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RETIRATE, NO ME TIZNES, por Ricardo Garzón
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| Retirate, no me tiznes |
La calentura de Mujica, cuando la todopoderosa banca mundial entendió oportuno difundir que la venta de marihuana en las farmacias constituía una iniciativa inaplicable para las reglas que rigen el comercio de las drogas en el mercado internacional, no tuvo otra consecuencia que las derivadas de las amenazas recíprocas que se lanzan al voleo los parroquianos de boliche cuando se pasan de copas. Siesta mediante, para los mal bebidos, aquí no ha pasado nada y sirva la vuelta.
Ni se trancó el Parlamento ni se va a trancar, aunque sigan cerrando las farmacias que comercializan marihuana en todo el país, apremiadas y amenazadas por los bancos.
Entre bueyes no hay cornadas, y ya veremos si Lucía Topolansky -que otrora mandaba gente al otro mundo- asume o no la vicepresidencia de la república. Así, con minúscula, en estas horas aciagas del devenir nacional, en las cuales el remedio en vista será peor que la enfermedad.
Los errores y horrores internos en que incurrió la administración Mujica, con su controvertida consorte a cuestas, se suman y multiplican imparables, dejando al descubierto el desacierto de haber promovido a Sendic a la vicepresidencia de la república, baraja que arreglaron de antemano los tupamaros para seguir en el candelero durante la presidencia de Vázquez.
Asqueados de la política y de la porquería entronizada por el voto en el Palacio Legislativo, y de la comparación inevitable con representaciones parlamentarias de otros tiempos, en que hasta la izquierda lucía, -Emilio Frugoni, Rodney Arismendi, José Luis Massera, Jaime Pérez y algunos otros-, llegamos al término de la segunda década del siglo con la peor representación popular, irrepresentable, que haya concebido y conocido el país en toda su existencia.
Los gobernantes de la época se repartieron el botín, (léase la república); dilapidaron los dineros públicos, y en esta puesta en escena “discepoliana”, que luce doctores y ladrones, contadores y asesinos, Biblia y calefón, se acabó la plata en un país que alberga más de 700 mil uruguayos en condiciones de pobreza extrema e indigencia, diseminados en asentamientos suburbanos que no paran de integrarse y crecer a lo largo y ancho de los 187 mil quilómetros cuadrados del territorio nacional.
“Del árbol caído todos hacen leña”, razón por la cual hemos entendido oportuno no profundizar, y dejar que otros se ocupen de Sendic. No entrar en juicios de valor que maximicen o minimicen la compra de un colchón, un perfume en el free shop, o un juego de botones en el London París, cuando está en evidencia que su dilatada y espantosa gestión al frente de ANCAP aparejó haber fundido hasta sus raíces un ente monopólico que registra ingresos diarios multimillonarios en todo el país por la comercialización de combustibles, con la ventaja suprema de que no tiene competidores de ninguna naturaleza dentro de fronteras.
Es bueno, pues, mirarse el ombligo antes de arrojar la primera piedra. Desde esta columna promovemos que tomen estado público minucioso los gastos de las tarjetas corporativas de todos los integrantes del gobierno, parlamentarios y directores de servicios descentralizados y entes autónomos afines. También los gastos y viáticos sorprendentes de centenares de ediles, ministros, senadores y diputados, siempre dispuestos a integrar misiones oficiales que recorren el mundo, a ejemplo y semejanza de las visitas imprudentes, inoportunas y dispendiosas que ha realizado el titular del Poder Ejecutivo porque sí, sin ningún resultado que beneficie al país, fuera del país.
Como peludo de regalo cayó Vázquez en la Alemania de Merkel, recogiendo la ciudadanía información tendenciosa y triunfalista en resultados de la gran prensa uruguaya, subordinada como mascota a los compromisos (pautas publicitarias y avisos de los organismos estatales), que la limitan y cómo en las esferas superiores de gobierno, entes autónomos y organismos del Estado.
Escasa o nula difusión de las estériles y gravosas giras presidenciales, donde no se denuncia por razones bastardas e inconfesables el imponente despilfarro de los dineros públicos, recursos que pertenecen a una población uruguaya letalmente empobrecida y desangrada.
Sacada de la cueva la mulita, (los políticos de todos los partidos) la sorpresa por el monto del gasto será mayúscula y dará razón al refrán centenario que ilumina el mea culpa colectivo: “retirate, no me tiznes”, como dicen que le dijo la cacerola de la impunidad en que se cobija el poder político uruguayo, a la sartén ennegrecida en que se cocinó Sendic.
Ricardo Garzón |
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