Edición Nro. 2273 - Punta del Este / Uruguay
enfoques 19 de agosto de 2022
 
 
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MÁS ALLÁ DEL RÍO DE LA PLATA - ENFOQUES COMPARTIDOS f
Enrique Guillermo Avogadro
¿Cuál Argentina?
  • “No es con el oro sino con el hierro que se recupera la Patria”. Marcus Furius Camillus

En medio del alucinante caos en que hemos convertido la realidad nacional, donde una PresidenteVice está siendo juzgada por comandar una asociación ilícita creada para saquear al país y un líder subversivo reivindica públicamente el terrorismo, resulta lógico preguntarse qué país queremos y, sobre todo, cuál será el que conseguiremos dejar en herencia. Esta misma semana, el panorama general dejó algunos penosos ejemplos que justifican dudar acerca de qué, realmente, podremos lograr cuando nos toque volver a votar y logremos desalojar a los ladrones que nos gobiernan.
Nadie duda ya del pavoroso cuadro que todos los análisis pintan respecto al profundo deterioro, casi terminal, de la educación en nuestro país, con tantos chicos excluidos de las escuelas por la pobreza, la falta de capacidad y la ausencia permanente de los docentes, amén de la carencia de conectividad en los hogares humildes durante la tan malsana “cuareterna” que impuso el Gobierno. En ese marco, el principal sindicato de “trabajadores de la educación”, CTERA, conducido por el nefasto Roberto Baradel, profundizó el drama al decretar una huelga nacional para respaldar a uno de sus representantes, condenado por la Justicia por incendiar la Legislatura de su provincia. O sea, dejó sin clases –y, en muchos casos, sin comer- a millones de niños por defender a un delincuente.
En paralelo, tampoco ignoramos el monumental déficit que conlleva la operación de Aerolíneas Argentinas, “su (de La Cámpora) compañía”, que llega a una cifra de US$ 800 millones por año. Y eso a pesar de cerrar los cielos y hasta el aeropuerto de El Palomar y perseguir y expulsar del país a las empresas “low cost” para evitar su leal competencia, que tantos beneficios habían llevado a todos los argentinos por la gran vinculación que permitieron entre las provincias sin necesidad de pasar por Buenos Aires. La cantidad de pilotos por avión apto para volar que mantiene la empresa supera en mucho a esa relación en todas las líneas aéreas del mundo, y los salarios que aquí se pagan son tan elevados que resultan obscenos en comparación con el resto de la población.
El Poder Ejecutivo, acosado por una crisis económico-social a la cual no parece encontrar salida, anunció -sin detalles- que recortaría el gigantesco gasto público que él mismo ha llevado a las nubes y que, ante la falta de fuentes genuinas de financiación, pretende compensar con una emisión de moneda ya fuera de control. Ante ese potencial peligro para sus ansias de rapiña, el desmadrado Pablo Biró, que comanda el gremio de los pilotos, APLA, avisó que decretará nuevos paros si ese inevitable ajuste afectara a sus insólitos privilegios, privando –como siempre en épocas de gran tráfico aéreo- a la población del derecho a viajar.
Y el último de los pantallazos, sin duda el más grave, que complican aún más el panorama de esta trágica Argentina, fue la celebratoria presencia de tantos y tan poderosos representantes de la “patria contratista” en la asunción de Sergio Massa como Ministro de Economía. Ese coro tan festivo de pescadores en bañaderas y cazadores en zoológicos augura que, por delante, tenemos todo el pasado nacional –gracias, Jorge Luis Borges- que nos empobreció por generaciones, ya que sin duda se beneficiarán de la arbitrariedad con la que los funcionarios corruptos deciden temas tan relevantes como las tarifas eléctricas y de gas, las inversiones en litio, el acceso a divisas a precio oficial, los contratos de “dólar futuro”, etc., etc..
Son aquéllos a quienes cabe a la perfección el calificativo de “expertos en mercados regulados”, con el cual Repsol justificó la “venta” del 15% (+ 10%) de YPF a los Eskenazi, claros testaferros de los Kirchner que lo único que sabían de la industria petrolera cargar combustible en sus automóviles, sin poner un centavo. La operación resultó tan gravosa para la Argentina que le costó el autoabastecimiento energético, del cual derivó la necesidad de importar gas que, a su vez, produjo –además de muchos negocios turbios- un fenomenal drenaje de reservas del Banco Central y, finalmente, es causa de la inflación que nos destruye.
Cuando digo que fue gravoso me refiero, claro, no sólo al precio que pagó Axel Kiciloff (US$ 10.000 millones) a la empresa española después de haber asegurado, pública y registradamente, que sería ella quien debería pagar al Estado por los daños ambientales que había producido durante su administración de la compañía, sino que la expropiación del 51% de YPF, que aún pertenecía a Repsol, se hizo violando el estatuto social, que obligaba a quien tomara el control ofertar por el resto del paquete accionario. Eso es lo que está en juicio en los Tribunales de Nueva York, al borde de una sentencia que podrá resultar contraria a los intereses nacionales por un monto que oscila entre US$ 5.000 millones y US$ 20.000 millones; sospecho (así lo escribí y fue profusamente publicado hace siete años) que, detrás de esos “fondos buitres”, está la propia familia bi-presidencial.
En resumen, y dada la situación en que el Gobierno está condicionando gravemente el futuro a través de un impagable endeudamiento en pesos, que se ha transformado en una inmensa bola de nieve que crece a razón de billones por mes, y hasta rapiña los encajes de los depósitos en dólares de los particulares, cierro esta nota con la pregunta del título: con este estado de cosas, con la anomia que reina en el país, con el geométrico crecimiento del narcotráfico, con el 50% de la población bajo la línea de pobreza y con los incontrolados y múltiples planes sociales clientelistas, ¿es viable esta Argentina en democracia o deberemos refundarla?




ADVERTENCIA: Los artículos periodísticos firmados son de la exclusiva responsabilidad de sus autores. La Dirección.



La fuerza de las ideas
Por Julio María Sanguinetti. Nuestro último libro, “La Fuerza de las Ideas”, ha dado lugar a algunas discusiones públicas y muchas otras en ámbitos políticos, que como autor nos gratifican aún cuando algunas puedan ser bienvenidas críticas. Ante todo, porque poner en el debate las ideas ya es de por sí de un enorme valor en este tiempo de redes innominadas, informaciones superficiales o lectura digital en “picoteo”.

Tampoco es ocioso señalar que en estos días hay un cierto desapego hacia la mirada histórica, en nombre de las exigencias del futuro. Nunca está de más repetir la vieja frase de Marc Bloch: “la ignorancia del pasado lleva inevitablemente a la incomprensión del presente”. Esta verdad se prolonga más allá, porque el modo maduro de mirar hacia adelante es tener clara conciencia de cómo se construyó el presente, de cuál es el origen de las cosas y poder así, con perspectiva, distinguir lo que es real innovación de lo que es solo moda, o valorizar lo importante ante lo que aparece simplemente como urgente.
Hay quienes creen que no tratamos a Herrera y al Herrerismo con suficiente objetividad, cargando demasiado las tintas en aspectos históricos de agudo enfrentamiento con el Batllismo. No faltan quienes inscriben este cuestionamiento en el marco de la actual Coalición, alegando su inoportunidad. En cuanto a esto, observamos el asunto desde un lado exactamente opuesto, porque hoy debiéramos gratificarnos de poder estar juntos en un gobierno quienes tuvimos tantos enfrentamientos históricos. Por supuesto, que no soy “objetivo” porque miro esa construcción ideológica desde el ángulo de la filosofía colorada y batllista, pero siempre con una “intención de verdad”.
Ese es, justamente, el tema del libro: de como el Partido Colorado, en una trayectoria que le ubica en el gobierno en dos tercios de los dos siglos de vida republicana, impregnó su estilo y la mayoría de sus ideas, a la construcción del Estado uruguayo. Éste aparece hoy como un dato de la realidad para las nuevas generaciones, que no siempre tienen la perspectiva necesaria para entender el significado de ciertas instituciones o principios y mucho de su origen partidario. Nada hay más constructivo que evocar esos debates para advertir cómo la dialéctica democrática llevó al Uruguay de hoy a ser lo que es. Nada es el fruto de la casualidad y los enfrentamientos entre batllistas y herreristas siguen siendo parámetros de comprensión profunda para nuestra realidad presente.
¿Podemos ignorar que, pasada ya la primera presidencia de Don Pepe, con un país ya más maduro en su estabilidad política, bastó el anuncio, desde Europa, de que sería candidato nuevamente, para que se llamara a las armas? La mirada veraz sobre los hechos es el único modo de mirar hoy con respeto a ese pasado y darle particular valor a los acuerdos presentes.
En lo que hace al Dr. Herrera, como joven militante batllista, lo sentí siempre tenaz rival, pero leyéndolo en sus obras históricas adquirimos al mismo tiempo un gran respeto por su inteligencia y cultura. No siempre coincidimos, naturalmente, él abreva en otras fuentes, pero hay obras como La Tierra Charrúa, que mantienen particular vigencia, o bien La Misión Ponsomby, que fue un enorme aporte documental al proceso de nuestra independencia definitiva.
Desde otro ángulo, constantemente sectores del Frente Amplio se apropian de la figura de Batlle y Ordóñez o invocan el ideario batllista pretendiendo usurpar sus valores en la dimensión social que le dio a la democracia liberal. Aprovechan, como decimos, que la mayoría de las ideas batllistas, ya han perdido filiación partidaria al incorporarse al Estado. Por supuesto, quienes apelan a ese presunto batllismo esconden lo principal: que el Batllismo es un movimiento estrictamente democrático y por lo tanto se ubica en las antípodas de quienes creen que Cuba, totalitarismo de partido único, es una forma especial de democracia o que Venezuela y Nicaragua no son dictaduras; que el Batllismo, por liberal, cree en la economía de mercado y no en la del socialismo colectivista, que solo ha llevado a los países a la pobreza; que el Batllismo, por republicano, cultor de la tolerancia y la igualdad ciudadana, es irreconciliable con la interpretación clasista que siguen haciendo el socialismo y todos sus movimientos cercanos; que el Batllismo, por su internacionalismo, es un cultor del derecho y no ha transado nunca con los movimientos totalitarios que aun llevan al mundo a la guerra. Esa fragilidad de su convicción democrática es la que hizo que el Frente Amplio acompañara el golpe de Estado de febrero de 1973, con la misma confusión que siguen sufriendo hoy en el análisis de nuestro mundo.
En todo caso, nos gratifica que se debata, que se discuta, que se entienda que las ideas importan. Que la política y la historia, no son solo la figura de los grandes hombres, porque estos -por grandes justamente- siempre representan ideas. Y que ellos tampoco son la simple resultancia de corrientes sociales o económicas, porque la voluntad, capacidad y mérito de los seres humanos son también parte de la historia. (Nota que se comparte con Correo de los Viernes)



 



 

 
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