Debo confesar que pensé que me había equivocado, cuando en El País del día 20 de mayo,  leí palabras del Vicepresidente de la República, refiriéndose al futuro proyecto de ley de medios. En dicha declaraciones aseveraba que, de ninguna manera, se iba a ver afectado el derecho a la libertad de expresión del pensamiento.
A partir de ahí aguardamos la remisión por el Poder Ejecutivo de dicho proyecto al Parlamento. Producido esto, nos dispusimos leerlo, cosa que hicimos. Cuando arribamos al final de los más de 180 artículos del proyecto, nos planteamos una serie de hipótesis. Una que no leí el mismo proyecto que leyó el Vicepresidente, otra que él no lo leyó, sino que de buena fe le pidió a algún asesor que lo hiciera y le brindara una síntesis del proyecto, creo entonces que debería cambiar de asesor. Otra que preguntó a quien lo había redactado o al ministro del ramo y bueno, no sé con qué intenciones, pero le faltaron a la verdad.
Lo que sí es cierto que el proyecto regula los contenidos y hasta un grado extremo con una casuística inusitada. Lamento decirle, Sr. Vicepresidente, que el proyecto que han remitido al Parlamento y que luce en la página web de Presidencia, afecta y compromete y vaya en qué forma la libertad de expresión del pensamiento. Solo hay que tomarse el trabajo de releer en forma tranquila y serena los artículos que la componen para llegar a dicha conclusión.
Establece controles y límites para lo que se puede mostrar y decir de 6 de la mañana a las 21. Todo en aras de supuestamente “proteger” los derechos de menores y adolescentes, como se puede apreciar en el art. 31, hasta llegarse a afirmar, en el artículo 59, que los servicios de comunicación audiovisual constituyen un elemento estratégico para el desarrollo nacional. Esto último me recuerda, ¿saben a qué?: a la doctrina de la seguridad nacional, donde todo era estratégico y estaba supeditado al desarrollo nacional; creo que acá se les fue la mano o tal vez le pidieron a alguno de los que viven en el establecimiento de Punta de Rieles que se lo redactaran.
Se crea un Consejo de Comunicación Audiovisual además de subsistir la URSEC, limitada ahora a aspectos técnicos. Este Consejo conjuntamente con la Comisión Honoraria Asesora de los Servicios de Comunicación Audiovisual serán los grandes fiscalizadores o mejor los grandes inquisidores en materia de contenidos de comunicaciones audiovisuales.
En el artículo 32, por ejemplo, se prohíbe la publicidad que trasmita que el consumo de un producto aporta características especiales a quien lo consume. Acá dije adiós a Popeye y sus espinacas, y a Alejandro Vascolet, o a Pilán y su vaso de leche. Algún malintencionado capitalista los habrá creado, que ahora el Estado que nos cuida salvará a los chicos.
Se introduce también, indebidamente sobre los contenidos, cuando obliga a tener un porcentaje mínimo de producción nacional en la grilla de programación, dando por supuesto que aquello de origen nacional es bueno e imponiendo un limite mínimo que tal vez no se pueda alcanzar aun con buenas propuestas. Se establece un límite mínimo despreciando que pueda haber realizaciones extranjeras de excelente nivel y calidad pero que por ser extranjeras queden relegadas por invadir ese mínimo destinado a la producción local.
Otra novedad que nos trae el proyecto es el Obusman, el cual dentro de sus múltiples funciones, no encuentra la de proteger la libertad a la libre expresión del pensamiento. Habla de derechos de personas usuarios y consumidores en lo que hace a la ley y a sus derechos y obligaciones. Pero repito, en ningún momento está dentro de sus funciones ni siquiera en forma residual, la de proteger la libertad de libre expresión del pensamiento. Se delega no ya al Poder Ejecutivo sino al Instituto Nacional de Derechos Humanos y Defensoría del Pueblo establecer los cometidos y atribuciones del Obusman. Esto es inaceptable y me atrevo a decir inconstitucional.
La ley comienza bien y termina mal. Da  la impresión que se llegó en un momento al fin de su redacción y luego otra persona la tomó y le vino el arranque censor e incluyó una serie de limitaciones inconcebibles. Creo que mucho se tendrá que trabajar en el Parlamento para mejorar este proyecto.

La intendenta comunista Ana Olivera, prepara el lanzamiento del " TURISMO CLOACAL". Esta insólita idea seguramente está inspirada en el "camino tupamaro" de los años 60 y 70, cuando transitaban de cloaca en cloaca. 
Mientras la intendenta comunista intenta llevar a la gente debajo de la ciudad, en las noches montevideanas, cada vez más oscuras, se siente la respiración de la ciudad. Es como un enorme animal que se retuerce, se encarama en los montes y se queja con gritos sordos y amenazantes.
Con la luz del día, miramos cómo los ranchos crecen y crecen cada vez más, como hongos que se tambalean. Mientras tanto, la ciudad humea, repleta de vehículos detenidos en interminables colas que no llegan a ninguna parte. Hay violencia, insultos, discursos. Y ahora la señora que "detenta" el cargo de Intendente nos mira desde arriba del palacio municipal, y como un alma especial y superior intenta con su brillante inteligencia llevarnos a las cloacas.
No se ha dado cuanta la señora que la ciudad es una hembra perforada de humedades, huecos y misteriosas cavernas, que amenaza con devorarnos y arrastrarnos a una cloaca. Todos los días desaparece algún auto en los abismos de asfalto que se abren de pronto en cualquier calle sin necesidad de trasladarse a una cloaca.
La ciudad se desdobla en sus esquinas más oscuras. Es allí donde habitan los malabaristas que juegan en los semáforos, los ni-ni acuclillados que extienden sus desoladas manos, los niños que duermen en cartones, los indigentes de ojos desorbitados que nos interrogan como ángeles caídos. También hay esquinas habitadas de monstruos. Seres tenebrosos que roban, matan y vagan por la ciudad, perseguidos por las drogas.
Y sobre todo están las cloacas, que son el espejo de la Intendencia comunista. Las que tragan incautos que pisan sus tapas rotas. Innumerables cuerpos que caen y se atascan en las fétidas cloacas bajo las calles sin necesidad de un tour turístico.
Sólo algunas personas sobreviven. Amoratados y mutilados, los sobrevivientes de las cloacas municipales a veces emergen de las profundidades, aterrorizados. Se les reconoce por su andar incierto y porque vagan como fantasmas por la ciudad, mirando siempre el piso, esquivando rejillas y tapas de acero, sin levantar jamás la vista de la acera, no sea cosa que la perversa ineficiencia municipal los devore nuevamente.
El otro día tropecé con uno de estos seres. Recién salido de un hueco, se me acercó cojeando y chorreando pestilencia. Me contó que nadie lo escuchó gritar. Que se creyó en el infierno y compartió los suspiros, llantos y gritos de otros montevideanos condenados a sufrir la perversidad municipal. También oyó las palabras de dolor, insultos, bramidos de ira y lejanas voces de la gente en las calles. Vio al fantasma de Dante, que lo ayudó a salir. Y ahora que está afuera, ya no está muy seguro de si desea vivir arriba o abajo de las cloacas.