Edición Nro. 2250 - Punta del Este / Uruguay
enfoques 4 de marzo de 2022
 
 
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MÁS ALLÁ DEL RÍO DE LA PLATA - ENFOQUES COMPARTIDOS f
Enrique Guillermo Avogadro
Las puertitas de los señores Fernández
  • “Los miembros de esta generación tendremos que lamentarnos no sólo por las palabras y los actos de las malas personas, sino por los clamorosos silencios de las buenas”. Martin Luther King
Alberto Fernández dio una estupenda muestra de oportunidad cuando, hace pocos días, se prostró ante Vladimir Putin y le ofreció convertir a la Argentina en la puerta de entrada de Rusia a Latinoamérica. En teoría, lo hizo para obtener ayuda –que no consiguió- para hacer frente a la crisis que nos agobia por responsabilidad de su gobierno, caracterizado por su supina ignorancia, su manifiesta incapacidad, su notoria impericia, su trasnochada ideologización, su lógico internismo y su constante latrocinio.
Lo hizo mientras ruega que el FMI acceda a firmar un acuerdo que nos evite caer al abismo del default generalizado; a pesar de todos nuestros records en la materia, nunca incurrimos en esa inconducta frente al organismo. Obviamente, el Meme que nos gobierna no sabía que Rusia ya está presente, económica y militarmente, en Cuba, Venezuela y Nicaragua, por lo cual nuestra importancia –en realidad, insignificancia- como cabeza de playa rusa en la región carece de interés para el tirano ruso.
Y confirmó que nuestra Cancilleríano tiene la menor idea de geopolítica y que, en lugar de atender a los intereses permanentes de la nación, prioriza las afinidades ideológicas del kirchnerismo. Menos de veinte días después de humillarse ante el auto-percibido zar, éste invadió Ucrania sin limitarse, como pensaban las almas buenas, a ocupar las provincias ruso-parlantes; mientras escribo, sus blindados ingresan a Kiev, la capital de una nación independiente que, salvo solicitar su incorporación a la OTAN, nada ha hecho para desatar la furia conquistadora de Putin. Es probable que, ante la clara prueba de la falta de interés de la coalición en entrar en una guerra convencional y, menos aún, enviar tropas al escenario del conflicto, Rusia se limite a instalar un gobierno títere en Ucrania, tal como hizo en otros ex-miembros de la URSS.; sin embargo, nadie debería olvidar que también lo eran Polonia, Estonia, Lituania y Letonia, etc., hoy integrados a la OTAN y, como tales, amenazantes fronteras para Putin.
La situación en Europa seguramente está siendo analizada detenidamente por Xi Jinping para considerar su propia vocación por incorporar a Taiwan a la República Popular China. Si decidiera usar la fuerza militar para lograr la anexión de la isla, pondría a prueba la fortaleza de la alianza de Estados Unidos con los países vecinos (Japón, Corea del Sur, Filipinas, Australia, etc.) y la notoria debilidad que ha mostrado Occidente al aplicar sólo sanciones económicas a Rusia puede dar alas a su ambición.
Cristina Kirchner también abrió otra peligrosa puerta cuando nos puso, hace ya una década, en la mesa de arena de los conflictos mundiales al entregar a China territorio nacional -en Bajada del Agrio, Neuquén- para que construyera y equipara una base militar que usa para el rastreo y el control (¿también la interferencia?) de la actividad espacial internacional; si el conflicto armado continuara escalando, y es probable que así suceda, resulta indiscutible que la instalación se convertirá obligadamente en blanco de un ataque aliado, ya que Occidente no podría permitir que actúe sobre los numerosos sistemas satelitales.
También contribuyó a ese posicionamiento el inefable Alberto quien, según afirmó indignado el Embajador de China ante Argentina, el insólito Sabino Vaca Narvaja, en su reciente visita a Beijing –también fracasada en sus aspiraciones de ayuda- juró que entregaría la hidrovía del río Paraná (principal ruta de exportaciones argentinas) a Xi Jinping, pero su empresa fue descartada en forma sospechosa de la reciente licitación, tal como expresó en una reciente y muy quejosa solicitada.
El primer efecto de la agresión rusa sobre los mercados mundiales fue, naturalmente, la fuerte suba en los precios de los cereales y la energía. Si bien es cierto que las fantásticas cotizaciones que alcanzaron desde el miércoles la soja, el trigo, el maíz, etc., beneficiarán a la Argentina al mejorar el ingreso de divisas, no lo es menos que impactarán m en la inflación; seguramente, el Gobierno intentará, una vez más, “desacoplar” los precios internos de los internacionales pero, si lo hace, generará una nueva guerra con el campo, tal como sucedió cuando pretendió en 2008 aplicar la Resolución 125, que murió por el voto “no positivo” de Julio Cobos.
Mucho más negativo será el aumento del gas que, a pesar de contar con las enormes reservas de Vaca Muerta, debemos importar masivamente por la pérdida del autoabastecimiento debido al irrefrenable deseo de Néstor Kirchner de robarse el 25% de YPF, por el insensato populismo que obliga a subsidiar el consumo, y por la corrupción y la intromisión del Estado, incluyendo el permanente cambio de reglas de juego, en los sectores de generación, transporte y distribución de energía, sea de luz, sea de gas. Para tener una idea de la gravedad de la situación, basta con pensar que los subsidios representan 2,3 puntos del PBI y que, si persiste el escenario bélico, deberán incrementarse en US$ 4.500 millones este año, cuando el Banco Central no tiene ya divisas para afrontarlo.
El martes, la disfuncional dupla que nos gobierna exhibirá un nuevo “pas de deux” cuando el Meme abra las sesiones ordinarias del Congreso; subsiste la incógnita acerca de cuál será su disfraz esta vez, cuando el Carnaval esté concluyendo y deba mostrar qué dice el acuerdo con el FMI.



ADVERTENCIA: Los artículos periodísticos firmados son de la exclusiva responsabilidad de sus autores. La Dirección.



Hay mucho para cuidar
  • Más que nunca, no derogamos. Más que nunca, cuidemos la coalición. Más que nunca, los colorados en la responsabilidad, como nos lo mandan nuestra identidad, nuestra historia y nuestro futuro.

(Por Julio María Sanguinetti) Más que nunca, las vicisitudes por las que atraviesa este convulsionado mundo nos deben llevar a valorizar la estabilidad de que goza nuestro país, un islote de paz, continuando con el cambio emprendido por la coalición republicana.
Todos estamos sacudidos por lo que está ocurriendo en Europa. Apenas repuestos de la irrupción pandémica, que abruptamente nos devolvió a tiempos que creíamos definitivamente relegados a las amarillas páginas de viejas crónicas, de nuevo suenan los tambores siniestros de la guerra. Es un episodio europeo, pero que no se ve como lejano porque hoy la comunicación le da presencia instantánea a todo. Se pierden vidas, se destruyen ciudades, se ofrece pobreza. Una vez más, por otra parte, se sabe cómo algo empieza pero no cómo termina: Putin pensó que esto era un paseo y se ha encontrado con una resistencia heroica aque conmueve a la humanidad entera.
Europa ha quedado enfrentada a sus debilidades. Su carencia de una fuerza militar que sirviera de psicológica disuasión a los extravíos expansionistas y, al mismo tiempo, su dependencia del gas ruso, que le ha impuesto repensar todos los aspectos de su seguridad. Ya no será la misma Europa. Tampoco la misma Rusia. Hasta Finlandia y Suiza abandonan su neutralidad tradicional. Alemania aumenta su presupuesto militar. Todo parece darse vuelta.
Desde nuestra lejanía geográfica, sin embargo, todos estos episodios nos hacen una vez más el llamado a cuidar los valores esenciales de nuestro sistema, preservarnos del riesgo de los maximalismos, tomar real conciencia de que la paz y la estabilidad no tienen precio. Estamos en una región inestable, con gobiernos iracundos, economías que crujen, monedas que suben y bajan. En la comparación, está claro que nuestro país luce como un islote de tranquilidad. Así se le ve desde afuera y es verdad. Nuestro país tiene mucho para cuidar. Esa es una reflexión profunda que nos debemos en este tiempo de inesperada campaña, en que gobierno y oposición dirimen la sobrevivencia de una ley que desde hace un año y medio regula diversos aspectos de la vida del país.
Todo esto nos refuerza en la idea de que más que nunca hay que seguir adelante con la obra del gobierno de coalición, mantener el ritmo de la administración, no retroceder en asuntos tan sustantivos como la seguridad o la educación. Hace dos años la ciudadanía votó por un cambio. El mismo se viene adelantando, pese al factor perturbador de la pandemia que le cambió los ritmos. En seguridad se ven luces claras, en educación empiezan a asomar. Los cataclismos anunciados por la oposición se han desvanecido en los hechos, porque ni el gatillo fácil, ni el debilitamiento de Antel, ni la privatización de la educación, han tenido la menor virtualidad. El país empieza su recuperación económica, con un crecimiento en el año pasado superior al 4% y una mejoría en el empleo. Como esto se viene logrando, reaparece entonces el reclamo de la recuperción salarial.No fue la prioridad en medio de la pandemia. El empleo era lo acuciante y hoy estamos en niveles parecidos a 2019. En estos dos años que vienen, se tendrá que avanzar en los ingresos. Es lo que viene. Naturalmente, siempre que el mundo no nos mande malas noticias y que nosotros no introduzcamos un factor de estancamiento, como sin duda sería derogar la LUC.
Más que nunca la estabilidad aparece como el mayor valor. La derogación sería muy negativa para la ciudadanía. ¿Imaginan el desaliento de la Policía? ¿Imaginan la irrupción de la cuestionada Fenapes en un renacido Consejo de Secundaria? ¿Las adopciones retornan a su viejo ritmo? ¿El derecho a la libre circulación en las rutas y vías de tránsito, se cuestiona nuevamente? ¿La ocupación pasa a ser un recurso habitual de la acción sindical? ¿Los rapiñeros pueden pedir de nuevo sus libertades anticipadas y recomenzar el espinoso camino una benignidad que si responde al clásico sentimiento humanista del país se choca con una excepcional crisis de seguridad que recién ha empezado a revertirse? ¿Volvemos a la impunidad de las bocas de pasta base bajo el rótulo de que la prioridad es el gran narcotráfico?
El Uruguay tiene mucho para cuidar. El gobierno goza de un apoyo popular que se sustenta en su gestión de la pandemia, en el clima de libertad que ha preservado, en el apoyo social brindado a los más desvalidos y en la recuperación del empleo. No es tiempo para aventuras ni volantazos en la conducción del país.
Más que nunca, no derogamos. Más que nunca, cuidemos la coalición. Más que nunca, los colorados en la responsabilidad, como nos lo mandan nuestra identidad, nuestra historia y nuestro futuro. (Nota que se comparte con Correo de los Viernes)

Sindicatos y Monopolios
  • The Economist explica el "éxito silencioso de Uruguay" y sus mayores obstáculos. El medio británico publicó un artículo en el que describe el éxito de Uruguay entre sus pares, que atribuye a factores como la negociación política y ser "business friendly" (amigable a los negocios). A su vez, destaca que "los sindicatos poderosos pueden ser un obstáculo para la reforma" en el país, y que los "monopolios estatales ineficientes aumentan costos para los negocios"

El recuerdo perdurable de un visitante de Montevideo puede ser que no sea muy memorable en absoluto. A diferencia de las playas de moda de Río de Janeiro o el esplendor de los barrios más elegantes de Buenos Aires, pocas partes de la ciudad se destacan. El centro es agradable, pero muchos edificios parecen necesitar una mano de pintura. La característica más famosa es la Rambla, una avenida costera que es posiblemente el pavimento continuo más largo del mundo.
El aburrimiento de Montevideo, sin embargo, es un síntoma del éxito silencioso de Uruguay. El país cuenta con la clase media más grande de América Latina, que comprende casi dos tercios de la población, en comparación con un promedio de alrededor de un tercio en otros lugares. Tiene el ingreso per cápita más alto de la región; algunos de sus niveles más bajos de desigualdad, y ha eliminado más o menos la pobreza extrema. En 2019, solo el 0,1 % de la población ganaba menos de 1,90 dólares al día, según el Banco Mundial. Su capital puede carecer de glamour, pero también carece de corrupción.
Y mientras que otros gobiernos latinoamericanos fracasaron durante la pandemia, el de Uruguay tomó un camino intermedio sensato. Luis Lacalle Pou, el presidente de centroderecha, se centró en las vacunas y las pruebas en lugar de los largos cierres. El 70% del país de 3,5 m recibió dos pinchazos en seis meses. Fue el primer país de la región en reabrir escuelas. Según estadísticas oficiales, Uruguay ha sufrido poco menos de 7.000 muertos por covid-19. ¿Qué puede enseñar un lugar tan modesto a sus vecinos peor administrados?
Uruguay tiene algunas ventajas estructurales. Los colonialistas españoles la llamaron la “tierra sin ganancias”, ya que no tenía metales preciosos ni mano de obra indígena barata. Sin embargo, estas aparentes fallas en realidad resultaron ser fortalezas. La falta de rentas fáciles ayudó a alejar a los oligarcas. Una población bastante homogénea evitó la marcada desigualdad racial de lugares como Brasil.
Uruguay también es sorprendentemente secular. En 2014, el 37% de sus ciudadanos eran agnósticos o ateos, en comparación con el 20% en la región en su conjunto, según el Centro de Investigación Pew. En la misma encuesta, fue el único país de América Latina donde la mayoría dijo que los líderes religiosos no deberían tener ninguna influencia en la política. En parte como resultado, el divorcio se legalizó en 1907, 97 años antes de que Chile hiciera lo mismo. El matrimonio entre personas del mismo sexo, el aborto y la venta de cannabis son legales.
Pero la buena fortuna de Uruguay no es simplemente el resultado de una circunstancia histórica. La Constitución debilita el poder del ejecutivo y obliga a quien esté en el poder a negociar con los partidos de oposición. Uruguay tiene un modelo administrativo inusual en el que los directorios de las entidades públicas, desde la empresa de agua hasta el banco estatal, incluyen tanto a miembros de la oposición como del partido de gobierno.
Después de una crisis económica en Argentina a principios de la década de 2000, Uruguay comenzó a desvincular su economía de la de su vecino esclerótico. Entre 2001 y 2021, la participación de las exportaciones destinadas a Brasil y Argentina cayó del 37% al 24%. La economía aún depende de las exportaciones agrícolas y el turismo, pero los sucesivos gobiernos también han tratado de impulsar la tecnología. Uruguay es ahora uno de los mayores exportadores de software del mundo, en relación con su población. En 2006, fue pionera en una política que le dio a cada estudiante una computadora portátil. Eso facilitó el aprendizaje remoto durante el covid-19.
El país es favorable a los negocios. Cuenta con 12 zonas francas donde se suspenden muchos impuestos. En parte como resultado, la escena de las startups está en auge. El año pasado, dLocal, un sistema de pagos digitales y el primer unicornio del país (una empresa privada con un valor de $ 1 mil millones o más) vio aumentar su valor a casi $ 10 mil millones cuando cotizó en Nueva York. Los empresarios argentinos, hartos de la política populista, han acudido en masa a Uruguay. Incluyen a Marcos Galperin, cofundador de MercadoLibre, una empresa de comercio electrónico que se convirtió brevemente en la empresa de mayor valor en América Latina durante la pandemia.

Lacalle Pou busca acuerdos de libre comercio con China y Turquía
Lo que hace posible todos estos éxitos es una política notablemente estable. El gobierno populista en toda la región a menudo conduce a cambios drásticos en las políticas cuando los gobiernos cambian de manos. Por el contrario, la coalición de centroderecha de Lacalle Pou, que llegó al poder en 2020, no ha revertido las políticas que introdujo el anterior gobierno de centroizquierda, como aumentar el gasto en educación y salud. Quiere recortar el gasto público en 1.000 millones de dólares, pero planea hacerlo reduciendo las ineficiencias y reduciendo la nómina del gobierno.
La política estable va acompañada de una fe duradera en la democracia. Tres cuartas partes de los uruguayos les dicen a los encuestadores que sus votos siempre se cuentan de manera justa, en comparación con el 18% de los encuestados en Colombia. Uruguay es el único país de la región donde la mayoría no cree que los ricos compren influencia política.
No todo es color de rosa, por supuesto. Los sindicatos poderosos pueden ser un obstáculo para la reforma. Aproximadamente el 30 % de los trabajadores son miembros de sindicatos, en comparación con un promedio regional del 16 % (y solo el 10 % en los Estados Unidos). Casi todos los trabajadores, tanto en el sector público como en el privado, están cubiertos por acuerdos de negociación colectiva. Los maestros, en particular, se resisten al cambio. La mayor parte del aumento en el presupuesto de educación en las últimas dos décadas se destinó a los salarios.
Mientras tanto, los monopolios estatales ineficientes aumentan los costos para las empresas. El sindicato de telecomunicaciones está luchando para derogar una ley que permite a los clientes conservar su número de teléfono móvil si cambian de proveedor, ya que eso estimularía la competencia. Tales restricciones dificultan la inversión extranjera, que es menor como proporción del pib que en Brasil, Chile o Colombia.
La popularidad de Lacalle Pou, impulsada por su respuesta a la pandemia, pronto podría verse afectada. El 27 de marzo, el gobierno llevará a cabo un referéndum sobre un paquete de leyes que aprobó en el Congreso bajo una ley de “consideración urgente” en 2020. Las 476 medidas abarcan desde la lucha contra el crimen hasta la desinfección de los mataderos. El gobierno, que era nuevo en ese momento, había estado dispuesto a seguir adelante con su agenda legislativa lo más rápido posible, incluso con métodos poco ortodoxos. Los sindicatos y la oposición presionaron por el referéndum. Dicen que los medios y la prisa con que se aprobó el paquete dañan la democracia y quieren derogar 135 de las leyes.
Las encuestas sugieren un electorado muy dividido. Pero la confianza en las instituciones permanece. Hay pocos indicios de populismo en las quejas de la oposición. El alboroto aún no ha dado lugar a grandes protestas callejeras, comunes en el resto de América Latina. “Sería difícil tener un Donald Trump aquí”, dice Adolfo Garcé, politólogo.

 

 

 



 

 
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