Ni reina,
ni gobierna
(Por Ricardo Garzón). Perseguida por la DGI, BPS y otros organismos de contralor, con escasos recursos e ingresos, la inmensa mayoría de la población contribuyente paga como puede los impuestos leoninos que interfieren su bienestar, y que afectan a centenares de miles de familias en todo el país.
La ciudadanía, mansa, ha aguantado con espíritu republicano y paciencia infinita que sobre los impuestos vigentes el Ministerio de Economía encaje otros impuestos, denominados con cinismo político: “consolidación fiscal”, en rigor consolidación fatal para tapar parcialmente el despilfarro.
Acompaña la desestabilización de la familia, puntualmente, el precio desmesurado de los combustibles, sin parangón en América. Súmese el ajuste de las tarifas de la luz, agua, transporte y teléfonos por encima de la inflación, andanada de facturas que se desbordan de toda comprensión en función de los magros ingresos ciudadanos, y agréguense los precios disparados y disparatados de alimentos y vituallas en las grandes superficies, que tienen incidencia capital en el costo de la vida.
La gente debe tolerar, ahora, que la mugre se entronice una vez más en los barrios montevideanos, de la mano de un sindicato rebelde y discordante que antepuso los intereses corporativos a los generales del país, y que desde tiempo inmemorial ha traído en jaque a todos los gobiernos que se han sucedido en la administración municipal.
Encima, y para mayor infortunio, se advierte un PIT-CNT que gobierna descontrolado y que mete presión al sistema político bajo la presidencia de un borbón en desgracia, (fíjense si no), timonel frustrado de una nave al garete que, en aguas ribereñas, no tiene puerto de llegada.
El poder político ha sucumbido. Gobiernan los sindicatos. ¡Viva la república!
La población observa atónita, no entiende, que aparezca el presidente Vázquez en cadena nacional, explicando pormenorizadamente el sistema de comercialización de las entradas de los partidos de fútbol, y de qué manera se encarará la seguridad de los estadios.
En tanto, a los impuestos vigentes se agregan los descuentos que se practican del FONASA, a lo que debe agregarse, ya en reiteración informativa, que a partir del 1º de enero el ilusorio 10% de aumento a las pasividades quedará neutralizado porque ese mismo día comienzan a regir los gravámenes de “consolidación fiscal” del IRPF y también IASS, elegante manera del Poder Ejecutivo y Parlamento de librarse de una sentencia cierta de inconstitucionalidad.
Tapados por la mugre de la ciudad, a la que no se atina darle una barrida, más de la mitad de la flota de camiones recolectores están fuera de servicio. Descuidados, canibalizados y sin mantenimiento adecuado, tal como en su época lo fueron los burritos municipales, tranvías, trolebuses y vagones del ferrocarril, han quedado a cielo abierto, bajo soles y lluvias, sin que nadie se haya preocupado, al menos, de cerrarles las ventanas.
La mala administración ferroviaria; el abandono cruel y absoluto del Ferrocarril, aparejó el cierre de la Estación Central, una magnificencia que no fue debidamente aquilatada en su época.
Las soluciones para hoy, sin perspectivas de futuro, amenazan otros conflictos en corto plazo.
El Poder Ejecutivo, mal que le pese al presidente, fue literalmente absorbido y barrido por el poder sindical que gobierna el país, en todos los órdenes de la actividad.
Vázquez, ni reina, ni gobierna.
Sus ministros, salvo Kechichián, a quien cabe augurarle futuro promisorio, hacen la plancha. No gobiernan ni pueden hacerlo. Han sido superados en sus limitadas posibilidades, y carecieron de talento para zafar.
Atornillados todos, flotan como corchos, y navegan sin ton ni son en aguas mansas. Extraviados, y con el país en manos de la delincuencia, cabe aguardar, sin mayores expectativas, que la autoridad presuntamente constituida también saque del “forro y los fundillos” a esta manga de malhechores y forajidos que se adueñaron del Uruguay, y que siguen a sus anchas.
No hay barrio que se respete ni hogares que estén tranquilos. El secuestro, la rapiña el asesinato, el robo y la droga están a la orden del día. La familia no duerme en paz, y todos los días se asesina a un comerciante que es padre de familia, abuelo, hijo o nieto.
El gobierno, malogrado, no atina a encaminar soluciones y gasta lengua. Superado por las circunstancias, su preocupación se orienta a la pérdida de las mayorías parlamentarias, como si en ello le fuese la vida a la república.
A Vázquez, voluntarioso, se le derrite el sillón presidencial, y se larga con todos sus ministros a pueblos y parajes para entonar las estrofas del gobierno de cercanías, y recoger aspiraciones ciudadanas que jamás serán satisfechas.
Como en el Lejano Oeste, con camiones que sucedieron a los caballos, se llevan de a rastro, con toda impunidad, las cajas fuertes de los “Saloon”, aquellos bares típicos de los Estados Unidos de fines del siglo XIX, inmortalizados por Gary Cooper, Randolf Scott y John Wayne, entre otros.
El poder político ha sucumbido. Gobiernan los sindicatos. ¡Viva la república!
|