Edición Nro. 2280 - Punta del Este / Uruguay
enfoques 7 de octubre de 2022
 
 
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MÁS ALLÁ DEL RÍO DE LA PLATA - ENFOQUES COMPARTIDOS f
Enrique Guillermo Avogadro
¿Ya murió la Argentina?
  • “Quien lucha puede perder; quien no lucha, ya perdió”. Bertolt Brecht
La guerra (negada) que se libró en nuestro país en las décadas de los 60’s y 70’s costó demasiado dolor, sangre y muerte. El 25 de mayo de 1973, cuando Héctor Cámpora asumió la Presidencia y liberó a los terroristas condenados por la Justicia por sus delitos presuntamente políticos, los guerrilleros tomaron oficinas públicas, empresas y medios de comunicación. La “historia oficial” se niega a reconocer que ERP y Montoneros, que justificaban sus acciones en la resistencia a la opresión de los gobiernos militares, continuaron con sus acciones terroristas después del triunfo de Juan Perón con el 62% de los votos; por el contrario, el Frente de Todos sigue calificando a esos asesinos como “jóvenes idealistas”.
Como dijo Enrique Cadícamo, la historia vuelve a repetirse. En Villa Mascardi se vivió esta semana algo similar cuando una banda de terroristas pseudo-mapuches, que desconocen la soberanía nacional y pretenden arrebatar su territorio con la complicidad y protección del Gobierno, atacó a tiros un puesto de Gendarmería y al retirarse sus ocupantes, que tienen prohibido responder a las agresiones, lo quemaron; al día siguiente, usurpó más propiedades privadas y viviendas que previamente había destruido. Y digo que se trata de algo comparable porque el jefe de Montoneros, Mario Firmenich, amenazó con una guerra civil y en el sur están operando Roberto Perdía y Fernando Vaca Narvaja, sus segundos, que reivindicaron recientemente el accionar guerrillero durante los 70’s y trabajan de consuno con las FARC colombianas, la RAM chilena, el Sendero Luminoso peruano y “asesores” castro-chavistas.
Mientras tanto, la conducción trotskista del Sindicato del Neumático tomó el Ministerio del Trabajo, bloqueó el ingreso de trabajadores a las plantas y, al producir un faltante monumental de ese fundamental insumo generó, en cascada, la paralización de las fábricas de automóviles y maquinaria agrícola; las patotas de Camioneros, que ya habían cometido idénticos delitos en empresas de todo tipo, invadieron una transportadora en Avellaneda y golpearon a su propietario y al personal; los piqueteros, una vez más, acamparon en la Avda. 9 de Julio y cortaron rutas en todo el país; los estudiantes secundarios capitalinos, organizados en “El Acostazo”, que se referencia en Axel Kiciloff, ocuparon los colegios e impidieron asistir a clases a los demás; los “trabajadores de la educación”, también kirchneristas, concretaron huelgas salvajes en la Capital Federal; los asesinatos en Rosario, producidos por la batalla entre narcotraficantes, enlutan a la población y baten diariamente records insoportables; las barrabravas, aliadas del poder, continúan ensangrentando al fútbol y convierten los eventos deportivos en verdaderas batallas campales.
El kirchnerismo finge olvidar que Perón, por cadena nacional, el 20 de enero de 1974, dijo: “Ya no se trata sólo de un grupo de delincuentes, sino de una organización que, actuando con objetivos y dirección foráneos, ataca al Estado y a sus instituciones como medio de quebrantar la unidad del pueblo argentino y provocar un caos … Aniquilar cuanto antes el terrorismo criminal es una tarea que compete a todos …, lo que nos obliga perentoriamente a movilizarnos en su defensa y empeñarnos decididamente en la lucha a que dé lugar”, Y no era para menos, ya que el día anterior el ERP había atacado el Regimiento de Caballería Blindada 10, de Azul, matado a su jefe, el Cnel. Camilo Gay, y a su mujer, y secuestrado al subjefe, el Tte.Cnel. Jorge Ibarzábal, a quien torturó y, diez meses después, asesinó.
En la economía, por supuesto, tampoco la llegada de Sergio “el Aceitoso” Massa al Ministerio de Economía trajo buenas noticias: la inflación sigue su rápido curso ascendente, la deuda pública y sus intereses alcanzan ya niveles ridículos, siguen faltando los dólares indispensables para pagar las importaciones más esenciales para la producción, la recesión parece cercana, y muchos salarios registrados no permiten superar la línea de pobreza, que ya afecta a más de diecisiete millones de compatriotas.
La corrupción permea en los tres poderes del Gobierno y en las policías, compinches todos de los grandes cárteles de la droga, y la geografía nacional muestra la completa y cómplice abdicación del Estado en el monopolio de la violencia y en el cumplimiento de sus roles indelegables, lo cual hace que la anomia y el “sálvese quien pueda” avancen en un país que ha perdido su entramado social y expulsa a sus mejores y más preparados ciudadanos, mientras promueve la inmigración de los menos instruidos y más pobres de los países vecinos, que se amontonan en tierras usurpadas, transformadas en villas de emergencia de todos los conurbanos argentinos.
Las fuerzas armadas, carentes de medios materiales y pauperizadas hasta la inanición por ideologizados y sucesivos gobiernos populistas, acompañados por el inmoral silencio de una sociedad cobarde e hipócrita, se ven impedidas de cumplir con las más mínimas tareas de vigilancia y defensa nacional. La injusta persecución y la denegación de los más elementales derechos humanos que, con la esencial colaboración de asesinos togados, sufren quienes combatieron contra esta misma guerrilla en su edición anterior, hará que sus actuales miembros lo piensen muy bien antes de obedecer órdenes de represión que surjan de un decreto presidencial (como el que firmó Italo Luder en 1975) o, inclusive, de leyes del vergonzoso Congreso, que no dudó en derogarlas cuando los vientos políticos cambiaron, como ocurrió a partir de 2003 con las de “punto final” y “obediencia debida” o con la “re-interpretación” del beneficio del “2x1” en contra de sus antiguos camaradas. Y lo mismo sucederá en las fuerzas de seguridad, a cuyos integrantes nadie respalda y son procesados cuando actúan en sus funciones específicas, como sucede en el sur.
Este escenario de disgregación nacional y fuerte indignación social, que se enmarca en la renovada y dura interna del oficialismo y los imparables ataques del Poder Ejecutivo al Judicial en pos de la impunidad de Cristina Fernández, justifica la pregunta que da título de esta nota. Porque tampoco será fácil para la oposición (si no pierde la ventaja que hoy registran todas las encuestas por su ombliguismo y sus innobles rencillas personales) si llega al poder, desarmar tantas trampas que acechan en el futuro, en especial porque las elecciones, cualquiera fuera su resultado, no cambiarán demasiado la composición del Senado. Y allí estarán esperando nuevamente el kichnerismo y sus aliados trotskistas para intentar impedir los cambios necesarios, tirar toneladas de piedras e incendiar el país a su paso.



ADVERTENCIA: Los artículos periodísticos firmados son de la exclusiva responsabilidad de sus autores. La Dirección.



Marcha San Lorenzo
Cayetano Silva
  • La consigna era simple: comentar qué importancia tiene la muerte de la reina Elizabeth II y cuál es el vínculo con nuestro país.

Las respuestas fueron variopintas y conocidas: lo increíble de la vigencia de la monarquía en pleno siglo XXI, la impronta personal de la monarca más longeva de Gran Bretaña, las diversas influencias inglesas en la conformación del Uruguay, desde la educación al ferrocarril, pasando por los frigoríficos y el culto a los deportes con el fútbol a la cabeza. Hubo quienes desacreditaron la discusión como tal, increpando la frivolidad que rodeaba a las exequias fúnebres de la corona, cuando hay problemas más importantes y urgentes en el mundo y en nuestra realidad local.
En medio de todas esas conocidas posturas alguien dice al pasar:“Un uruguayo compuso la música con la que asumió Elizabeth II y con la que asumirá su hijo”. Silencio. ¿Cómo un dato así puede ser desconocido para la inmensa mayoría? Ahí empieza una de las tareas fascinantes del periodismo: corroborar, llamar a colegas, googlear, comparar datos, volver a chequear, desechar o confirmar la información. Ir descubriendo e hilvanando una historia apasionante.
Cayetano Alberto Silva nació en San Carlos, Maldonado, el 7 de agosto de 1868. Era afrodescendiente. El apellido no es del padre ni de la madre, sino de la familia que tenía como esclava a Natalia, que lo dio a luz allí. Empezó a estudiar música de pequeño con Francisco Rinaldi y a los 11 años se fue a Montevideo. Ingresó en la escuela de artes y oficios donde aprendió taquigrafía. En paralelo estudió corno, violín, pistón y solfeo con Gerardo Grasso. Deambuló por teatros, revueltas obreras e ingresó después al Ejército como parte de la Banda Militar. Luego emigró a Argentina, primero a Buenos Aires y luego a Rosario, donde se casó con Filomena Santanelli y tuvo ocho hijos. Murió pobre y desconocido en 1920, con apenas 51 años. La policía de Santa Fe le negó sepultura en el Panteón municipal por ser negro. Su tumba no tenía nombre. Volvamos un segundo para atrás.
En 1901 Cayetano compuso una marcha militar en honor al Coronel Pablo Riccheri, ministro de Guerra argentino, quien agradeció el homenaje pero pidió que se le cambiara el título por Marcha de San Lorenzo, en honor a una de las batallas protagonizadas por San Martín. Un año después, se convirtió en la marcha oficial del Ejército argentino. Seis años después un amigo de Cayetano Silva, Carlos Benielli, le agregaría la letra que la haría famosa en todas las escuelas del país vecino hasta el día de hoy.
En esos mismos años hay un hecho clave: Cayetano vende los derechos de su música, según algunos a la casa Breyer de Alemania, según otros a un editor bonaerense. En lo que no quedan dudas es que la venta fue insignificante y se debió a apremios económicos del músico para mantener a su familia. Los nuevos dueños presentan la música al concurso de piezas para la asunción del rey de Inglaterra George V. Ganan el certamen. Se ejecuta bajo el nombre de Marcha de la Victoria el 22 de junio de 1911, y desde entonces se transforma en la marcha oficial de la asunción de la realeza británica. Así fue con George VI, Elizabeth II y su hijo Charles III (Se ejecutaba también durante los cambios de guardia del Palacio de Buckingham, hasta que se inició la Guerra de las Malvinas). Por si ya no fuera increíble la historia, hay todavía más.
En 1910 Argentina autoriza a Alemania el uso de esa marcha, que sería ejecutada 30 años después cuando el Ejército nazi desfilaba por las calles de la ciudad de París conquistada. Y no solo. El ejército aliado, de la mano de Eisenhower, la vuelve a tocar a los cuatro años en la misma ciudad luego de derrotar a los alemanes. Ejecutar nuevamente esa música era un modo de desagravio. Como si la música compuesta por el compatriota, fuera la banda sonora de la Segunda Guerra Mundial.
Más allá de estos hechos históricos puntuales, la Marcha de San Lorenzo-Marcha de la Victoria está considerada una de las cinco partituras militares más importantes de toda la historia. Una charla sobre la muerte de la reina más longeva termina en la historia de un uruguayo hijo de esclavos, nacido en la villa de San Carlos y muerto pobre en Argentina luego de escribir una pieza musical histórica. Entre el funeral más pomposo en Inglaterra y una tumba sin nombre, hay un hilo directo, que es una partitura escrita originalmente para violín.
En 1997 se hicieron gestiones para trasladar los restos de Cayetano al Cementerio Municipal de Venado Tuerto en Santa Fe, donde se le dio nueva sepultura. La Banda Municipal del lugar se llama hoy Cayetano A. Silva. Hay allí un museo en su memoria. En Montevideo, una calle en el Paso de las Duranas del Municipio G lleva su nombre. Del Paso de las Duranas a la abadía de Westminster en un santiamén.
La historia de Cayetano Silva tiene otras aristas fascinantes: su pasaje como músico en el Teatro Colón, su amistad con Florencio Sánchez y sus composiciones para obras de teatro; la fundación de un centro lírico para la Sociedad Italiana de Venado Tuerto; su ingreso a la Policía santafesina para aumentar sus ingresos; su traslado a Mendoza donde fundó la Banda de Música del Cuerpo de Bomberos; la creación de una agrupación en 1900 para salir en Carnaval. Y por supuesto la composición de otras marchas.
¿Qué nos dice de Uruguay una historia así? Es una pregunta cuya respuesta no debería ser meramente histórica, en el sentido de recolección de datos como memoria. Debería Suscribite apuntar sobre la vigencia de un país que genera condiciones para la formación, incluso para un hijo de esclavos alejado de la capital. Hoy que estamos inmersos en debates sobre educación, hoy que discutimos el peligro de las bases de convivencia de nuestra democracia, hoy que Argentina nos parece una tierra tan alejada y extraña; la peripecia vital de Cayetano Alberto Silva suena como una bocanada de esperanza.
Claro que uno puede también interpretar la otra parte: el olvido de estas historias; la segregación de la que fue objeto por su color de piel; sus problemas económicos por los que malvendió su obra y nunca cobró regalías; la incapacidad de Uruguay para retenerlo como músico. No niego que haya argumentos para este tipo de enfoques, pero el hecho político más importante es el otro: tenemos en nuestro acervo cultural talentos como el de Cayetano Alberto Silva, que a pesar de todos los contratiempos, florecen y crean. Hay que cuidar y contar estas historias para que contagien otras. Hacerlo es un gesto cívico relevante. Además, es un hecho de justicia, tan significativo como la detención del custodio personal del presidente de la República, con la aceptación de todas las partes de la legitimidad del proceso. Eso es Uruguay también.
Facundo Ponce de León. (Búsqueda)

 

Después del ruido
(Por Julio María Sanguinetti) Los últimos días el país ha sido sacudido por el impacto informativo del procesamiento del Jefe de la Custodia Presidencial.

Ha sido un episodio sorpresivo y particularmente mortificante para el Presidente. En torno a Alejandro Astesiano había rumores que le llevaron a pedir dos veces sus antecedentes al Ministerio del Interior. La información no revelaba ningún procesamiento como el que más tarde apareció y había sido ocultado. Era un hombre de confianza que había estado cerca de la familia desde el gobierno del Dr. Lacalle Herrera. A la luz de los acontecimientos está claro que fue un error mantenerlo en esa cercanía. El Presidente hizo fe y esa confianza fue defraudada. Sobró buena fe pero faltó prudencia.
Un error es un error y no otra cosa. Asumimos que es importante por la cercanía con el Presidente, pero esa situación nos lleva también a la certeza de la salud institucional de nuestra República. A la comprobación incuestionable de la transparencia.
El protagonista del nefasto episodio fue investigado por la Dirección de Inteligencia del Ministerio del Interior, servicio subordinado al Poder Ejecutivo. No obstante, ni ese servicio ni la fiscal a la que se le dio cuenta de la situación, alertaron al Presidente. Este fue el primer sorprendido y ello nos permite preguntar en cuántos países puede ocurrir algo así. Nadie interfirió en la labor de quien estaba cumpliendo con su deber. No hubiera sido irregular que hubieran dado cuenta a sus superiores. No lo hicieron y esa independencia funcional honra a la Policía y al Estado de Derecho.
El episodio ha adquirido particular resonancia por vincularse con el otorgamiento de pasaportes basados en documentos falsos vinculados a ciudadanos rusos. Desgraciadamente, algunos legisladores del Frente Amplio han intentado afectar el sólido prestigio de nuestro país hablando, hacia el exterior, de graves daños a nuestra reputación. No es nuevo: en los últimos meses se han dedicado, en episodios diversos, a tratar de herir al país abusando de la ignorancia que de nuestra realidad suela haber en el periodismo y algunos organismos internacionales. Es muy triste comprobar ese empeño en dañar. Lo hemos visto en recientes episodios, por ejemplo cuando la elección de la Institución Nacional de Derechos Humanos o el referéndum de la LUC. El prestigio nacional es un patrimonio colectivo que todos debemos cuidar al extremo. Los debates internos, los cuestionamientos, son propios de la vida política, pero esa insistencia de trasladar al exterior presuntas situaciones de inexistentes riesgos institucionales, merecen la mayor condenación.
En cuanto al señor Presidente y su custodia, pensamos que es algo imprescindible que funcione con eficacia. Felizmente en el Uruguay los ex Presidentes podemos caminar por la calle tranquilos. Hay vigilancia en nuestras casas, como es natural, porque muy malo para el clima de seguridad sería advertir que se registraran en ese ámbito agresiones o invasiones. El Presidente en ejercicio, sin embargo, está en otra posición. No tiene el derecho a asumir los riesgos personales que podemos tener cualquier ciudadano. Él es la máxima jerarquía del país. Posee un enorme valor simbólico y no puede estar expuesto a la agresión violenta o aún al manoseo irritante de algún iracundo que procure ridiculizarlo. Entendemos el sentimiento de nuestro Presidente. Lo viví en su momento y si hoy disfruto de una libertad que no tenía entonces, con más razón reitero la obligación de la prudencia.
Dos caras entonces en el episodio penoso: el bochornoso del servidor público que hiere sus deberes; el enaltecedor de una institucionalidad que revalida la ejemplaridad de la democracia uruguaya. (Nota que se comparte con Correo de los Viernes)



 



 

 
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