Edición Nro. 2016 - Punta del Este / Uruguay
enfoques 5 de mayo de 2017
 
 
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TURBINAS ARGENTINAS - ESPECIAL PARA ENFOQUES f
Enrique Guillermo Avogadro
Bifocalidad y Justicia

"Un hombre común se maravilla ante las cosas poco corrientes; un hombre sabio se maravilla ante las cosas corrientes".
Confucio
 

Si el pensador chino, que murió quinientos años antes de la era cristiana, hubiera llegado a conocer la Argentina, habría estado permanentemente maravillado porque aquí compartimos, desde siempre, una realidad virtual, en la cual nada de lo que vemos o hacemos es cierto, mientras ignoramos las normas elementales que permiten a los hombres vivir en comunidad. No me refiero a las leyes, de por sí bastante extrañas y contradictorias, sino al modo en que las aplicamos, según nuestro personal punto de vista, en general reñido con el de la sociedad en su conjunto; y, en la duda, optamos siempre por el que más conviene a nuestro relato, individual o colectivo.
Para ejemplificar a qué me refiero, basta con pensar que las normas establecen que quienes son procesados por delitos pueden permanecer en libertad mientas se sustancia el juicio y se llega a una sentencia firme, pero se niega dicho privilegio a aquéllos que, estando libres, pueden poner en riesgo la investigación, adulterar las pruebas o, simplemente, fugarse. Y los mismos criterios se aplican a los mayores de setenta años, aún con condena firme, respecto a la prisión domiciliaria; esto último se justifica especialmente porque ninguna sociedad civilizada combate a los supuestos caníbales comiéndoselos. 
En estos días, los argentinos observamos con enorme perplejidad que dos jueces federales, los Dres. Ercolini y Bonadío, con el consentimiento de los respectivos fiscales que actúan ante sus juzgados, han concedido a Cristina E. Fernández y a su hija, Florencia Kirchner, autorización para realizar un paseo pseudo cultural por la vieja Europa, con el obvio propósito de exponer su inventada persecución política ante audiencias amenas y receptivas, como son los famosos izquierdistas “revolucionarios de escritorio”; si bien el segundo la otorgó bajo una caución real, el monto fijado resulta una nimiedad al comparárselo con las incalculables fortunas que la familia ha robado de las arcas públicas.
Creo que el asombro llega a Brasil, donde el proceso de limpieza contra la corrupción ha alcanzado cotas impensables en América Latina hasta hace muy poco, ya que muchísimos dirigentes políticos, gobernadores, senadores, diputados, empresarios, etc., se encuentran en la cárcel y a nadie se le ocurriría siquiera pedir algo así.
La viuda patagónica, recordemos, se encuentra procesada, entre otras cosas, por organizar y encabezar una asociación ilícita (un delito no excarcelable), fundada con el propósito de cometer una enorme multiplicidad de estropicios, de los cuales hemos sido víctimas todos y cada uno de los habitantes de este país, expoliado hasta la extenuación durante las sucesivas gestiones que compartió desde hace veinticinco años con su marido muerto; si como muestra basta un botón, allí tenemos a la Provincia de Santa Cruz, aunque ésta tenga una superficie comparable a la de varios países sumados y tenga bajo su suelo una riqueza saudí.
El choque entre este suceso y la realidad de las prisiones superpobladas de individuos detenidos sin sentencia firme por la comisión de delitos menores, como hurtos o arrebatos, ha producido una generalizada indignación, reflejada en las redes sociales y en las plataformas de peticiones públicas; y es razonable que así sea, toda vez que Cristina Kirchner y su entorno han demostrado hasta el hartazgo que están dispuestos a alterar las pruebas –como hicieron con los libros de las sociedades hoteleras involucradas- y entorpecer así cualquier investigación. 
Esos hechos, ya probados, bastarían con enviar a la cárcel a cualquier pequeño comerciante, pero nuestros particulares jueces, que cuentan con narices más caras que las de los mejores perfumistas, son inmensamente tolerantes y permisivos ante quienes han ejercido, durante tantos años y con enorme fiereza, un poder omnímodo; no vaya a ser que, en una súbita recaída social, vuelvan al poder y quieran cobrarse las penas ahora aplicadas.
En otro orden de cosas, lo mismo parece suceder con aquellas personas que, como Hebe de Bonafini, son aún capaces de generar conflictos en la calle; aún tenemos fresco el recuerdo de cuando se negó a comparecer en Comodoro Py y el Juez aceptó interrogarla en la cocina de la Fundación Madres de Plaza de Mayo. El Dr. Eduardo San Emeterio y quien esto escribe la denunciamos –y, con ella, a la locutora del acto y a los organismos de pseudo derechos humanos firmantes del documento allí leído- por sus dichos en la Plaza de Mayo el 24 de marzo pasado; a más de un mes de haberlas radicado, no hemos sido llamados todavía a ratificar las denuncias, primer paso de la causa penal.  
En el otro extremo de ese espectro se encuentran los casi dos mil presos militares, ancianos (el promedio de edad es 76 años), la mayoría sin condena firme y cumpliendo prisiones preventivas que exceden en lustros el máximo legal permitido (dos años, más uno debidamente justificado), que se siguen muriendo en las mazmorras estatales por falta de atención médica adecuada. Acusados por testigos que, cuarenta años después, dicen haber construido colectivamente la memoria y reconocerlos por la voz o por el olor, privados de todo derecho a un juicio justo y víctimas de procesos judiciales amañados, cuatrocientos ya fallecieron (cincuenta lo han hecho desde el 15 de diciembre de 2015) y, naturalmente, el ritmo se incrementará con el mero transcurso del tiempo.
Cuando, muy esporádicamente por cierto, algún tribunal federal les concede el beneficio de la prisión domiciliaria –ayer fue el caso de un preso de 87 años, gravemente enfermo- la mayor parte de las veces no se hace efectivo porque otro tribunal la niega, y la saga continúa. Es que, rápidamente, se alzan los infames pasquines y las radios y canales de televisión que multiplican la vocinglera gritería de esos mismos organismos de pseudo derechos humanos que rechazan la democracia como sistema de vida y piden, a voz en cuello, el derrocamiento del Gobierno.
Nadie se pregunta, tratándose de los “genocidas”, por qué se los mantiene en la cárcel, cuando no pueden alterar las pruebas del proceso ni corren riesgo de fuga. Es que a éstos, la sociedad los ha elegido como únicos receptores de la culpa general de haber llamado a las puertas de los cuarteles para parar el desmadre en que se había convertido el régimen peronista en 1974 y 1975, que amenazaba con despedazar el país. 
Ya nadie recuerda –ni quiere hacerlo- cuántos civiles, en especial radicales, actuaron como funcionarios, ministros e intendentes del proceso militar, ni cuántos empresarios, obreros, comerciantes y estudiantes aplaudieron a rabiar a los generales golpistas. Es más cómodo transferir esa responsabilidad a unos pocos y lavar así los pecados colectivos, por más que, cuando la tragedia se produjo, esos pocos fueran extremadamente jóvenes y estuvieran en los grados más bajos del escalafón jerárquico; hasta el lamentable Gral. Milani entra en esta categoría, aunque deba permanecer en la cárcel hasta que sea condenado por ladrón.
Hace un año y medio, Mauricio Macri prometió terminar con lo que él mismo llamó el “curro” de los derechos humanos. Los argentinos, tan golpeados por la gigantesca crisis económica que nos dejó el kirchnerismo, necesitamos saber quién se llevó los más de US$ 2.500 millones en extrañísimas indemnizaciones, cuyos destinatarios el Gobierno aún se niega a revelar.
Argentina se está reinsertando en el mundo, y una prueba de ello será su próxima integración a las grandes mesas de discusión del comercio mundial, en especial en el área del Pacífico, así como la importancia que nuestro país está recuperando en la región, reconocida a través de los viajes presidenciales a China y la visita de grandes personalidades mundiales, como Angela Merkel. Evidentemente, mucho ha cambiado ya y, después de octubre, ese cambio se acelerará, cuando la esperable victoria electoral del Gobierno derrumbe la falsa prudencia de los inversores, sobre todo de nosotros mismos.
Pero debemos recordar que, para que esas esperanzas se transformen en realidades concretas, debemos tener una Justicia independiente, seria, confiable y rápida; con ella, todo será posible pero, sin ella, nada lo será.




ADVERTENCIA: Los artículos periodísticos firmados son de la exclusiva responsabilidad de sus autores. La Dirección.



 Gobierno de sindicatos
Tienen un gigantesco poder político, en un país con índices de pobreza e indigencia crecientes, y una población trabajadora en la cual casi cuatrocientos mil ciudadanos ganan menos de quince mil pesos líquidos por mes.
De jubilaciones y pensiones ni hablar. Suman también centenares de miles los pasivos que sobreviven como pueden, a costo y gasto de familiares también empobrecidos, sin perjuicio de otros tantos miles abandonados a su suerte.
El partido subyacente, gobierno-sindicatos, lo perdió el presidente Vázquez, sin medir consecuencias, el mismo día que dispuso -mal asesorado y con arrebato improcedente- la esencialidad en los servicios educativos públicos del país. Fue enfrentado e inmediatamente desoído, desobedecido y derrotado por las gremiales docentes de toda la república, y dio forzada marcha atrás.
De allí en más, el Poder Ejecutivo fue perdiendo paulatinamente autoridad, sin mayores exigencias al respecto por parte de la cúpula del movimiento sindical que lo aguardó sentado, beneficiado de los errores de conducción gubernamental en un país en que pierde terreno diario la pisada del presidente de la república.
Sus grandes carencias y falencias, las del presidente y estado mayor del Pit Cnt, quedaron de manifiesto en la payasada conmemorativa del primero de mayo, Día de los Trabajadores, que nos retrotrajo a los años 50 y 60 del siglo pasado.
Entre otras, desempolvó el movimiento sindical las desflecadas banderas que entonces esgrimió contra el imperialismo yanqui cuando la Unión Soviética aplastó Hungría, y al alarido de "yanquis go home", y al estridente grito y muletilla: "¡obreros y estudiantes, unidos adelante!", avanzaron sobre el siglo XXI con una educación regresiva, carenciada y de terror en todos los ámbitos de la docencia. A tal punto, que hoy resulta insignificante e incomprensible que sobreviva en esta segunda década del siglo un Ministerio de Educación y Cultura que en asuntos de política educativa ha demostrado fehacientemente y con hechos que no sirve absolutamente para nada.
En este malhadado primero de mayo, los dirigentes sindicales trascendieron al poder político uruguayo, y no encontraron nada mejor que abalanzarse sobre los acontecimientos que registra la política internacional, (se les escapa Venezuela de las manos) sin perjuicio de mover a risa cuando la madre de todas las bombas se las tiró Estados Unidos a Afganistán, y no a Siria como mal se dijo en la cadena nacional.
Vergonzosa celebración en el Uruguay, en la cual la castigada familia uruguaya prefririó el tallarín que hacerle la claque a media docena de dirigentes.
Otra muletilla, repetida a coro: "más escuelas y menos cárceles", constituye un punto de vista insostenible.
¡No señores! ¡Más escuelas y más cárceles! ¿Hay que explicárselos?
Los obreros cada vez ganan menos; se los comen los impuestos al trabajo, directos e indirectos, y no pueden asumir el desbordado costo de vida que aflige al país.
La mayoría de la población, acogotada en gravámenes y desesperada por el despilfarro público incontenible, tiene enormes dificultades para comer y hacer frente al pago mensual de las tarifas de la luz, agua, transporte y teléfonos. Esto nunca ocurrió en la vida nacional, ni siquiera cuando el jolgorio de blancos y colorados en los años 60, ya muerto Herrera, y con Batlle en cuarteles de invierno.
Deambula sin horizonte una juventud perdida, generación desviada hacia la holgazanería en el barrio, carne apetecible para  ingresar en los brazos siempre abiertos del narcotráfico. Baste señalar que la deserción estudiantil registra altos índices en tercero de escuela. Estamos hablando y escribiendo de niños de siete años de edad.
El Presidente se ha mostrado, pues, vacilante y pusilánime con el movimiento sindical.
Sabe, sí, que la patología número uno de los sindicatos, hoy, es su desmesurado poder político, acrecentado por el desgobierno que lo involucra.
La cúpula no ha podido lograr soluciones para los trabajadores hambreados, ni tampoco se advierte haya sido apta para encaminar negociaciones que deriven en mantener fábricas abiertas.
Es tal el desconcierto, que la Unión Ferroviaria, sindicato de un servicio que anida desde décadas atrás en el CTI hospitalario, decreta huelgas, ocupaciones y malones sobre los despachos de directores políticos que tampoco entienden, y que tienen manos y pies atados por las circunstancias.
El movimiento sindical y el poder político desvían la atención general, cuando también a coro de ganso (Rubén Darío), reclaman con énfasis un porcentaje del PBI para la educación, puesto sobre la mesa de discusiones el sexo de los ángeles, y si llegará o no al 6% ese casquivano porcentaje.
Ricardo Garzón

 



  
 
 






















 

 

 
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