Edición Nro. 2228 - Punta del Este / Uruguay
enfoques 17 de septiembre de 2021
 
 
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Rafael Rubio
Ciencia y religiones
  • “No se puede afirmar con derecho que existe desorden en la naturaleza, porque no hay nadie que conozca todas las causas de la naturaleza para poder juzgar de ello”. Baruch Spinoza

La pandemia y la consecuente creación del Grupo Asesor Científico Honorario (G.A.C.H.) permitieron que la  ciencia tomara mucha mayor visibilidad y que gran parte de la población se afilie a sus postulados.
Se sabe que la ciencia incluye las hipótesis mejor corroboradas, ninguna teoría puede considerarse científica si no especifica las condiciones que pueden invalidarla (Popper, Karl R. 1994. El cuerpo y la mente. Ediciones Paidós Ibérica S. A.).
La ciencia es una vida de exploración y descubrimiento.
Hace aproximadamente 13.500 millones de años, materia, energía, tiempo y espacio tuvieron su origen en lo que se conoce como el big bang. El relato de estas características fundamentales del universo se llama física.
Unos 300.000 años después de su aparición, materia y energía comenzaron a combinarse en estructuras cada vez  más complejas, átomos y moléculas. El relato de los átomos, moléculas y sus interacciones se llama química.
Hace unos 3.800 millones de años, en un planeta llamado Tierra, en un nuevo big bang del que se tienen menos pistas que el anterior, determinadas moléculas se combinaron para formar estructuras particularmente grandes e intrincadas llamadas organismos. El relato de los organismos se llama biología.
200.000 años atrás, apareció por evolución en África oriental el Homo sapiens. Hubo humanos mucho antes que hubiera historia. 70.000 años atrás, ocurre la revolución cognitiva y aparición del lenguaje ficticio. La especie Homo sapiens empezó a formar estructuras todavía más complejas llamadas culturas. Esto dio inicio de la historia: el desarrollo de las culturas humanas. Los sapiens se extienden fuera de África.
500 años atrás, comenzó la revolución científica. Hasta lo que hoy se conoce, desde un punto de vista puramente científico, la vida humana no tiene en absoluto ningún sentido (Harari, Yuval Noah. 2013. De animales a dioses. Penguin Random House. Grupo Editorial Sudamericana. Pág. 428).
 En lo que tiene que ver con la ciencia de la biología, las personas no han sido creadas sino que han evolucionado. La evolución se basa en la diferencia, no en la igualdad. Cada persona posee un código genético diferente y desde su nacimiento está expuesta a diferentes influencias ambientales. Esto conduce al desarrollo de cualidades diferentes que significan diferentes probabilidades de supervivencia y de desempeño en la vida. No evolucionamos para ser iguales; la idea de igualdad se halla inextricablemente ligada de la “creación”, que dice que todas las almas son iguales ante Dios.
La igualdad entonces, es un concepto religioso, no biológico y por tanto no es científico.
Los que abogan por la “igualdad” deben saber que biológicamente la ciencia dice que tal cosa no existe. Luchar por la igualdad, es similar a luchar contra la Ley de gravedad. Los que creen en la igualdad, quizás lo crean para cooperar de forma más efectiva y pretender forjar una sociedad mejor.
“Los seres humanos nacen con distintas capacidades. Si son libres, no son iguales. Si son iguales, no son libres”. Alexander Solzhenitsyn

I.     Religiones
A lo largo de la historia, las religiones han cumplido el papel crucial de conferir legitimidad sobrehumana a las frágiles estructuras sociales. Pueden definirse como sistemas de normas y valores humanos que se basan en la creencia de un orden sobrehumano.  A pesar de su capacidad para legitimar órdenes sociales y políticos extendidos, no todas las religiones han estimulado este potencial. Para ello, han de adoptar un orden sobrehumano universal que sea válido siempre y en todo lugar. También deben insistir con extender dicha creencia a todos. Son por tanto, universales y misioneras,  como por ejemplo el budismo e islamismo.
A menudo se presentan los últimos 300 años como una edad de secularismo creciente, en las que las religiones han ido perdiendo importancia. Esto es verdad en cuanto a religiones teístas, no es correcto si se toman las religiones de ley natural. La edad moderna ha asistido a la aparición de varias religiones de ley natural nuevas con un intenso fervor religioso, esfuerzos misioneros sin parangón y las más sangrientas guerras de religión de la historia. Estas creencias, a las cuales les disgusta que se les llame religiones son: el comunismo, el nazismo, el nacionalismo, el liberalismo y el capitalismo. Se refieren a sí mismas como ideologías, ello es sólo un ejercicio semántico. Si una religión es un sistema de normas y valores humanos que se fundamenta en la creencia en un orden sobrehumano, entonces el comunismo no es menos religión que el islamismo (Harari, Yuval Noah. 2013. Op. Cit. Pág. 254).
¡Cuántas veces pretendieron callarnos en la facultad bajo el argumento: “eso lo dijo Marx”!  
Desde luego que el Islam es diferente del comunismo, porque el Islam considera que el orden sobrehumano que gobierna el mundo es el edicto de un Dios creador omnipotente, mientras que el comunismo no cree en dioses. El budismo tampoco cree en dioses y nadie niega que sea una religión. Al igual que los budistas, los comunistas creen en un orden sobrehumano  de leyes naturales e inmutables (ellos le llaman socialismo científico a estas verdades irrebatibles del materialismo dialéctico) que guían las acciones humanas. La ley de la naturaleza budista y las leyes de la historia marxista son sobrehumanas, puesto que no fueron legisladas por humanos, pero no son sobrenaturales. Los budistas creen en la ley de la naturaleza descubierta por Siddharta Gautama, los comunistas creen que la ley de la naturaleza la descubrieron Karl Marx, Fiedrich Engels y Vladimir Ilich Lenin. Al igual que las demás religiones, el comunismo posee sus “sagradas escrituras” y libros proféticos como “El capital” de Karl Marx, que postuló que la historia pronto concluiría con la inevitable victoria del proletariado. El 1º de Mayo es la Navidad del comunismo, quién tiene teólogos adeptos a la dialéctica marxista, mártires, guerras santas y herejías. Un comunista devoto se espera que difunda el evangelio de Marx y Lenin, incluso al precio de su propia vida.
El comunismo es una religión fanática y misionera, que en la Unión Europea está prohibida por sus crímenes de lesa humanidad.
Hace largos años que esta religión cuenta con adeptos en Uruguay. Tiempo atrás, nuestro país tuvo un sacerdote comunista que fue muy respetado en la comunidad. Se le consideró un importante teólogo que hizo sus aportes teóricos, agregó más fantasía a ese mundo mágico creado por Marx. Se comenta que con la dictadura, los militares lo cambiaron por carne que les compró la Unión Soviética.
La modernidad hizo que el país cuente hoy en esa religión con un telepredicador. Se le vio en un conocido hotel de la proletaria Punta del Este en busca de su premio y para reafirmar su estirpe antisistema ignora sus obligaciones fiscales y tributarias en la mantención y construcción de su vivienda de veraneo. Todo un apóstol!
También en Uruguay, la religión cuenta con un monaguillo que usa coloridas camisetas de santos latinoamericanos y sobre la “tierra santa cubana”.
Esto fue lo que le quedó al país luego de la implosión del “comunismo real” (la Unión Soviética  y sus satélites).
Así como de la Iglesia Católica se desprendieron otras, del comunismo quedaron las que se autodenominan “progresistas”.
Es difícil definir “el progresismo”, fenómeno religioso difuso. Una suerte de revolución cultural destinada a disolver lo que resta de la tradición de Occidente. Su carácter místico favorece el matrimonio entre homosexuales, lo que constituye la familia en una parodia. Igual sucede con la despenalización del aborto respecto a la libertad individual. La libertad (del cuerpo) de la mujer como un mandato divino, puede hacer con él lo que quiera, menos tener hijos.
El progresismo es hijo del pensamiento izquierdista, su preocupación central  de lo social era el combate contra la desigualdad, la miseria, la injusta distribución de la riqueza. Los debates más álgidos versaban sobre las tácticas a emplear: violentas (revolución) o pacíficas (reforma). A partir de la Revolución Rusa, esa cuestión mantuvo duramente separados al comunismo y  la socialdemocracia. Pero el objetivo fundamental era el mismo.
Todo cambió después del oprobioso hundimiento del "socialismo real" (aquí no se enteraron). El grueso de los ayer partidarios de la revolución violenta y de los defensores de las reformas pacíficas, se juntan en el progresismo. Sólo que tanto unos y otros han olvidado la cuestión social, la transformación de la economía y la política en beneficio de los menos favorecidos, salvo en un discurso que reiteran en un vacío de ideas (¿la tierra para quien la trabaja?).
El abandono de la cuestión social trajo consigo el interés por  las minorías "transgresoras" de orden cultural. La igualdad se desplaza hacia un abstracto jurídico, que se vuelve más místico y religioso. El hombre teórico en lugar del hombre real de carne y hueso. Todo sucede como si las izquierdas -consciente o inconscientemente-  llegaron a la conclusión, en definitiva sensata, que en el plano económico,  el capitalismo es, por ahora, imbatible.   Entonces, el único teatro de operaciones disponible es la cultura, siguiendo la línea de uno de sus teólogos como lo fue Antonio Gramsci.
Desacreditar los valores establecidos, bastardeándolos, para ver si es posible volver a cuestionar alguna vez la integridad del sistema. Y de no serlo, descargar el odio y el resentimiento producto de su derrota.
Su carácter misionero se trasmite fundamentalmente en la narrativa y el canto latinoamericanos. Hay países que tienen un San Marcos y otros un San Mateo. También San Juan y San Lucas habitan en muchos de ellos. Llenan las librerías, programas de radio y tv, se reúnen y pontifican. Permiten que  ciertos círculos intelectuales atribuyan a Latinoamérica como “maestra del realismo mágico”. Un curioso producto literario que celebra la inoperancia e inanidad de esta zona del mundo, para responder a los desafíos que le plantea la vida, tras la máscara de una vitalidad exótica que conduce siempre y sugestivamente al error y la desubicación como condición eterna de existencia.
   Si una religión es un sistema de normas y valores humanos que se fundamenta en la creencia en un orden sobrehumano, puesto que no fueron legisladas por humanos, al no ser sobrenaturales, queda claro que el progresismo es totalmente mágico!




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El kirchnerismo y nosotros
  • No hay duda que si el kirchnerismo hubiera resultado triunfante de la recientes elecciones internas, llamadas PASO en Argentina, estaría el Frente Amplio celebrándolo. Se hubiera hablado de una nueva derrota del neoliberalismo, del Consenso de Washington, del Fondo Monetario Internacional y de la estrategia de un gobierno nacional y popular. Desde ya también de la estrategia de cuarentena tras cuarentena que ensalzaba el Frente Amplio, para oponerse a la libertad responsable de nuestro gobierno.
A la inversa, entonces, es bien legítimo sostener que este golpazo al gobierno argentino es una derrota, en versión argentina, de todo lo que el Frente Amplio ha venido sosteniendo a lo largo de la pandemia.
Para empezar, las cuarentenas obligatorias y reiteradas. Clamaba por ellas el Sindicato Médico del Uruguay, hoy silencioso frente a su fracaso: si algo se demostró que los resultados fueron negativos. No es casualidad que, en esa siempre triste comprobación de fallecidos por 100 mil habitantes, Argentina registra 251, Brasil 276 y Uruguay173. Dicho de otro modo, la libertad responsable aseguró más vidas.
Luego tenemos la vacunación. Argentina arrancó temprano, antes que nosotros, con cantidades pequeñas de la vacuna de origen ruso. Se apostrofó a nuestro gobierno porque demoraba y luego resultó que le llegó a la gente mucho antes. Antes y mejor que el resto de América Latina, ubicándose entre los países de todo el mundo con mejores campañas de vacunación. ¿Ya nos olvidamos de los elogios que recibían los gobernantes argentinos cuando en aquella instalación teatral se esperaba el avión que llegaba de Rusia?
En el plano más general de las repercusiones sociales, el kirchnerismo repartió dinero a manos llenas, como lo pedía aquí el Frente Amplio. Como lo sigue pidiendo, por otra parte. Allí están los resultados obvios: una inflación galopante, del orden del 50%, un dólar por las nubes, la inversión absolutamente paralizada, la pobreza en guarismos que triplican los nuestros y una desocupación enorme.
Como dijo Elisa Carrió, hubo una rebelión de los pobres que no quieren seguir siendo esclavos, dependiendo de la dádiva de un Estado que no logra reactivar la economía para generar más empleo.
¿Como se va a recuperar el país si nadie invierte, si la desconfianza cunde? Nuestro país, pese a todos los pesares, mira el futuro con confianza porque avanza la inversión de UPM, resultado de una política forestal iniciada y llevada adelante por el Partido Colorado; porque se inaugura una enorme fábrica de cemento y la Pepsi Cola aumenta su fábrica en la Zona Franca de Colonia. Al mismo tiempo, nada menos que China le comunica a nuestro gobierno que está dispuesta a negociar un TLC con Uruguay.
Los gobiernos kirchneristas han sido hostiles a nuestro país. El Frente Amplio, que se declaraba políticamente afín, no pudo con su prepotencia en el episodio de la instalación de la planta de celulosa en Gualeguaychú. Ahora, obstinadamente se oponen a todo esfuerzo del Uruguay (y de Brasil) por abrir compuertas hacia el comercio mundial. Se aferran a una idea de economía cerrada que siempre está en el fondo del alma frentista, como lo demostraron cuando frustraron nadas menos que un TLC con EE.UU y ahora empiezan a dar volteretas para cuestionar la propuesta de China, como seguramente no les gustará nuestra idea de incorporación al Acuerdo Transpacífico.
Lo ocurrido en Argentina es importante también para nosotros. Aunque la política argentina históricamente tenga muchas diferencias con la nuestra, la pandemia fue la misma y sus consecuencias también. Y bien: es muy evidente la adhesión del Frente Amplio a su política, que nos puso de ejemplo una y otra vez. Ahí están los resultados.
La derrota del kirchnerismo es también la de las propuestas frentistas de este año y medio de pandemia. Aunque ahora se escondan.
Julio María Sanguinetti
(Nota que se comparte con Correo de los Viernes)

 









 










 

 
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