Edición Nro. 2165 - Punta del Este / Uruguay
enfoques 29 de mayo de 2020
 
 
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AVIACIÓN COMERCIAL - INFORME ESPECIAL f
En el mejor de los casos, la recuperación aérea se daría en el mes de abril de 2022
  • En el peor, después de junio de 2024

La recuperación del transporte aéreo a los niveles presentados durante 2019 podría darse, en el mejor de los casos, en abril de 2022, de acuerdo con la consultora Bain & Company, a través de su presentación sobre las implicaciones del covid-19 en la industria aeroespacial. Sin embargo, la industria está considerando actualmente que la demanda de pasajeros siga por debajo de los niveles presentados el año pasado hasta después de junio de 2024.
La recuperación de las ganancias-pasajero por milla (RPM o RPK) en el segmento doméstico regresará a la normalidad para el primer trimestre de 2022, pero el segmento internacional continuará afectado durante más tiempo, de acuerdo con la Asociación de Transporte Aéreo Internacional (IATA).
La recuperación de la industria depende, en este momento, de cinco factores que todavía no tienen solución, como los son la duración de la pandemia (con la posibilidad de que se dé una segunda ola de infección de COVID-19 a nivel mundial) y la profundidad de la recesión económica global.
A su vez, otro factor que hace imposible un pronóstico certero sobre la recuperación de la industria es el tiempo que los gobiernos del mundo mantengan los cierres de sus fronteras y las restricciones de viaje.
Tan sólo la semana pasada, Colombia cerró sus fronteras a todas las operaciones internacionales hasta el 31 de agosto. Por su parte, el gobierno de Estados Unidos añadió a Brasil a la lista de países bloqueados temporalmente por el número de casos de COVID-19.
“Hay pocas evidencias que sugieran que la demanda alcanzará cualquier nivel de normalidad hasta finales de 2021 o 2022, y el resultado de esto es que las aerolíneas tendrán que adaptarse a su nueva realidad operativa” señaló el Centro para la Aviación (CAPA).
En parte esto se dará por la crisis económica, pero también por la aprehensión generalizada con respecto a viajar, lo que haría que tome tiempo que la gente se sienta atraída a volar nuevamente.
Una de las principales tareas que tienen las aerolíneas en este momento es disminuir los temores y ansiedades de los pasajeros, restableciendo la confianza a través de comunicación efectiva de las nuevas medidas tomadas por las empresas.
“Hoy es el momento correcto para transformar el negocio de las aerolíneas y aeropuertos . Esta crisis trae consigo una oportunidad real para la innovación” puntualizó la semana pasada René Armas Maes, consultor de líneas aéreas, durante una conferencia virtual en colaboración con la Universidad de Barcelona.
Sin embargo, un segmento importante de la población podría no viajar mientras no se desarrolle una vacuna que combata el COVID-19, por temor a contagio, ya sea mediante un viaje o mediante una segunda ola de la actual pandemia.
Especialistas señalan que la recuperación variará de caso a caso, pero en promedio tomará de tres a cinco años. A su vez, veremos menos aerolíneas, las cuales tendrán un tamaño menor, ya sea mediante el retiro de flota o mediante el retraso de la recepción de nuevas aeronaves. Esto traerá consigo un impacto negativo en los puestos de trabajo.
La recuperación también se verá afectada por la aparente inconsistencia de gobiernos, reguladores y aerolíneas para establecer un marco general de reglas con el que atender el transporte aéreo tras la pandemia. Para evitar esto, la IATA delineó una serie de pasos que sirvan para reiniciar la aviación.
Además, una vez que se reinicie la aviación y se vaya en una curva ascendente hacia los niveles de 2019, regresarán tendencias existentes el año pasado como la vergüenza de volar, o flygskam. Pero también es posible que ciertas tendencias laborales de la pandemia, como el teletrabajo y las conferencias virtuales, se conviertan en la norma, lo que podría afectar a ciertos segmentos de viajes como el de negocios.
Finalmente, aunque la IATA no ha actualizado sus estimaciones de pérdidas económicas, actualmente se espera que las aerolíneas quemen hasta 61 mil millones de dólares durante el segundo trimestre del año, con una pérdida neta de 39 mil millones de dólares basada principalmente en una caída del 68% en los ingresos.
Para todo el año, actualmente se pronostican pérdidas por 314 mil millones de dólares, de las cuales la región de Asia-Pacífico sería la más afectada con ingresos no obtenidos por 113 mil millones de dólares.
La región de Europa perderá 89 mil millones de dólares;  América del Norte 64 mil millones de dólares; Medio Oriente 24 mil millones de dólares; América Latina 18 mil millones de dólares y África seis mil millones de dólares.




ADVERTENCIA: Los artículos periodísticos firmados son de la exclusiva responsabilidad de sus autores. La Dirección.



¡Vamos Presidente!
Las redes sociales han terminado de desnudar el sistema político uruguayo. Ponen diariamente sobre el tapete informativo los diferentes actos de corrupción política que se vienen sucediendo con manifiesta impunidad a través de los tiempos, y descubren minuto a minuto que el andamiaje político todo, frenteamplistas, blancos y colorados, vienen traicionando desde larga data  el voto ciudadano.
Alta traición, que se le debe atribuir con fuertes razones al Frente Amplio, partido que llegó a la Presidencia de la República en ancas de una promesa ladina y malevolente de subsanar los desastres generacionales en que habían incurrido en reiteración y corrupción, por décadas, los partidos tradicionales.
Ha sido, todo, más de lo mismo. A la pandemia del coronavirus debe agregarse el estado de pobreza generalizada que traducen las canastas y proliferación de ollas populares en todo el territorio. El pueblo con hambre, en un país que, sin pudor, exhibe un sistema político desaprensivo e irresponsable, que le ha puesto candado a sus bolsillos llenos.
El sistema político uruguayo comparte responsabilidad en el repudiable monto que exhiben los impuestos descomunales que se tragan en un santiamén los exiguos sueldos y pasividades ciudadanas, con el arrastre y afane permanente en el tiempo de las tarifas de las empresas públicas. Desvirtuadas en su finalidad, éstas no solo sirven para el pago de los consumos de los combustibles, agua, teléfonos y electricidad, sino que han trasmutado, degenerado, hasta constituirse en  gravámenes adicionales que no tienen por qué pagar los ciudadanos, y que se destinan a Rentas Generales. 
En tanto, los señores diputados y senadores cobran sueldos de varios centenares de miles de pesos por mes, alrededor de 12 mil pesos diarios los primeros, y 15 mil pesos diarios los segundos.
Como “contrapartida”, más de un millón de limosneros viven en condiciones deplorables, y asisten, vencidos e impotentes, al derroche persistente y continuado de los dineros públicos. Alta traición frenteamplista, decíamos, que se extiende a todo el espectro político, aunque quepa reconocer que los actos de corrupción existieron desde el despertar político del país. Es mafia de toda la vida, enaltecida y exaltada, que compró su impunidad a la prensa grande, diarios y televisión. No vacilaron en vender el rico patrimonio para su pervivencia: autocensura sostenida y ominoso silencio.
Empalmaron la baraja, se repartieron el botín, y siguen repartiéndose el botín. Millones de dólares compraron ese silencio, y siguen comprando ese silencio. Las noticias incómodas al poder, ineludibles, salían disfrazadas, y siguen saliendo disfrazadas.
Durante ininterrumpidas décadas, que abarcan  bastante más que una centuria, el Estado mantuvo a discreción los antojos de la clase política gobernante. El despilfarro de los dineros públicos destruyó el país, y comprometió pagos a los que deberán hacer frente las generaciones venideras. Han reventado el Uruguay con este cáncer continental del populismo que ha invadido el continente en las últimas décadas.
Las redes sociales desnudaron procederes, y hoy la población está enterada perfectamente de la mala administración y derroche de los dineros del pueblo.
En el presente, complace señalar que un viento fresco y renovador acaba de darse con la irrupción en la escena política del doctor Lacalle Pou.
Firme, sereno, diestro, entró en la presidencia de la república por la puerta grande, en tanto se le colaba por detrás la peor pandemia mundial que viene sumando, implacable e incontenible, centenares de miles de muertos en los cinco continentes.
Ni blancos ni colorados estuvieron históricamente a la altura de las circunstancias. Por irresponsables, insuficientes y caóticos como políticos, entregaron el país en bandeja, dándole letra a la irrupción dictatorial, primero, y a los gobernantes populistas enemigos de la democracia representativa, durante y después.
La llegada de Lacalle Pou es un arribo de esperanza. Lo mejor que le pudo pasar a la república.
Ha enfrentado con arrojo y aplomo la invasión de la pandemia; ha demostrado autoridad en estos tiempos de tsunami universal, y ha sabido incorporar a su gestión a los más destacados científicos compatriotas que asesoran en la guerra contra el coronavirus.
Priorizó la salud de la ciudadanía, y comparte el pan con los desposeídos. Apeló a la responsabilidad del pueblo para alinearse en frente de batalla, y ejerce con sorprendente y agradable autoridad la presidencia de la república.
Lacalle Pou está escribiendo páginas de historia. Personalmente en el ocaso, advierto que cambió el discurso. Cambiaron los vientos.
Esta renovada página, estimado presidente, no está ni remotamente a punto de terminar. De ahí que me permita recomendarle al desprestigiado parlamento nacional que mude el discurso; que senadores y diputados se incorporen sin más trámite ni cálculos electorales a la reconstrucción del Uruguay, y que se acabe de una buena vez por todas el recurrente despilfarro.
¡Vamos Presidente!
Ricardo Garzón

 











 









 

 

 
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