Edición Nro. 2053 - Punta del Este / Uruguay
enfoques 2 de febrero de 2018
 
 
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Michael S. Castleton
Competir o morir

Nadie puede discutir que el mundo ha cambiado. Nadie podrá discutir que esos cambios se acentuarán y acelerarán  en el futuro. El ingenio humano y la tecnología son así, avanzan en forma geométrica.
Esto nos afecta en Uruguay por más que aquí, en el sur profundo todo sucede con un retraso de quince días, o más.
Es así que hoy nuestra economía ya no es una isla. Estamos enchufados e insertados a los inevitables ciclos económicos que afectan a todo el planeta. Es así que cuando tantos vaticinaban nefastas crisis para nuestro país, algunos pudimos predecir enlentecimientos sin duda pero nada de crisis terminales o semi terminales para nuestra pequeña economía.
Ya pasaron esos tiempos cuando el mundo crecía al 4% anual y Uruguay decrecía en los mismos términos. A Dios y a los economistas liberales gracias.
Esto no deja de ser positivo en tantísimos aspectos. Todos ellos sintetizados en que ya no somos una peculiar republiqueta del sur profundo sino un jugador, menor es cierto, pero jugador al fin en el flujo de comercio y de las relaciones económicas que rigen el planeta. Donde hay comercio hay paz y prosperidad porque en general no hay tiempo ni ganas de andar guerreando ni los países tienen necesidad de matarse unos a otros. Muy distinto, por suerte a otros tiempos cuando Alemania por citar un ejemplo,  podía mandar sus cañoneras a cobrar deudas de repúblicas soberanas como lo era Venezuela.
Todo lo anterior es cierto pero trae una condición ineludible y del cual nadie, ningún país, ninguna economía más o menos funcional se escapa. Para sobrevivir hay que competir.
Para competir  en el comercio internacional se necesitan  muchas cosas, quizás las más importante una clase de gente preparada, innovadora y dispuesta a tomar riesgos. No menos importante sin embargo es que en el país se den las condiciones necesarias para que estos empresarios innovadores puedan existir y prosperar. De lo contrario buscan optimizar el rendimiento de su capital mayor, su intelecto y se van donde  son bien recibidos y cuidados como lo que son, los verdaderos motores de la prosperidad de un país. Google, Apple, Microsoft, Silicon Valley o la zona del pacifico Noroeste de los EE.UU. no son casualidad. Son fruto de una cultura que crece y se retro alimenta y sigue creciendo sin límites a la vista. Esto genera la verdadera prosperidad de la sociedad del conocimiento que es pieza y parte  del mundo que vivimos y que se nos viene.
Con esto tan sencillo en mente es tristísimo, es lamentable y parte el corazón ver la crisis intelectual en que vive nuestro país. Pareciera que los que nos desgobiernan vivieran en la post revolución industrial debatiéndose entre las igualmente desacreditadas teorías de Karl Marx o de John Maynard Keynes. Es así que tenemos un estado paquidérmico y pantagruélico en su apetito fiscal. Es así     que tenemos un estado carísimo que no devuelve ni remotamente en servicios de calidad razonable lo que nos quita en impuestos.
Peor, es así que tenemos una sociedad que en alguna medida es estado céntrica dependiendo no su esfuerzo personal, menos de su ingenio y menos aún de su creatividad para inventar negocios o más importante generar puestos de trabajo legítimos.
En efecto, así estamos donde estamos. Con un país estancado, con un déficit presupuestal de más del 5% del PBI y con una presión impositiva de las más altas del continente, quizás solamente superada por Brasil, donde de todas maneras nadie le hace demasiado caso las demandas impositivas del gobierno.
Uruguay esta desgobernado por gente que entre otros muchos errores parecen sostener por un lado que el consumo interno trae prosperidad cuando lo inverso es lo cierto. La prosperidad trae consumo y segundo que no tiene idea de cómo diferenciar entre gasto e inversión.
Es así que vemos que tenemos un Ministerio de Asuntos Sociales que tira plata sin ton ni son logrando nada más que dependientes de la beneficencia estatal, que no contribuyen nada ni a nuestra sociedad ni a nuestra economía.
No podemos seguir así in eternum. No podemos seguir expoliando a los pocos que producen para mantener una manga de vagos y mal vivientes. Mas grave a un ,no podemos seguir exportando la materia prima que nos podría sacar de nuestro estancamiento, el pienso de nuestros jóvenes que a fuerza de lucha y sacrificio logran formarse en nuestra paupérrimo sistema educacional.
El futuro de Uruguay  está básicamente en tres áreas. El sector primario, los innovadores y en menor grado el turismo.
No hay más perros que el chocolate. Esto es así.
Lo que es seguro que con gobiernos neo-marxistas, populistas congelados con sus ideologías en el tiempo nunca llegaremos a desarrollar verdaderamente estos sectores.
Peor, menos lo haremos mientras estemos en esta infernal noria de exceso de gasto, excesivos impuestos inflación y deuda usada para financiar un modelo económico intrínsecamente inviable.
Lo que pide a gritos una buena parte de la población es romper ese anillo de hierro. Subir los salarios sin duda alguna pero con recursos genuinos, derogar la obligatoriedad de la mal parida ley de inclusión financiera y que cada uno decida cómo y cuándo disponer de su dinero. Dejar de engañarnos con las tarifas públicas que hoy no son más que impuestos disfrazados para financiar una política económica absurda que inevitablemente, de no cambiar de rumbo nos llevara a la opresión e igualmente en forma inevitable a la inestabilidad política.
El país vive un estado de desasosiego como no se ve desde los años sesenta. Todos sabemos el resultado final de ese triste proceso. Los movimientos en campaña no son más que el inicio o la muestra si se quiere de ese desasosiego, de fines y consecuencias imprevisibles.
De alguna manera debemos romper este anillo de hierro de gasto absurdo, deuda ridícula, expoliación impositiva para financiar a lo anterior y mientras, la gallina, todos los orientales, pedimos agua por señas.
Uruguay debe volver al camino del sentido común en su gestión en todas las áreas, proteger sin duda a los más necesitados pero por sobre todas las cosas y para poder hacer lo anterior fomentar las condiciones para que podamos competir en el mundo.
Nunca lo podremos hacer realmente con los impuestos que pagamos, con las tarifas más altas del continente, con una fuerza laboral que conoce más derechos que obligaciones  y fundamentalmente con un sistema educacional que produce abundancia de mediocres letrados y escasamente pocos pero buenos técnicos que son lo que precisamos.
La gran mayoría de estos dramas no son exclusivamente culpa del Frente Amplio.
Lo que sí es culpa de esta gente es querer seguir sus perimidas cuestiones ideológicas que no han traído más que el desbarajuste en que estamos.
Contra eso nos rebelamos los orientales. Contra eso nos rebelaremos hasta que logremos que el país cambie de rumbo.
No hay otra, el futuro del país de nuestros hijos y nietos está en juego.
No es poca cosa. Hay orden de no aflojar.
Sabremos cumplir.




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