|
Javier Bonilla |
¿Para qué sirve un intendente? |
- Uruguay parece el más federal de los países unitarios. Esta rara realidad costó varias guerras civiles en el pasado, desatadas por quiénes, honestamente y motivados en la praxis política de hecho, creían vivir en una suerte de Confederación Oriental nunca ratificada legalmente. Los disparates de Topolansky al referirse a Cerro Largo, o la sucia campaña frentista y de su sucursal sindical Pit-CNT para ganar en Salto, parecen incentivar malintencionadamente esos regionalismos radicales…
Y es excelente cierto localismo, peleando por no depender del pulpo montevideano, a cuyas abultadas masas de empleados públicos para-públicos y bancarios, más bien hay que alimentar, desganadamente…
Es más: nuestras normas jurídico-electorales son mucho más flexibles regionalmente que las de muchas naciones que se proclaman federales, como es el caso de Brasil, donde, si la dictadura prohibió en 1965 los partidos regionales, la izquierda consagró tal disparate para beneficiar a sus actuales reductos electorales. O sea, un Partido de Santa Catarina, una Unión de Río Grande do Sul, o una Liga de Río de Janeiro es impensable, ahogando realidades políticas como la riograndense que aún parece añorar a sus tradicionales partidos históricos, el autonomista Partido Federalista, luego Partido Libertado y el más “brasilerista” Partido Republicano Riograndense.
Esta semi liberalidad electoral uruguaya, contrariada por el autoritarismo y potencial manipulación de las listas sábanas, inexistentes en otros países, y que, más allá de su origen conservador, hoy quieren imponer en naciones vecinas -que votan cruzado todos los candidatos- las izquierdas más abyectas para perpetuarse gobernando, permitió formar desde un viejo Partido municipalista en Rivera hasta la actual Concertación en Montevideo. Ese regionalismo debe ser respetado y potenciado, no el de los frustrados suicidios propuestos por la impresentable Topolansky…
Ahora… más allá de aplausos localistas…. ¿Para qué sirve un intendente?
¿Para hacer crecer los fines secundarios de su administración a niveles insoportables, impensables e innecesarios, como el Banco Municipal que (mal inspirado en el extranjero) quería Arana -quien nos debe los cisnes en el Pantanoso y Melilla transformado en Aeroparque…- o el canal de televisión municipal, ahora anunciando incursionar en TV abierta, acomodando amigos? ¿Para financiar un soso carnaval larguísimo -sea en Montevideo o en Melo…- y que no da lugar al turismo que dicen creer que genera, o para “semanas de esto o lo otro”, cuando la ecuación no lo justifica ni remotamente, sea en el Prado o en la de la Cerveza? ¿Para apoyar o financiar la llegada de este u otro artista extranjero (pero aquél no, que no le gusta al entorno del intendente de turno…)? ¿Para incluso ayudar a publicaciones extranjeras amigas?
¿Para mantener una recolección de basura privada en algunos barrios, y pública en otros, en lugar de privatizar todo, inclusive si se debe pagar salarios a domicilio, que se gasta menos en combustible, uniformes, agua, luz, papelería, teléfonos, repuestos, etc.?
¿Para financiar algunos teatros barriales que no trabajan más de 20 días al año? ¿Para proclamar que “entre tapar un pozo y alimentar a un chico, alimentamos al chico”, aunque no se tapen pozos y persista el hambre en Montevideo y Canelones? ¿Para -cantinflescamente- tener decenas de asesores, secretarías, direcciones (hasta de Relaciones Exteriores…), departamentos, etc., y que cada oneroso trámite sea un largo suplicio para el contribuyente? ¿Para mantener costos por dichas tramitaciones, que, de tan altos, usualmente invitan a evadirlos, especialmente a nivel edilicio? ¿Para que piensen dos veces antes de obligarse a conseguir imprescindibles auspiciantes privados para sus elencos artísticos, si es que los tienen y los deben tener…? ¿Para mantener un servicio fúnebre de pobres, en lugar de convenir con prestadores particulares brindar los mismos con menos gasto y más dignidad? ¿Para conceder privilegios medievales como “X” cantidad de chapas de taxi cada tantos años, o líneas de buses, en lugar de dejar que, cumpliendo las normas laborales y de seguridad los privados se auto regulen, en beneficio del consumidor, reglas claras mediante? ¿Para cobrar los impuestos prediales y vehiculares (me niego a llamarlos hipócritamente “contribución”, cuando me ponen una 9 mm?
¡No, señores!
Intendentes y alcaldes, están para barrer, limpiar, asfaltar, iluminar, restaurar, urbanizar, ordenar el tránsito, abrir y arreglar calles, plazas, monumentos, edificios públicos o veredas, y administrar zonas rurales si tienen en su jurisdicción, o facilitar el turismo en las mismas, fundamentalmente y abriéndose filosóficamente incluso -aunque no les haga inicialmente mucha gracia..- al inversor privado, pequeño, mediano o grande, tratando de generar recursos por todo concepto posible, hasta por publicidad en los recibos municipales, tratando de aumentar periódicamente aquellos destinados a obras (necesarias y justificadas, no faraónicas o mal hechas) y de perjudicar los bolsillos ciudadanos lo menos posible.
Por ahora, pocos votantes y menos jerarcas municipales -atrapados en ignorancias, complejos de culpa (nada mejor que hablar de “los pobres” para inhibir quejas ciudadanas!), compromisos y prejuicios- tendrán estos simples conceptos claros. En poco tiempo deberán defenderlos: no hay plata ni donde acomodar a más gente. De lo contrario, la evasión de tasas e impuestos municipales, será un deber patriótico…

|
|
AGREGAR A FAVORITOS
A+ / A-
IMPRIMIR
VOLVER AL INICIO
|
|
Testículos al Mausoleo |
Me había propuesto tomarme un "tiempo sabático". No escribir, ni antes ni después, para evitar interferir en las elecciones municipales. No obstante, llegó la hora de romper el silencio, y, como siempre, expresar lo que siento sin maquillaje.
Desde hace meses, vengo analizando la incoherente y perversa conducción de los Partidos Tradicionales por parte de Pedro Bordaberry y de Luis Lacalle Pou.
Nos entregaron en las elecciones nacionales, y nos acaban de entregar en las municipales.
Tanto ellos como otros dirigentes que fueron electos en octubre, han desaparecido de la escena política. Aparentemente ninguno quiere hacerse cargo de esta derrota histórica que sufrieron los partidos en las elecciones municipales en Montevideo y en otros departamentos.
No voy a dar vueltas para decir lo que pienso. Lo haré como lo hice siempre. Directo, sin temores ni compromisos.
Yo no le debo nada a ninguno de ellos. Ellos sí, me deben a mí, y a cada uno de ustedes. Les dimos nuestro voto y lo vendieron.
Los partidos tradicionales deben extirpar en forma urgente a sus líderes ocasionales. Han demostrado hasta el hartazgo NO tener el coraje necesario para encaminar un proyecto político.
Todo lo que han tocado lo han transformado en excremento. Ayer decían luchar por la Intendencia de Montevideo. En estos días los escuchamos analizar con felicidad el posible triunfo en un barrio capitalino.
Creo que todos ellos deberían extirparse los testículos y depositarlos en el Mausoleo. ¡Váyanse a sus casas!
Dejen que nosotros, los orientales de a pie, seguiremos luchando por las nuestras. Encontraremos el camino para recuperar nuestros valores y estilo de vida.
Han llegado al más de los ridículos y ordinario final, al punto que la “fábrica” de políticos está largando todos los modelos malogrados.
Lo peor es que el molde sigue siendo el mismo, razón por la cual los políticos que surjan de ese molde, saldrán fallados.
Está en nosotros, de ahora en adelante, sin pausa y con firmeza, romper y sustituir esos viejos moldes perimidos.
Si ejecutamos un plan firme y coherente para desembarazarnos de una vez y para siempre de toda esta camandulera legión de mediocres y lascivos, sin distinción de divisas partidarias, resultaría menos cruento que hacerlo después.
Podemos, si estamos dispuestos, provocar de un solo golpe la extirpación total, tanto política como física.
Jorge Azar Gómez

|
|
AGREGAR A FAVORITOS
A+ / A-
IMPRIMIR
VOLVER AL INICIO
|
|
Alberto Medina Méndez |
Un alegato consistente que enamore |
Los eternos opositores al modelo vigente siguen buscando atajos para salir del caos. Saben que el presente es lamentable y que resulta imperioso evitar la inercia actual, pero su ansiedad suele empujarlos hacia ingenuas confusiones, invirtiendo tiempo en estériles esfuerzos intermedios.
Algunos creen, con esperanza, que la aplicación de las nuevas tecnologías puede transformarlo todo mágicamente. Otros, mucho más cándidos, anhelan la llegada triunfal de ese líder carismático aclamado por las masas que con su encanto natural modificará el rumbo para siempre.
Es paradójico que quienes critican al populismo por fomentar el saqueo redistributivo y promover la holgazanería enfoquen todas sus energías hacia un esquema tan idéntico desde lo estratégico al supuestamente reprobado.
No es que las herramientas modernas no sean útiles para seducir a los ciudadanos de buena voluntad. No deben despreciarse esas eficaces variantes. Tampoco se trata de rechazar a esos dirigentes que logran esa indispensable empatía con la sociedad y que comprenden, aunque sea parcialmente, el daño que el populismo les ha generado a sus comunidades.
Luego de tantos intentos por estas tradicionales vías es necesario comprender la reinante dinámica social y el intenso anclaje que ciertas posturas tienen en la sociedad, esas que no retrocederán tan fácilmente.
Los eventuales fracasos económicos del populismo contemporáneo no han sido suficientes para arrinconar a un sistema de ideas tan arraigado en los ciudadanos. La gente se enfada por algún tiempo y reclama cambios en el sentido inverso, pero solo como parte de una coyuntura accidental, para salir del paso, y no porque hayan modificado su visión definitivamente.
Siempre encontrarán culpables para responsabilizarlos de su eventual traspié. Algunos dirán que fue la corrupción o la ineptitud del demagogo de turno. Tampoco faltarán quienes recurran al infalible argumento del poder de las corporaciones y la siempre posible confabulación del poder económico internacional como causantes de esa renovada frustración.
No se asumirá con convicción esa derrota ideológica si no se interpretan las ocultas raíces de su verdadero descalabro y se las reemplaza por nuevas miradas que expliquen lo que ha sucedido con una congruencia irrefutable.
Por eso, es preciso hurgar en las entrañas de la política, para entender que el sacrificio preciso es superior y probablemente mucho más prolongado que lo que la vida terrenal permite a un individuo en la actualidad.
Es posible que cierta vocación de poder personal nuble la vista y proponga llegar a la cima de un modo veloz. Muchos se entusiasman con esa posibilidad y descartan el meritorio esfuerzo consistente, sustituyéndolo por meros espejismos. Esa dinámica simplista solo alimenta ciertos apetitos personales, pero no resuelve de modo alguno el problema de fondo.
El populismo puede tropezar, pero solo se atrinchera para esperar una nueva oportunidad y obtener otra vez el poder. Las evidencias cuentan que cuando eso sucede, lleva demasiado tiempo retomar el sendero adecuado.
Hace falta mucho más que una suma interminable de pequeños y creativos trucos, innovadores instrumentos y modestos líderes con personalidad para cambiar el curso de los acontecimientos de un modo sustentable.
El ahínco debe ser superlativo, prolongado en el tiempo, y sobre todo coherente a lo largo de su recorrido. Habrá que armarse de paciencia y abandonar la premura si se quiere, en serio, lograr el desenlace esperado.
Se necesita cuanto antes un alegato que tenga solvencia, que resista los embates más elementales. No solo se debe proponer un planteo lógico, sino que se debe apelar a los sentimientos. Lo que se dice y escribe no solo debe responder a la racionalidad, sino que también debe enamorar.
La gente respeta, inclusive desde el disenso, a los que son capaces de alinear discurso y acción. No lo hace solo por un puñado de elementos aislados, sino cuando percibe una coherente y prolongada línea de aciertos.
Nadie dice que deban desecharse los ocasionales caminos cortos ni aprovechar cada tropiezo y torpeza del régimen para avanzar, pero es importante no caer en el infantilismo de ilusionarse con ciertas fantasías. El cambio vendrá de la mano de algo mucho más significativo y trascendente.
En el mientras tanto, es probable que el populismo vaya mutando de matices, y sea reemplazado secuencialmente por versiones más moderadas, con miradas parecidas, pero que conserve su esencia intacta. Mostrar versiones más amigables, no es más que un mecanismo de defensa. Esa dinámica constituye un riesgo mayor porque cuanto más presentable es el personaje que enarbola esas banderas, mas difícil será superar esa etapa.
Sus características básicas seguirán estando presentes de modo muy estable. Corrupción a mansalva, falta de transparencia, concentración del poder, inexistente independencia del poder judicial, economía intervenida y manipulada discrecionalmente, control del aparato electoral, presión a los medios de comunicación e intimidación a los disidentes, serán solo parte de ese catálogo inagotable de inmorales demostraciones de poder.
El populismo no es sinónimo de criminalidad, desmadres económicos y escándalos políticos. Esas son solo algunas de sus consecuencias más evidentes. Sus raíces son mucho más complejas y profundas. Para erradicarlas definitivamente habrá que construir, con paciencia, perseverancia y seriedad, un alegato consistente que enamore.

|
|
AGREGAR A FAVORITOS
A+ / A-
IMPRIMIR
VOLVER AL INICIO
|
|
ADVERTENCIA: Los artículos periodísticos firmados son de la exclusiva responsabilidad de sus autores. La Dirección.
|
|