Edición Nro. 2280 - Punta del Este / Uruguay
enfoques 7 de octubre de 2022
 
 
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'Hackers' pueden tener acceso a los datos de los usuarios de WhatsApp

CubaSí. El cocreador de Telegram, Pável Dúrov, advirtió este jueves que los piratas informáticos podrían tener acceso completo a los teléfonos de los usuarios de WhatsApp debido a una falla de seguridad en la aplicación descubierta la semana pasada.
"Todo lo que un pirata informático tenía que hacer para controlar tu móvil era enviarte un video malicioso o iniciar una videollamada contigo en WhatsApp", escribió Dúrov en su canal de Telegram.
Asimismo, observó que tener la aplicación actualizada no asegura que el usuario esté fuera de peligro, ya que problemas similares se detectaron en años anteriores. "Cada año nos enteramos de algún problema en WhatsApp que pone en riesgo todo en los dispositivos de sus usuarios. Lo que significa que es casi seguro que ya existe una nueva falla de seguridad", afirmó, destacando que tales fallas no son accidentales.
"Son 'puertas traseras' plantadas. Si se descubre una puerta trasera y es necesario eliminarla, se agrega otra", explicó. En informática, una puerta trasera es una vulnerabilidad de seguridad que permite penetrar en un sistema sin ser detectado.
"No importa si eres la persona más rica del mundo: si tienes WhatsApp instalado en tu teléfono, se puede acceder a todos los datos de todas las aplicaciones de tu dispositivo", observó. "Puedes usar cualquier aplicación de mensajería que desees, pero mantente alejado de WhatsApp: ha sido una herramienta de vigilancia durante 13 años", agregó.




ADVERTENCIA: Los artículos periodísticos firmados son de la exclusiva responsabilidad de sus autores. La Dirección.



Marcha San Lorenzo
Cayetano Silva
  • La consigna era simple: comentar qué importancia tiene la muerte de la reina Elizabeth II y cuál es el vínculo con nuestro país.

Las respuestas fueron variopintas y conocidas: lo increíble de la vigencia de la monarquía en pleno siglo XXI, la impronta personal de la monarca más longeva de Gran Bretaña, las diversas influencias inglesas en la conformación del Uruguay, desde la educación al ferrocarril, pasando por los frigoríficos y el culto a los deportes con el fútbol a la cabeza. Hubo quienes desacreditaron la discusión como tal, increpando la frivolidad que rodeaba a las exequias fúnebres de la corona, cuando hay problemas más importantes y urgentes en el mundo y en nuestra realidad local.
En medio de todas esas conocidas posturas alguien dice al pasar:“Un uruguayo compuso la música con la que asumió Elizabeth II y con la que asumirá su hijo”. Silencio. ¿Cómo un dato así puede ser desconocido para la inmensa mayoría? Ahí empieza una de las tareas fascinantes del periodismo: corroborar, llamar a colegas, googlear, comparar datos, volver a chequear, desechar o confirmar la información. Ir descubriendo e hilvanando una historia apasionante.
Cayetano Alberto Silva nació en San Carlos, Maldonado, el 7 de agosto de 1868. Era afrodescendiente. El apellido no es del padre ni de la madre, sino de la familia que tenía como esclava a Natalia, que lo dio a luz allí. Empezó a estudiar música de pequeño con Francisco Rinaldi y a los 11 años se fue a Montevideo. Ingresó en la escuela de artes y oficios donde aprendió taquigrafía. En paralelo estudió corno, violín, pistón y solfeo con Gerardo Grasso. Deambuló por teatros, revueltas obreras e ingresó después al Ejército como parte de la Banda Militar. Luego emigró a Argentina, primero a Buenos Aires y luego a Rosario, donde se casó con Filomena Santanelli y tuvo ocho hijos. Murió pobre y desconocido en 1920, con apenas 51 años. La policía de Santa Fe le negó sepultura en el Panteón municipal por ser negro. Su tumba no tenía nombre. Volvamos un segundo para atrás.
En 1901 Cayetano compuso una marcha militar en honor al Coronel Pablo Riccheri, ministro de Guerra argentino, quien agradeció el homenaje pero pidió que se le cambiara el título por Marcha de San Lorenzo, en honor a una de las batallas protagonizadas por San Martín. Un año después, se convirtió en la marcha oficial del Ejército argentino. Seis años después un amigo de Cayetano Silva, Carlos Benielli, le agregaría la letra que la haría famosa en todas las escuelas del país vecino hasta el día de hoy.
En esos mismos años hay un hecho clave: Cayetano vende los derechos de su música, según algunos a la casa Breyer de Alemania, según otros a un editor bonaerense. En lo que no quedan dudas es que la venta fue insignificante y se debió a apremios económicos del músico para mantener a su familia. Los nuevos dueños presentan la música al concurso de piezas para la asunción del rey de Inglaterra George V. Ganan el certamen. Se ejecuta bajo el nombre de Marcha de la Victoria el 22 de junio de 1911, y desde entonces se transforma en la marcha oficial de la asunción de la realeza británica. Así fue con George VI, Elizabeth II y su hijo Charles III (Se ejecutaba también durante los cambios de guardia del Palacio de Buckingham, hasta que se inició la Guerra de las Malvinas). Por si ya no fuera increíble la historia, hay todavía más.
En 1910 Argentina autoriza a Alemania el uso de esa marcha, que sería ejecutada 30 años después cuando el Ejército nazi desfilaba por las calles de la ciudad de París conquistada. Y no solo. El ejército aliado, de la mano de Eisenhower, la vuelve a tocar a los cuatro años en la misma ciudad luego de derrotar a los alemanes. Ejecutar nuevamente esa música era un modo de desagravio. Como si la música compuesta por el compatriota, fuera la banda sonora de la Segunda Guerra Mundial.
Más allá de estos hechos históricos puntuales, la Marcha de San Lorenzo-Marcha de la Victoria está considerada una de las cinco partituras militares más importantes de toda la historia. Una charla sobre la muerte de la reina más longeva termina en la historia de un uruguayo hijo de esclavos, nacido en la villa de San Carlos y muerto pobre en Argentina luego de escribir una pieza musical histórica. Entre el funeral más pomposo en Inglaterra y una tumba sin nombre, hay un hilo directo, que es una partitura escrita originalmente para violín.
En 1997 se hicieron gestiones para trasladar los restos de Cayetano al Cementerio Municipal de Venado Tuerto en Santa Fe, donde se le dio nueva sepultura. La Banda Municipal del lugar se llama hoy Cayetano A. Silva. Hay allí un museo en su memoria. En Montevideo, una calle en el Paso de las Duranas del Municipio G lleva su nombre. Del Paso de las Duranas a la abadía de Westminster en un santiamén.
La historia de Cayetano Silva tiene otras aristas fascinantes: su pasaje como músico en el Teatro Colón, su amistad con Florencio Sánchez y sus composiciones para obras de teatro; la fundación de un centro lírico para la Sociedad Italiana de Venado Tuerto; su ingreso a la Policía santafesina para aumentar sus ingresos; su traslado a Mendoza donde fundó la Banda de Música del Cuerpo de Bomberos; la creación de una agrupación en 1900 para salir en Carnaval. Y por supuesto la composición de otras marchas.
¿Qué nos dice de Uruguay una historia así? Es una pregunta cuya respuesta no debería ser meramente histórica, en el sentido de recolección de datos como memoria. Debería Suscribite apuntar sobre la vigencia de un país que genera condiciones para la formación, incluso para un hijo de esclavos alejado de la capital. Hoy que estamos inmersos en debates sobre educación, hoy que discutimos el peligro de las bases de convivencia de nuestra democracia, hoy que Argentina nos parece una tierra tan alejada y extraña; la peripecia vital de Cayetano Alberto Silva suena como una bocanada de esperanza.
Claro que uno puede también interpretar la otra parte: el olvido de estas historias; la segregación de la que fue objeto por su color de piel; sus problemas económicos por los que malvendió su obra y nunca cobró regalías; la incapacidad de Uruguay para retenerlo como músico. No niego que haya argumentos para este tipo de enfoques, pero el hecho político más importante es el otro: tenemos en nuestro acervo cultural talentos como el de Cayetano Alberto Silva, que a pesar de todos los contratiempos, florecen y crean. Hay que cuidar y contar estas historias para que contagien otras. Hacerlo es un gesto cívico relevante. Además, es un hecho de justicia, tan significativo como la detención del custodio personal del presidente de la República, con la aceptación de todas las partes de la legitimidad del proceso. Eso es Uruguay también.
Facundo Ponce de León. (Búsqueda)

 

Después del ruido
(Por Julio María Sanguinetti) Los últimos días el país ha sido sacudido por el impacto informativo del procesamiento del Jefe de la Custodia Presidencial.

Ha sido un episodio sorpresivo y particularmente mortificante para el Presidente. En torno a Alejandro Astesiano había rumores que le llevaron a pedir dos veces sus antecedentes al Ministerio del Interior. La información no revelaba ningún procesamiento como el que más tarde apareció y había sido ocultado. Era un hombre de confianza que había estado cerca de la familia desde el gobierno del Dr. Lacalle Herrera. A la luz de los acontecimientos está claro que fue un error mantenerlo en esa cercanía. El Presidente hizo fe y esa confianza fue defraudada. Sobró buena fe pero faltó prudencia.
Un error es un error y no otra cosa. Asumimos que es importante por la cercanía con el Presidente, pero esa situación nos lleva también a la certeza de la salud institucional de nuestra República. A la comprobación incuestionable de la transparencia.
El protagonista del nefasto episodio fue investigado por la Dirección de Inteligencia del Ministerio del Interior, servicio subordinado al Poder Ejecutivo. No obstante, ni ese servicio ni la fiscal a la que se le dio cuenta de la situación, alertaron al Presidente. Este fue el primer sorprendido y ello nos permite preguntar en cuántos países puede ocurrir algo así. Nadie interfirió en la labor de quien estaba cumpliendo con su deber. No hubiera sido irregular que hubieran dado cuenta a sus superiores. No lo hicieron y esa independencia funcional honra a la Policía y al Estado de Derecho.
El episodio ha adquirido particular resonancia por vincularse con el otorgamiento de pasaportes basados en documentos falsos vinculados a ciudadanos rusos. Desgraciadamente, algunos legisladores del Frente Amplio han intentado afectar el sólido prestigio de nuestro país hablando, hacia el exterior, de graves daños a nuestra reputación. No es nuevo: en los últimos meses se han dedicado, en episodios diversos, a tratar de herir al país abusando de la ignorancia que de nuestra realidad suela haber en el periodismo y algunos organismos internacionales. Es muy triste comprobar ese empeño en dañar. Lo hemos visto en recientes episodios, por ejemplo cuando la elección de la Institución Nacional de Derechos Humanos o el referéndum de la LUC. El prestigio nacional es un patrimonio colectivo que todos debemos cuidar al extremo. Los debates internos, los cuestionamientos, son propios de la vida política, pero esa insistencia de trasladar al exterior presuntas situaciones de inexistentes riesgos institucionales, merecen la mayor condenación.
En cuanto al señor Presidente y su custodia, pensamos que es algo imprescindible que funcione con eficacia. Felizmente en el Uruguay los ex Presidentes podemos caminar por la calle tranquilos. Hay vigilancia en nuestras casas, como es natural, porque muy malo para el clima de seguridad sería advertir que se registraran en ese ámbito agresiones o invasiones. El Presidente en ejercicio, sin embargo, está en otra posición. No tiene el derecho a asumir los riesgos personales que podemos tener cualquier ciudadano. Él es la máxima jerarquía del país. Posee un enorme valor simbólico y no puede estar expuesto a la agresión violenta o aún al manoseo irritante de algún iracundo que procure ridiculizarlo. Entendemos el sentimiento de nuestro Presidente. Lo viví en su momento y si hoy disfruto de una libertad que no tenía entonces, con más razón reitero la obligación de la prudencia.
Dos caras entonces en el episodio penoso: el bochornoso del servidor público que hiere sus deberes; el enaltecedor de una institucionalidad que revalida la ejemplaridad de la democracia uruguaya. (Nota que se comparte con Correo de los Viernes)



 



 

 
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