Edición Nro. 2229 - Punta del Este / Uruguay
enfoques 24 de septiembre de 2021
 
 
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Enrique Guillermo Avogadro
No les creo
  • “Los peronistas somos como los gatos: cuando todos creen que nos estamos peleando, en verdad nos estamos reproduciendo”
    Juan Domingo Perón

Me he equivocado algunas veces en mis interpretaciones de la realidad y, quizás, hoy reincida pero, como me consta con qué falta de escrúpulos se comporta siempre Cristina Fernández, estoy convencido de que la crisis que se desató el miércoles no existe, que es sólo una puesta en escena y que, otra vez, quieren vendernos gato por liebre. Ideó una nueva maniobra para intentar, simulando coraje y fortaleza en el Presidente Nada, revertir las duras trompadas que propinó la ciudadanía a su ensalada gobernante en las PASO; como no puede transformarlo en viudo y ponerle su vestidito negro, quiere recrear la imagen idílica de un Alberto Fernández disfrazado de contemporizador que le permitió vencer en 2019 engañando a tantos. Nadie, mucho menos la dirigencia opositora, debería comerse este bombón relleno.
Si algo de lo que vimos fuera real, ya hubieran sido despedidos todos aquellos que se dijeron dispuestos a renunciar y otros personajes que son claves, como Carlos Zannini (Procuración del Tesoro), Martín Soria y Juan Martín Mena (Justicia), Gerónimo Ustarroz (Consejo de la Magistratura), Mercedes Marcó del Pont (AFIP), Cristina Caamaño (AFI), Félix Crous (OA) y Ricardo Nissen (IGJ), o sea, los guardaespaldas de la familia Kirchner ante los tribunales; si se fueran, diré que me equivoqué. La probabilidad de una renuncia de Alberto Fernández es también descartable, porque seguramente disponen de “convincentes carpetas” para evitarlo.
El domingo pasado, un milagroso alud cayó sobre las generalizadas creencias de la ciudadanía e impactó duramente en el original artificio que permitió a la PresidenteVice volver al poder, a pesar de la multiplicidad de causas penales que la afectan. Tuvo razones multicausales pero, obviamente, algunas prevalecen: el fracaso en la conducción sanitaria, la soberbia y el autoritarismo de las autoridades, el “Olivosgate”, la arbitraria “cuareterna” y el descenso de la menguante clase media, el cierre y la fuga de empresas, la pérdida de trabajos, la inflación y el deterioro del salario real, los millones de chicos sin clases y abandonando la escuela, la proliferación del narcotráfico, la creciente inseguridad y la violencia cotidiana, la liberación de criminales y corruptos, la falta de expectativas y la masiva emigración de jóvenes, la corrupción rampante.
El fenómeno produjo graves efectos sobre el escenario político: Cristina Fernández dejó de ser la reina indiscutida y temida del peronismo; aún unificado, éste puede ser vencido y ha perdido la representación de los más pobres; La Cámpora ya no expresa a la juventud; comenzó la diáspora de los caciques provinciales y municipales para cuidar sus quintas; y, como siempre, las veletas de los techos del edificio de Comodoro Py comenzaron a girar por impulso de los nuevos vientos políticos. Resultará interesante ver, en la causa contra Cristóbal López, Fabián de Souza y Ricardo Echegaray por robar al Estado US$ 1.000 millones, si el Fiscal Juan García Elorrio decide avanzar pese al insólito y apurado perdón que les concedió la AFIP que, además, les otorgó una moratoria en pesos, a ocho años y a tasa subsidiada; y qué hace el Juez Sebastián Casanello, al cual la Cámara Federal ordenó resolver la situación procesal de Cristina Fernández en el juicio de la “ruta del dinero k”, quien hasta ahora tiene una falta de mérito.
Ahora, el Gobierno emitirá cantidades siderales de papelitos de colores para intentar reducir en noviembre, con penosos anabólicos, las consecuencias de la hecatombe que soportó en las urnas; no tiene alternativas porque, si los números se reprodujeran, perderá el quórum en el Senado y dejará de ser la primera minoría en Diputados, con todo lo que ello implica para el modo de gobernar de la hotelera patagónica. Sin embargo, se trata de un arma de escaso filo, ya que nada podrá garantizarle que los beneficios que graciosamente dispense en los dos meses que restan se transformen en recuperación de votos pero, en cambio, con seguridad implicará que al día siguiente llegue un monumental impacto inflacionario, se complique aún más la probabilidad de llegar a un rápido arreglo con el FMI y la destruida economía nacional sufra un nuevo desbarranque.
Hace algún tiempo, describí un escenario hipotético, que Eduardo Duhalde y Alicia Castro, la ex Embajadora y doble agente del kirchner-chavismo, reflotaron el miércoles. Pregunté en aquel momento si, ante la imposibilidad de garantizar en las PASO sus objetivos de mínima relacionados con la impunidad para sus múltiples robos, Cristina Fernández podría desatar un violento conflicto en la calle, sirviéndose de sus muchos ejércitos (sicarios del narcotráfico, asesinos y violadores liberados, barrabravas, etc.), que habilitara la implantación del estado de sitio y, consecuentemente, la suspensión de las legislativas de noviembre. Hoy ya no es algo que pueda ser livianamente descartado.
De todas maneras, todos debemos ser conscientes de que hemos ganado una importante batalla pero la guerra no ha terminado y eso nos obliga a hacer ahora mucho más que lo que simplemente podemos. El propio Alberto Fernández dijo que se enfrentaban dos modelos de país, y que no estaba dispuesto a entregarse sin pelear; decodificándolo, es razonable pensar que se intentará un fraude masivo en el Conurbano bonaerense, donde tantos de sus candidatos debieron soportar fuertes sopapos; por ello, las tareas de fiscalización deberán ser más eficientes que nunca y todas las fuerzas democráticas deberán ejercerlas en beneficio de aquéllas que se hayan mostrado incapaces de cubrir todas las mesas. Sobre todo, habrá que ejercer un férreo control sobre los procesos informáticos del recuento de votos, para evitar que algún interesado diablo meta la cola.

 




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Crónica de otros tiempos

Ovejas al redil

Se trata de derogar una ley aprobada como Dios manda por el cuerpo legislativo, puesta en tela de juicio por una minoría a la que nada le viene bien, siempre descontenta, que debió aguantar sin chistar el tirón de orejas que el Presidente Lacalle Pou le aplicó desde México, cuando reprendió públicamente a Maduro y a Díaz-Canel, referentes dictatoriales de la desacreditada izquierda antidemocrática continental.

Decíamos ayer, 2003 y 2016, que el referéndum por ANCAP fue otro curro de la mal denominada oposición (que encaja en el sistema político uruguayo solamente cuando de estipendios, viáticos y otras canonjías se refiere), -privilegios intocables de los legisladores-, que contrasta con el estilo de vida pauperizado de más de dos millones de compatriotas en una población de tres.
La cuestión sigue siendo, mal que le pese a la barbarie legislativa, entre la libertad y el despotismo.
Con la mentira entronizada como procedimiento político, nuevamente vamos a las urnas, convocados para pronunciarnos sobre el sexo de los ángeles, en clara ofensa a la inteligencia nacional, terriblemente disminuida.
¿Para qué tenemos diputados y senadores "elegidos" por el pueblo (gran mentira, van a dedo, listas sábanas), si a las primeras de cambio se van a baraja y vuelven a dejar en manos de la población una decisión legislativa que no fue ni es del agrado de la minoría política ni de la cúpula sindical?
En el tema que nos ocupa, se trata de acabar de una vez por todas con un organismo que sistemáticamente despojó a mansalva a todas las generaciones de uruguayos que se sucedieron en el país desde el momento de su creación.
Desde nuestros ancestros a nietos, se discutió con vehemencia y se discute si es pertinente seguir tolerando que la ANCAP se proyecte como si nada sobre el siglo XXI. (Escrito por quien firma, el 1 de diciembre de 2003). Se confunden los tiempos, a propósito, siempre en perjuicio de una población permanentemente castigada y envilecida.
Pero veamos: a caballo de la mentira, los defensores y propulsores del NO en el referendo patrio "distraen" a la población recorriendo aldeas, villorios, pueblos, centros poblados y ciudades. Hablan por radio, se trepan a tribunas, van a la televisión, aparecen en los diarios, hablan y hablan. Hablan y hablan, no se cansan nunca, discrepan para la gilada, sacando argumentos falaces de la galera de su profesionalismo político, heredado de las generaciones familiares y políticas que los precedieron.
ANCAP, señores, en este principio de siglo nos despoja con iniquidad e impunidad.
ANCAP nos sigue metiendo desaforadamente la mano en el bolsillo, con la violencia de imponernos tarifas que enfáticamente rechaza la ciudadanía. Así ha sido desde su creación. Es el fuego que por décadas avivó la espiral inflacionaria en el país, y que sigue avivando, con descuentos irrisorios y ridículos medidos en centésimos que acaparan los titulares de la prensa, la estupidez ciudadana. Ovejas al redil...
Los grandes medios, diarios y canales de televisión, complacientes y mantenidos, miran para el costado. Mejor dicho no miran.
Pruebas al canto. Si nos considerarán pasmados, finalizando 2003, que nos llevan a votar por una ley de asociación a un tercero desconocido, o bien por dejar todo como está, con la ANCAP y su directorio malgastando el dinero a diestra y siniestra.
Vale para el 2021 el juicio periodístico que antecede. Se trata de derogar una ley aprobada como Dios manda por el cuerpo legislativo, puesta en tela de juicio por una minoría a la que nada le viene bien, siempre descontenta, que debió aguantar sin chistar el tirón de orejas que el Presidente Lacalle Pou le aplicó desde México, cuando reprendió públicamente a Maduro y a Díaz-Canel, referentes dictatoriales de la desacreditada izquierda antidemocrática continental.
Sigamos viendo, y confundimos a propósito las fechas, siempre más de lo mismo, inalterables con el paso del tiempo: "...aún sin tomar en cuenta el peso de los impuestos, las naftas uruguayas son 23% más costosas que en Argentina, 17% más que en Brasil y 16% más que en Chile. Estas ultimas cifras evidencian que el costo de la refinación del petróleo en Uruguay es superior que en el resto de la región, no sólo por los altos impuestos que soportan los combustibles, como habitualmente se afirma". ("El País", Ricardo Garzón, noviembre de 2003).
Entonces, decíamos: ¿para qué diablos queremos la refinería? ¿Por qué no trasladamos la Armada para el predio de ANCAP, o hacemos viviendas para la gente, y utilizamos el actual edificio del Comando para ampliar el Mercado del Puerto en una suerte de Puerto Madero de Buenos Aires?
Desembarcando en lo que va de este siglo, el referéndum en ciernes es resultado directo de una demostración política que rotula a los malos perdedores, y que no tuvo en cuenta el pronunciamiento legislativo que llevó a consagrar la Ley de Urgente Consideración. Una vez más ha quedado en evidencia que sus promotores van a resultado, oposición inconsistente, siempre lista para actuar al grito y al golpe del balde.
A mitad de camino, concluimos que en la ANCAP de todos los tiempos siempre se perdió dinero; fue deficitaria, a pesar del férreo monopolio.
Esto decíamos en 2016: “nos roban de parados, constituyen monopolio, y todavía pierden plata”. Ovejas al redil...
Con el precio internacional del petróleo en instancia sumamente favorable para el país durante más de una década, en el turno de gobierno frenteamplista nada de rebajar el precio de los combustibles. Aumentarlo, sí, como ocurrió sin variantes en la última centuria, no solamente para enjugar déficits de vergonzosas administraciones, sino para aplicarlos a los impuestos indirectos en que se han transformado todas las tarifas públicas, y que van a parar al barril sin fondo del Ministerio de Economía.
Ricardo Garzón

 









 










 

 
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