencia de una estigmatización a una parte de la sociedad. Se justifica tanto el delinquir, como la agresión en un espectáculo deportivo, por personas que fueron marginadas, consecuencia de malos gobiernos, crisis económicas y dictadura mediante.
Esto ha dado lugar a que el gobierno actúe en forma permisiva, demostrándole a estos delincuentes que se los tratará con mano blanda. Esto se ve cada vez que la policía debe actuar, tanto combatiendo la delincuencia, como a los violentos en los partidos de fútbol. En el caso de la delincuencia lo vemos cuando la policía en operativos realizados en barrios periféricos, debe abandonar el lugar, pues es agredida con piedras por menores y mujeres, o mediante armas de alto poder, por narcotraficantes.
En el caso de los espectáculos deportivos se dan dos situaciones: o no intervienen y permiten que pase de todo, o de lo contrario lo hacen, pero después retroceden y son escoltados para salir, por los capos de las barras bravas. Estas actitudes lo único que provocan es que los violentos tomen más fuerza, pues se consideran impunes.
Lo incomprensible del Ministerio del Interior, es que en el caso del fútbol, pretenden pasarle la responsabilidad a los dirigentes de los equipos, cuando quien tiene la obligación de mantener el orden, sea donde sea, es la policía, así lo establece la Constitución de la República. Con ese criterio mañana en un espectáculo musical, se produce un desorden, también vamos a responsabilizar al organizador. Si permitimos que la seguridad dentro de los espectáculos la manejen los privados, va a suceder lo que ya ha ocurrido, que alguien se pasa de la raya y los patovicas lo matan a golpes. En algunos casos han resultado lesionadas personas inocentes. Lamentablemente durante estos quince años de gobierno la policía ha sido humillada ante la ciudadanía, se le ha quitado poder pues se la considera, conjuntamente con las fuerzas armadas, como brazo ejecutor de la dictadura que imperó en nuestro país. Muy pocos ciudadanos la respetan pues constantemente vemos como se los insulta, se los agrede e incluso cuando alguno mata a un delincuente, los familiares de este, se enteran donde vive y van a amenazar a la familia.
Hasta que el Frente Amplio no se saque de la cabeza que a veces no hay más remedio que emplear la fuerza para imponer el orden y que a su vez los jueces sean menos tolerantes, esto va a ir in crescendo y se va a volver incontrolable.
Con todo esto de por medio, no nos asombremos cuando un policía ve que se comete un delito y mira para otro lado, total no tiene el respaldo que se merece.
Carlos Asecas

|