Edición Nro. 2238 - Punta del Este / Uruguay
enfoques 26 de noviembre de 2021
 
 
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Enrique Guillermo Avogadro
Buen resultado, pero complicado futuro
  • “Si los cerdos pudieran votar, el hombre con el balde de comida siempre sería elegido, no importa cuántos cerdos hubiera sacrificado ya en el recinto de al lado”, Orson Scott Card
El domingo, cuando “al kirchnerismo le fue bien donde al país le va mal” (Sergio Berenstein), nos dejó el mejor resultado posible porque alejó la probabilidad de un colapso institucional, puso un fuerte dique a la deriva hacia un socialismo del siglo XXI, mostró que el proyecto de impunidad y autocracia encontrará un límite a partir de diciembre y también, aunque sea raro decirlo, porque el innegable triunfo de la oposición no tuvo la magnitud necesaria como para permitirle más triunfalismo ni incurrir en graves errores políticos, como aquél que proponía quitar al Frente de Todos la Presidencia de la Cámara de Diputados y hacerse así corresponsable del desastre que la gestión de los Fernández² ha provocado.
Aún están en revisión las cifras finales del escrutinio oficial y, en algunos casos, la escasa diferencia obtenida en algunas provincias puede modificar la composición de las cámaras, como ya ha sucedido con bancas nacionales por La Rioja y Río Negro; el escaso lapso que media hasta el recambio de legisladores (10 de diciembre), habilita sospechar de las razones del oficialismo para entronizar como Juez electoral de la Provincia de Buenos Aires a Alejo Ramos Padilla y mantener en su cargo a su multi-procesado colega de Mendoza, Walter Bento; ¿se vinculará a las raras celebraciones del perdedor kirchnerismo?
La reacción del Gobierno ante la indiscutible derrota electoral (42,38% vs 32,93%), psicóticamente desconocida,  fue convocar a un acto en Plaza de Mayo, pensado para que el MemePresidente adquiriera músculo para independizarse de su mandante, resultó en otro dislate: Alberto Fernández, mientras mentía con denuedo y cargaba contra la oposición, a la cual necesitará con desesperación para evitar una gran catástrofe, la invitaba a un diálogo que nadie sabe sobre qué versaría y, para colmo, ratificó su comunión con las demenciales ideas de Cristina Fernández. Continuó con el envío al Congreso, en un manifiesto atropello institucional, de nada menos que 116 DNU’s para su aprobación antes del recambio legislativo, y con la prórroga por decreto, por otros cuatro años, de la prohibición de desalojar las ocupaciones de tierras ejecutadas por los terroristas pseudo-mapuches.
Lamentablemente esta nave de locos que es la democracia argentina que, como todas, debiera caracterizarse por la negociación permanente y cierta confianza entre las fuerzas políticas, aún tiene frente a si un iceberg que puede hundirla y que tiene nombre y apellido: Cristina Fernández. Mientras siga allí, mientras conserve alguna capacidad de mando frente al peronismo y, sea con cartas o ausencias, imponga su voluntad, es imposible llegar a ningún acuerdo; es razonable que así sea, toda vez que el aparato territorial, quizás a disgusto, le permitió conservar el núcleo duro de su clientela –los más pobres y famélicos, capturados con dádivas estatales y amedrentados con quitarles sus estipendios- del Conurbano bonaerense. ¿Aprobará ella un acuerdo con el FMI, que nos evite el default pero nos exija arreglar nuestra economía, a costa de ese capital simbólico?
Esto nos lleva, sin escalas, al enorme problema que convertirá en impracticable, tal vez por varias generaciones, nuestra transición desde el defectuoso consorcio (tenemos territorio, administrador y reglamento de copropiedad, que nadie respeta) que hoy somos hasta la nación que decimos soñar, con un cambio profundo en la mentalidad social: 70% de nuestros jóvenes preferirían trabajar en el Estado o emigrar. Todos somos conscientes de la imperiosa necesidad de reducir el gasto público y modificar los regímenes laboral e impositivo, bajar drásticamente la inflación, reconstruir la confianza en las instituciones, recuperar la seguridad jurídica, terminar con la generalizada corrupción, transformar el enorme universo asistencialista en trabajo genuino y bien remunerado, dejar de subsidiar tarifas energéticas y transporte, excluir de las decisiones escolares a los politizados “trabajadores de la educación”, etc..
Pero quien intente esas duras correcciones deberá hacerlo en un escenario con 50% de pobreza y miseria, con “organizaciones sociales” que lucran con ellas, con caciques sindicales enriquecidos y lógicamente reacios a ceder sus privilegios, con gobernadores feudales e intendentes eternos, con los mafiosos cristicamporistas enquistados en el aparato estatal y con una ciudadanía individualista y egoísta, colonizada por la ignorancia y el populismo. Ponerle un cascabel a ese gato requerirá de un enorme consenso político que reúna, al menos, un 80% de la representación; o sea, necesariamente acordar con el peronismo republicano y democrático que, además, se está comportando espléndidamente en la preparación de planes para la Argentina y al que ya no se puede, ni se debe, dejar de lado. 
Está claro que esas dolorosas reformas son indispensables para salir del pozo en el que estamos hundidos desde hace muchas décadas y en cuyo fondo irracionalmente insistimos en seguir cavando, pero también lo es que, para que sean aceptadas por una sociedad tan enferma, se requerirá de mucha educación y, sobre todo de mucho, mucho tiempo. Pero, si queremos esa Argentina que todos soñamos, debemos comenzar ya mismo a trabajar en ese sentido y olvidar, al menos por un año, la campaña electoral permanente que deriva de los absurdas normas de la Constitución de 1994. Las urgencias socio-económicas son tales que deberían forzar a toda la dirigencia política –y así lo debemos exigir- a dejar de lado sus aspiraciones personales y sus consecuentes -y tan prematuras- rencillas internas para arremangarse y ponerse al hombro la enorme y trascendente tarea de la  anhelada reconstrucción nacional.



ADVERTENCIA: Los artículos periodísticos firmados son de la exclusiva responsabilidad de sus autores. La Dirección.



Crónica de otros tiempos
Estamos hartos
A veces nos embanderamos y creemos que los hipócritas están de un solo lado. Pero no hay que engañarse. La sinceridad o insinceridad poco tienen que ver en nuestro país con la posición ideológica de los partidos. Cuando un partido está en la oposición siempre es más liberal que cuando está en el poder. La grave afección no es la tendencia en sí misma sino la inmoralidad que domina a los hombres inscriptos en las tendencias, cualesquiera que sean.
Mario Benedetti.

En tiempos de vientos renovados que pretenden limpiar la suciedad intelectual y la dejadez que exhibe el sistema político uruguayo, tenemos que levantar la voz una vez más y señalar con dedo inquisidor la responsabilidad que le cabe a sus integrantes, omisos en sus puestos, y complacientes y tolerantes en la inconducta tenaz y estable que ofrecen a las generaciones los sindicatos docentes.
El país avanza como puede con una infinidad de dificultades, pretendidamente distraído con un referéndum que ofende la razón, empapado en la soberbia ideológica de la "inteligenzia" que todo lo mancha y descalifica. No todos son lo mismo, pero sí parecidos. Abroquelados y monolíticamente unidos exclusivamente en resguardo de su propio bolsillo, enardecen profundizar la grieta que los separa con expectativas electorales, subordinados unos y otros al partido político al que pertenecen. Insisto, no todos son lo mismo, pero sí parecidos. Focas son, y si no, miren las manos levantadas en la chabacanería en que se han hundido las generalmente espantosas y desprolijas sesiones parlamentarias.
Estamos hartos de las descalificaciones y del incontenible despilfarro de los dineros públicos, practicados diariamente dentro y fuera del país con la plata de la gente. Nos han empachado con impuestos leoninos, sueldos y jubilaciones miserables, tarifas de los servicios públicos que no se pueden pagar, y cinismo político de los lenguaraces. El Estado revienta de gordo. No puede más, y mete impúdicamente la mano en el bolsillo de la población.
Han transcurrido décadas perdidas, y la materia e insumo irremplazable, como lo es la Enseñanza, languidece y se embrutece atentando contra cualquier ciclo de desarrollo económico del país generado por fuentes legítimas de trabajo y capital. Esto quiere decir, no solo personas capacitadas para la economía digital y robotizada, sino que brega, también, por la reconstrucción de la ciudadanía vulnerada.
Todo fue destruido por estos personeros autoproclamados de una Educación vergonzosa y perimida, que llevó a un ex presidente de la república a reconocer públicamente su fracaso estrepitoso en su intento de reforma. El mandatario era del palo, pero no “se la llevaron” y así lo dijo. (Presidente Mujica)
Complementando, basta escuchar el discurso del PIT CNT. El de ayer y el de hoy. Arcaico, como siempre, fuera de tiempo y lugar, con espacio todavía para cobijar a los enemigos declarados de nuestro sistema.
 La defensa de los derechos de los trabajadores come en el mismo plato de la ideología. Sus dirigentes no se bajan, se suceden, porque han encontrado “El Dorado”. Conducen a la masa inculta según el criterio político imperante, y prevalecen con prebendas y canonjías que deben repudiarse. Son reyezuelos de una república mal concebida y peor atendida por legisladores que revistan en una desordenada y politizada oposición. ¡Mentirosos! ¡Quieren aniquilar el país porque perdieron en las elecciones! La administración anterior pretendió demostrar, con números antojadizos, que no estábamos tan mal. Error. Fatal error; “no estábamos tan mal”; estábamos destruidos, y seguimos destruidos.
La reforma de la Educación debe ser inmediatamente atendida. No solo pasa por el cambio y renovación de los planes de estudio, sino de paradigma y organización de la gestión. Los gremios vinculados han demostrado, con su prédica lastimosa y perversa, que no pueden situarse en la posición de gestores. Son un gremio, y como gremio y dentro de sus competencias y facultades deben actuar. Pero, claro está, desde décadas todo está teñido de ideología, y con la ideología el país se hunde más y más en la ignorancia y en la falta de desarrollo. Es estrategia, Foro de San Pablo, Grupo de Puebla…
No nos engañemos. Tenemos a la vuelta de la esquina potenciales Maduros y Ortegas que aguardan, expectantes, su momento de “gloria”.
La cuestión, como siempre, es entre la libertad y el despotismo. Si no se entiende así, sigan comprando armas para combatir a la delincuencia organizada; agranden las cárceles, y lleven a su mínima expresión el trabajo legislativo, absolutamente desmonetizado, en donde la comedia en capítulos del ex ministro Cardoso constituye el mejor ejemplo de un parlamento vergonzante.
Ricardo Garzón

 

 



 

 
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