Edición Nro. 2232 - Punta del Este / Uruguay
enfoques 15 de octubre de 2021
 
 
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ENFOQUES COMPARTIDOS - MÁS ALLÁ DEL RÍO DE LA PLATA f
Enrique Guillermo Avogadro
El día siguiente de la noche anterior
  • “Una cosa es reposar en el fondo del mar (donde estuvimos varias veces); otra, muy distinta, es caernos del talud oceánico, abismo del que nadie ha vuelto con vida”.
    Jorge Fernández Díaz
Me parece que, a esta altura de los acontecimientos, debiéramos ponernos a pensar qué sucederá a partir del amanecer del 15 de noviembre, cuando se hayan conocido al menos la mayoría de los resultados de estas elecciones tan cruciales; tengo claro que fueran cuales fueran éstos, el abismo se habrá hecho presente, ya que el cuarto kirchnerismo resolvió, en el segundo semestre, recurrir a cualquier método para intentar conservar el poder, aún a costa de hipotecar dramáticamente su propio futuro.
El Banco Central, la Anses y el Pami quebrados, los exigentes compromisos de la deuda pública, el impedimento a las empresas de pagar sus créditos externos, la furiosa emisión monetaria, una inflación que se puede convertir en híper, el atraso en los tipos de cambio, los frenos a las importaciones de insumos industriales esenciales, el congelamiento de los precios de servicios y combustibles y el aumento de los consecuentes subsidios, la renovada guerra contra el campo con la anunciada “administración” por el Estado de los saldos exportables de granos y la prohibición de exportar carne, el desmesurado crecimiento del gasto público, la sideral proliferación de planes sociales, la insistente jubilación de ciudadanos sin años o aportes, los dramáticos índices de pobreza e indigencia, la falta de trabajo privado y el geométrico crecimiento del empleo público, mostrarán su rostro más duro esa misma mañana.
Entre muchos, hay un claro ejemplo del daño estructural que el popu-pobrismo le ha hecho al país. Ya en el gobierno de Néstor Kirchner, el irracional proceder en materia de tarifas nos hizo perder el autoabastecimiento energético y los ductos construidos para enviar gas a Chile y electricidad a Brasil se convirtieron en canales importadores. Esa política se basó en considerar a la energía (luz y gas) como derecho humano, tal como ahora se hace con las comunicaciones e Internet; los resultados, como quedó claro, fueron en sentido contrario, ya que la falta de inversores hizo aumentar los precios y disminuir la calidad de los servicios.
El mundo está abandonando el consumo de combustibles fósiles por el calentamiento global y, a la par, padece una enorme escasez de gas por la reconversión de la industria china, conminada a dejar de usar el carbón como fuente. Una política racional nos hubiera permitido abastecernos y exportar gas durante muchísimos años con Vaca Muerta; sin embargo, los permanentes cambios en las reglas de juego impidieron que se concretaran las inversiones necesarias y ese enorme reservorio parece condenado a permanecer bajo tierra definitivamente.
Y a tantos jinetes del Apocalipsis se sumarán, sin ninguna duda, los problemas que ya surgen diariamente en el Frente de Todos, un techo agujereado que, hasta la noche anterior, habrá cobijado a casi todas las tribus del justicialismo: peronistas feudales del interior, renovadores massistas, envejecidos pseudo-zurdos camporistas, barones del Conurbano, los traficados movimientos sociales y el corrupto mundo de los “empresarios” amigos; a título de ejemplo, ¿podrá Máximo Kirchner sostener su pretensión de presidir el PJ en la Provincia? Sabemos que el peronismo no perdona la derrota y quienes tenemos los años suficientes recordamos qué sucedió entre 1973 y 1976, cuando esas facciones decidieron dirimir a tiros, bombas y asesinatos sus diferencias internas.
El escenario no podría ser peor y amerita todas las especulaciones, tanto económico-financieras (¿maxi-devaluación, arreglo con el FMI, subsistencia de Martín Guzmán?) como políticas: ¿qué hará Cristina si la ciudadanía le prodiga un cachetazo igual o mayor que el que recibió en septiembre?; si algo tan probable como que el PresidenteNada renunciara o quedara incapacitado, ¿asumiría ella el cargo o también se correría?; ¿se radicalizará con sus recetas probadamente fracasadas?
Si en noviembre no mejorara sensiblemente el desempeño del Frente de Todos, perderá no sólo el quórum propio en el Senado, que ella administró con mano de hierro desde 2019, sino también la primera minoría en Diputados; los nonatos proyectos de “democratizar” la Justicia, colonizarla con propia tropa y conquistar la Procuración General serían definitivamente abortados; ¡qué peligro para la PresidenteVice en las causas por corrupción, pese al inédito y vergonzoso fallo del memorándum con Irán, que la absolvió sin hacer el juicio y que seguramente será apelado!
María Eugenia Vidal dijo que, si Juntos por el Cambio gana las elecciones reales en noviembre y, con ellas, la primera mayoría en Diputados, exigirá la Presidencia de la Cámara para uno de sus miembros; me parece un terrible error político, toda vez que aquél pasaría a integrar la línea de sucesión presidencial y, peor aún, se haría corresponsable del monumental desastre que ha provocado la gestión de los Fernández². La oposición debe asumir un rol tal que permita que el Gobierno, a través de quien fuera, lleve a término su mandato y asuma las consecuencias del desaguisado; cuando ejerza el poder real, si triunfa en 2023, habrá llegado su tiempo para reparar los terribles daños que dejará el kirchnerismo antes de extinguirse definitivamente. Ello no obsta a que se prepare ya para la eventualidad de verse obligada a asumir el Ejecutivo por defección de las actuales autoridades, elaborando un plan de gobierno y formando algo parecido a lo que los británicos llaman “gabinete en las sombras”.



ADVERTENCIA: Los artículos periodísticos firmados son de la exclusiva responsabilidad de sus autores. La Dirección.



Encrucijada histórica
Así tituló Carlos Sténeri, días pasados en el diario "El País", una columna sobre la economía post pandemia y los desafíos que le está planteando al mundo, con sus obvias derivaciones hacia nuestra región y país.
Sténeri es un economista no solo de sólida formación sino de amplia experiencia. Sabe lo que son las crisis. Fue pieza clave en el manejo de la de 2002 cuando cumplía funciones en los EE.UU. Por lo tanto, ha vivido también procesos de euforia y declinación.
Comienza por señalar que hoy en el mundo se dan dos aproximaciones sobre la coyuntura: los que dicen que estamos entrando en otra etapa de estancamiento con inflación y por lo tanto cuanto antes hay que tratar de revertir la expansión monetaria de los últimos años; y los que, por el contrario, señalan que es prematuro arriesgarse en ese camino, que puede revertir los indicios de recuperación e incipientes aumentos del empleo que se vienen dando.
La realidad es que hay un clima de recuperación pero él es muy heterogéneo y ha producido una inesperada perturbación en la cadena logística, con cuellos de botella en los transportes marítimos y la disponibilidad de contenedores. Esta extraña situación ha significado un aumento exponencial del precio de los fletes y, para países como Uruguay, además, dificultades muy grandes por la disminución de la arribada de buques. Pese a todo, se piensa que el año terminará, para el mundo, entre un 5,5 % y un 6 % de crecimiento, con una perspectiva menor a 5 % para el que viene. Tanto EE.UU. como Europa rondan en ese horizonte, mientras China estima un 8 % para este año que viene terminando. Con todo, el gigante asiático, nuestro gran socio, vive hoy una crisis en el sector inmobiliario, algo bastante impensado en términos de una economía como la suya, y esto ha llevado a regulaciones del Estado que preocupan a sus grandes empresas.
Nuestros vecinos viven situaciones de relativa inestabilidad. Argentina, porque carece de un programa fiscal serio y hace malabarismos para que un acuerdo con el FMI no le pese en las elecciones parlamentarias, a las que afronta con el viejo estilo peronista, tirando plata y regalando heladeras y bicicletas. Brasil, por su lado, ha visto crecer la inflación (superaría el 8% a fin de año) y si la economía sigue creciendo a una tasa del 5%, en paralelo a un avance del ritmo de la vacunación, como en el otro vecino, las mayores dificultades asoman desde el ángulo político, cuando el horizonte muestra una elección nacional que viene cargada de presagios.
Como dice Sténeri, lo mejor que podemos pensar en este momento es que la mayoría de nuestros países han logrado superar los umbrales del default, aun Argentina, que siempre pone notas de suspenso.
¿A qué van todos estos razonamientos en quien, como es mi caso, no es un economista? A que con una perspectiva razonable de crecimiento y una recuperación de empleo a niveles parecidos a la prepandemia, lo peor que podría hacer nuestro país es desbarrancarse en un exceso de gasto público como el que preconiza alegremente nuestra oposición. Este año vamos a acumular nuevamente unos 2.500 millones de dólares de déficit, que se sumarán a una deuda externa que no ha parado de crecer. La experiencia nos dice que si nos mantenemos en esos términos podremos seguir recuperando inversión, del mismo modo que, a la inversa, imaginarnos la posibilidad de acrecer el déficit, conduce inevitablemente a más atraso cambiario y más inseguridad en el empleo.
El discurso rimbombante e insustancial de la oposición pasa por la tontería habitual de hablar de un ajuste fiscal, cuando está claro que seguimos con un déficit abultado y a la larga insostenible. La otra tontería de la invocación al neoliberalismo suena tan falsa, tan sin sustento, tan vieja y apolillada, que cuesta escucharla en gente cuya cultura económica le debería prevenir de esos excesos demagógicos primitivos. Sin embargo lo hacen porque el sindicalismo los arrastra, no están dispuestos a recibir cuestionamientos por su posible racionalidad y, con mucho eco de prensa, mantienen en al aire esa burbuja de falso optimismo.
Lo que se viene haciendo está bien. Haber reducido el déficit hubiera sido mejor, pero atravesar la pandemia con un incuestionable éxito en la prestación de salud y sin desequilibrios económicos mayores a los señalados, es un resultado cercano al óptimo.
Todos entendemos que la oposición tiene un rol de contralor a cumplir, pero lo que se está viendo ronda lo impresentable. El griterío irresponsable y ahora la demagogia sobre la seguridad social, lleva a pensar que nadie está mirando hacia el futuro cercano. Los posibles candidatos frentistas debieran ser los primeros en preocuparse, porque siendo imprescindible una reestabilización del sistema -como lo han dicho reiteradamente sus ex Presidentes y el Súper Ministro Astori- instalar la idea de que todo es posible resulta suicida.
Quizás pequemos de ingenuos. Pero no nos resignamos a pensar que no haya nadie en el Frente Amplio que sea capaz de hacer, por lo menos, esa advertencia.
Julio María Sanguinetti
(Nota que se comparte con Correo de los Viernes)

 



 



 

 
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