Edición Nro. 2254 - Punta del Este / Uruguay
enfoques 1 de abril de 2022
 
 
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Enrique Guillermo Avogadro
Penosa emergencia democrática
  • “Si la guardia roja de la corrección política aún no te ha tratado de fascista, tienes que empezar a dudar de tu libertad de pensamiento”. Roger Scruton

A cuarenta y seis años del comienzo del Proceso, la izquierda y La Cámpora realizaron sendos actos de recordación; invocaron como siempre, una parcial y tergiversada Memoria, una falseada Verdad y una inexistente y cooptada Justicia. Me parece repugnante que, habiendo transcurrido tantos años, la sociedad continúe sosteniendo su hipocresía y permita que se ejerza tanta inmunda venganza contra los militares que, convocada por toda ella, ganaron la guerra militar (aunque, obviamente, hayan perdido la batalla cultural). Francia y Alemania, que se mataron por millones durante la II Guerra Mundial, sólo siete años después firmaran el Pacto del Carbón y del Acero, cuna de la Comunidad Europea, mientras que aquí seguimos mirando por el espejo retrovisor y fogoneando mayores rivalidades.
Volviendo a la realidad, siempre más urgente, la semana ha dejado expuesta la crisis ¿terminal? que sufre el Frente para Todos, ese adefesio que inventó Cristina Fernández para unir al peronismo en 2019 y devolverlo al poder. Salvo su nueva alianza -el tan activo trotsko-kirchnerismo- todo el arco político coincide en el diagnóstico de los problemas que aquejan a la Argentina y la condenan a la permanente decadencia aunque, bien es cierto, no se pone de acuerdo en el tratamiento de esa complicadísima patología.
El cuadro contiene, como elemento principal, el sideral gasto público (sobre todo, el de la eternizada casta instalada en el Estado) compuesto por jubilaciones a gente que no ha realizado aportes, planes sociales que fomentan no trabajar, subsidios disparatados a la energía, poderes legislativos provinciales inútiles y costosísimos, despilfarro sin medida y rampante corrupción. A ello se agregan dolencias estructurales, principalmente cambio permanente de las reglas de juego, inseguridad jurídica e ineficiente Justicia, inexistencia de moneda nacional, leyes laborales arcaicas, sistema electoral perverso, arbitrario y expoliador esquema tributario, injustificables empresas estatales deficitarias, pobreza estructural, deficitaria infraestructura vial y ferroviaria, dependencia energética, perversa política inmigratoria, salud pública estúpida y en crisis, educación destruida hasta los cimientos, rampante narcotráfico, inseguridad ciudadana, barreras a la exportación y a la remesa de utilidades, y otros que usted mismo puede incorporar.
Las medidas que se deben adoptar de inmediato para corregir esa gigantesca panoplia de taras, impedimentos y trabas, esenciales para que argentinos y extranjeros volvamos a confiar en el país, pero que siempre perjudicarán el status quo en el que sobrevive un alto porcentaje de la sociedad y los políticos que medran con la necesidad de los más pobres, encontrarán naturales resistencias que las hacen muy difíciles de concretar. Ya hemos visto cómo fracasó el gradualismo, imaginado para no generar más daño en el lastimado tejido social, cuando se secaron las fuentes de financiamiento y los factores climáticos fueron adversos.
Piense, solamente, que hoy un 70% de la ciudadanía vive del producido del restante 30%, pero todos votan; entonces, ¿elegiría ese tan mayoritario sector a alguien que propusiera, por ejemplo, transformar todos los planes sociales en trabajo genuino o elevar sostenidamente la edad jubilatoria? Y sabemos cómo se comporta la casta política cuando proyectos de ley indispensables –boleta única de papel, ficha limpia, limitación en el número de asesores, etc.- amenazan sus injustificables privilegios. Ante una tentativa de shock para achicar el gasto, ¿cómo cree que reaccionarían los senadores y diputados nacionales, los gobernadores y sus legislaturas provinciales, los intendentes y sus concejos deliberantes?
Y qué decir de los eternos dirigentes sindicales que, con los recursos de las obras sociales que les concedió Juan Carlos Onganía, se han convertido en magnates a costa de sus menguantes afiliados: ¿los imagina aceptando mansamente los imprescindibles cambios en la legislación laboral y, si no el cierre o la privatización de Aerolíneas Argentinas, al menos la apertura total de los cielos a la competencia?, ¿o a los Moyano tolerando que, principalmente, el transporte de mercaderías se realice por tren? Los dueños de medios de comunicación que sólo sobreviven por la ingente pauta publicitaria oficial que se les asigna, ¿prestarán su conformidad al cierre de esa canilla gigantesca o saldrán, todos los días y a toda hora, a influir sobre la opinión pública para soliviantarla y desestabilizar al gobierno?
La semana pasada cerré mi columna dando una buena noticia: las fundaciones que responden a los cuatro partidos que integran Juntos por el Cambio (PRO, UCR, CC y el peronismo de Miguel Angel Pichetto) están trabajando en la preparación de un único plan de gobierno, que pretenden tener listo para presentar a la sociedad el año próximo. Sin embargo, han surgido ahora algunas nubes que oscurecen ese idílico horizonte: la crisis que amenaza con hacer estallar al Frente para Todos, según algunos trascendidos, podría derivar en una salida anticipada del poder de Alberto y Cristina Fernández y debería llamarse a una Asamblea Legislativa.
No me parece un escenario probable, toda vez que la PresidenteVice quedaría expuesta a la detención inmediata en algunas de las causas penales que la afectan; sólo podría evitarlo emigrando a algún paraíso socialista dispuesto a recibirla. Creo, más bien, que llegarán a 2023 aunque sea con muletas, y ella resolverá ese intríngulis obteniendo entonces una banca en el Senado; es cierto que implicaría asumir un riesgo: ante una derrota: ¿y si sus colegas le dieran vuelta la cara y la desaforaran?




ADVERTENCIA: Los artículos periodísticos firmados son de la exclusiva responsabilidad de sus autores. La Dirección.



Aceptación de la derrota
  • El revanchismo que ha animado a la oposición hasta ahora -y parece seguir haciéndolo- no está a la altura del espíritu de diálogo que reclama.
(Por Julio María Sanguinetti). Mi admirado amigo Felipe González suele decir que "la ética democrática es la aceptación de la derrota".
En nuestro país, el Ing. Martínez no la aceptó en noviembre de 2019, cuando perdió frente al Dr. Lacalle Pou. El Sr. Fernando Pereira tampoco la aceptó el domingo pasado cuando pronunció su largo y enfático discurso final. Al día siguiente aclaró que no lo hizo porque en aquel momento aún no estaba el escrutinio definido, excusa escolar porque nadie clausura la jornada electoral con una conferencia cuando no hay decisión. No lo quiso hacer y no lo hizo. Más tarde, aparentemente, ocurrió en privado.
El resultado es claro e inocultable. Propusieron un referéndum y fracasaron. Cuando compiten dos si hay uno que perdió, el otro ganó y en ese caso este es el gobierno de coalición. En noviembre de 2019, el Dr. Lacalle Pou superó al Ing. Martínez por 1,52% de 48,88% a 47,36%. El domingo, la opción del NO obtuvo 51,17% y la del SI 48,82%, o sea, una diferencia de 2,35%. Dicho de otro modo, la Coalición Republicana mantuvo la misma mayoría de noviembre. Lo que se planteó como una revancha de la segunda vuelta, hizo de este referéndum una tercera vuelta que ratificó al gobierno.
Luego de dos años tremendos, con una crisis sanitaria y económica universal, el gobierno mantiene su posición. En el medio hubo una sacrificada labor de enfrentamiento a la pandemia, más una caída del PBI del orden del 4,4%, con la consiguiente pérdida de empleo. Hoy se vive una inocultable recuperación, tanto de actividad como de trabajo, pero el salario real aún muestra atrasos, los nuevos empleos no son exactamente los mismos que habían caído y en el camino quedó una nube de pequeñas empresas. Cuando el cielo se empezaba a despejar, nuevo tsunami mundial: una guerra que desata los precios del petróleo y de los alimentos más populares. Es en ese contexto que transcurre la campaña del referéndum, llevada a cabo con una explotación oportunista de la situación y un nivel de mentiras y falsificaciones inéditos en el país.
El último día, el de la veda, se mantuvo a todos los medios ocupados con un presunto operativo "político" en un partido entre Progreso y Cerro, en que la Policía hizo lo habitual: tratar de impedir que se ingresen piedras, bengalas u otros elementos de riesgo. Con dos hinchadas fuertes, podían cruzarse los brazos o hacer lo que los protocolos indicaban. Se decía que el objetivo era procurar materia "político". ¿Qué material? ¿Papeletas del referéndum, panfletos? Si los hubiera habido, ¿cuál era el problema?
Fue la culminación de tres semanas de anuncios apocalípticos sobre presuntos abusos policiales. Primero 1.000 denuncias de una agresiva asociación de defensores de oficio, luego 50 del Frente Amplio, que ni estaban en el Juzgado o se habían archivado. Naturalmente, para contestar había que revisar, mientras se ganaba tiempo inundando de sospechas el escenario.
Desde el inicio, la mentira fue la norma. Se partió de la destrucción de Antel, que se llevaría a la Justicia, para terminar en el "gatillo fácil" que practicaría la Policía. Todo se fue diluyendo, pero ni bien los datos de la realidad desmentían una afirmación, ya comenzaba la otra.
Ahora asumen inocencia y niegan que estuvieran acosando a la Policía, como ocurrió groseramente. Policía, además, a la que le niegan el mérito de haber logrado una baja de los delitos y a la que querían desarmar jurídicamente con una oposición frontal a las nuevas normas sobre seguridad.
Políticamente, entonces, hoy estamos igual que el primer día, pese a estos tiempos tan tormentosos. El gobierno seguirá dialogando, como lo hicimos incluso con la LUC, modificada en la mitad de sus artículos, incluso a propuesta del Frente Amplio, como fue el caso de Ancap. Los legisladores frentistas votaron el artículo pero sus "superiores", los sindicalistas, resolvieron impugnarlos igual y luego hacían caudal de los aumentos de tarifas que habían dejado deliberadamente atrasadas y de aumentos de petróleo que ignoraban.
Pasado el referéndum, la ley sigue, el gobierno continúa con su programa y el Frente Amplio, que fue arrastrado a este fracaso por el sindicalismo, habla como si la realidad se hubiera modificado y ahora entráramos en un tiempo nuevo. El referéndum no cambió nada. Mostró sí una cierta fatiga de la ciudadanía en las reiteradas convocatorias, con una abstención mayor de la habitual. Mucha gente se sintió lejos del tema y no participó.
El resultado, repetimos es muy parecido al de noviembre, incluso algo mejor. El gobierno entonces sale fortalecido y la imagen del Presidente, que ha sido fundamental, también. Esos análisis que concluyen lo contrario no se sustentan. Insisten en que la mitad minoritaria debe necesariamente ser escuchada y que sin ella no se puede gobernar. Es surrealista: cuando la mitad minoritaria era a la inversa, el Frente Amplio no dialogaba con nadie y le pasaba por encima a la oposición como un tractor. Esa historia está demasiado cerca para olvidar. ¿Eso conduce al actual gobierno a una misma actitud? Desde ya que no, pero dialogar por dialogar es inconducente. El diálogo es útil cuando hay voluntad de negociar. La experiencia es muy negativa con la seguridad social, donde se formó una comisión representativa de todo el espectro político y de las fuerzas sociales, se convocó a los mejores técnicos y cuando llegó la hora de definir, el Frente Amplio y sus cercanos no aprobaron ni siquiera el diagnóstico. El diagnóstico... que fue un análisis objetivo basado en realidades cuantificables. Pese a nuestro escepticismo, hay que intentar una reforma en serio, porque un cambio cosmético nos dejará pendiente el problema. Ojalá la idea de retornar al gobierno con un problema resuelto predomine sobre el instantaneísmo electoralista.
En resumen, nos cuesta entender esas teorías que le atribuyen a la votación del domingo un cambio cualitativo en una situación que permaneció igual y, en todo caso, rechazó el intento de modificarla. Lo que sí es verdad es que el mundo vuelve a mandar otra tormenta, con inflación de precios y cambio energético. Se la enfrentará con la misma seriedad que la anterior.
Soñemos con que la oposición, hoy tan iracunda, esté a la altura de las circunstancias y entienda que por el camino revanchista que ha recorrido volverá a chocar contra la pared. (Nota que se comparte con Correo de los Viernes)

 



 



 

 
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