Edición Nro. 2226 - Punta del Este / Uruguay
enfoques 3 de septiembre de 2021
 
 
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Enrique Guillermo Avogadro
Yo … argentino!
  • “No podemos echarle la culpa a ningún imperio ni a una invasión marciana;
    la derrota más amarga la construimos nosotros, ladrillo a ladrillo”.
    Jorge Fernández Díaz
Todas las estudios sociopolíticos y encuestas que se están haciendo ante las próximas elecciones dan cuenta de dos elementos preocupantes para el futuro de la República: el desgano cívico y el terror al contagio de los mayores, y la alienación de la juventud frente a los políticos tradicionales; se suman a una realidad que palpamos, con una injustificable ajenidad, desde hace muchas décadas. La pandemia, el miedo inducido y la “cuareterna” impuesta por el Gobierno a los ciudadanos de a pie han tenido, claramente, una enorme influencia en ese estado de ánimo generalizado, pero es hora de que nos pongamos, como sociedad, a trabajar para escapar de este remolino que nos arrastra, ya no al fondo del mar continental, sino al mismo talud oceánico, del que nadie ha regresado nunca.
Quienes, integrando las clases medias y altas, nacimos cuando comenzó esa decadencia que tanto llama la atención del mundo somos, obviamente, los responsables absolutos de este estado de cosas que, de tan insoportable, empuja a nuestros hijos y nietos a la emigración, cuando tienen esa posibilidad, o a la marginación y la droga, si carecen de ella. Esa innegable culpa surge de la abdicación casi unánime del rol que nos correspondía en razón de nuestra mejor posición económica y cultural, y de las consecuentes obligaciones de dirigir a la sociedad; en lugar de asumirlas, abandonamos la política a manos de los peores exponentes del más abyecto populismo de todos los colores, y así sacrificamos el futuro.
De las generaciones que nos antecedieron recibimos principios morales férreos (honor, coraje, mérito, trabajo, respeto de la palabra), que hemos sido incapaces de transmitir a las que nos suceden, y hemos permitido que el éxito dejara de medirse en logros académicos y profesionales para hacerlo sólo en dinero, sin importar de dónde éste provenga. Y así nos va. Nuestros empresarios comenzaron, hace años, a actuar traficando favores con los funcionarios del Estado omnipresente, al cual reclamaron una protección aduanera que obligó a nuestros compatriotas a comprar caro y malo, porque dejaron de tener relevancia el precio y la calidad ante la falta de competencia; y en ese precio, siempre se incluye el costo de la corrupción, indispensable para triunfar en estas pampas.
Como erradamente creímos que no nos afectaba en forma directa, toleramos que los políticos privatizaran mal y re-estatizaran peor las empresas públicas, y las convirtieran en feudos carísimos e ineficientes, colonizados por el gobierno de turno, usados para robar y rentar militantes. Y cuando el saqueo alcanzó alturas nunca vistas, miramos para otro lado y fuimos cómplices, a conciencia, de quienes nos desvalijaron y volvimos a votarlos. Ni siquiera ejercimos el rechazo y la repulsa social contra los responsables de tantos delitos, que se pasean tranquilamente entre nosotros y son recibidos con alegría en todos los eventos.
Cuando la educación pública comenzó a deteriorarse, quedó en manos de sindicatos politizados y se comenzó a adoctrinar a los estudiantes, nos limitamos a enviar a nuestros hijos a colegios y universidades privadas. Cuando vimos que empezaban a derrumbarse los edificios y toda la infraestructura hospitalaria común, recurrimos a los sistemas de medicina prepaga. Dejamos pasar, sin que nos conmoviera demasiado, el asesinato de un fiscal, y la liberación masiva de corruptos y criminales que volvieron a delinquir inmediatamente y, cuando la inseguridad llegó a nuestras puertas, nos mudamos a barrios cerrados, donde ejércitos privados nos custodian. Cuando faltaron las vacunas por la ideologización y corrupción del proceso de adquisición, viajamos a Miami para inmunizarnos. Y qué decir de nuestra pasividad cuando el Gobierno nos encerró y quebró nuestras empresas, mientras hacía fiestas clandestinas a contramano de sus propios decretos; o frente a la muerte de 111.000 familiares y amigos, a los que no pudimos siquiera despedir y, cuando los recordamos con piedras, éstas fueron desaparecidas por el Gobierno para ocultar su oprobio.
En las relaciones internacionales donde, amén de aislarnos prohibiendo los vuelos y hasta dejando varados a connacionales en el mundo, permitimos sin poner el grito en el cielo que se nos aliara con los peores regímenes del planeta –Cuba, Venezuela, Irán, Rusia, China y Nicaragua- en materia de libertades y derechos humanos, y sin que se elevara una voz de protesta ante la destrucción del único cuerpo verdaderamente profesional del Estado, la Cancillería, que fue totalmente copada por militantes kirchneristas y puesta al servicio de una ideología que nos es extraña.
Toleramos como borregos la confiscatoria presión impositiva y la aplicación de leyes laborales que conspiran eficientemente contra la creación de empleo y la concreción de inversiones productivas, y observamos, pretendidamente con asombro, la huida de nuestras mayores empresas tecnológicas ante la inviabilidad de trabajar en el país, espantadas por gremios de obreros pobres con cabecillas multimillonarios.
Por todo ello, y en tren de redimirnos, es imperioso que dejemos atrás nuestro pavor y nuestra indiferencia, que hagamos docencia entre nuestros amigos y que vayamos a votar y fiscalizar para evitar que, además de la catástrofe descripta, asesinen a la República robando nuestros votos; la creciente masa de dependientes de la magnanimidad del Estado será arreada y nosotros, los exprimidos para permitir esas nefastas políticas debemos contrarrestar con nuestra presencia esas manipulaciones bastardas.



ADVERTENCIA: Los artículos periodísticos firmados son de la exclusiva responsabilidad de sus autores. La Dirección.



Van por todo
  • Aumentaron la Deuda Externa, llenaron de funcionarios públicos el Estado y los agujeros de Ancap, la Regasificadora, Pluna, Aratirí, el Puerto de la Aguas Profundas y tantas cosas más... (Pedro Bordaberry)
Van por todo; nada estará bien hecho. Son la oposición, terrible oposición acomodando en todo momento la baraja, trampeando, engañando, sirviéndose de cándidos y crédulos.
Con Lacalle Pou al frente, el gobierno de coalición se traduce, para estos genios del mal, en las diez plagas de Egipto, responsables y culpables de todo aquello que pueda servir a sus intenciones infectas.
De cualquier manera, todo es válido en el camino de ser elegidos por la ciudadanía para ocupar la Torre Ejecutiva en las próximas elecciones. Robaron, metieron las manos en la lata, y no se las cortaron. En el jolgorio de la Administración Vázquez "gobernaron" todos. Hoy, en el llano, acuden a cuanto programa de televisión los invitan, se oponen a todo por las dudas, y se aprovechan de la mal comprendida generosidad que traducen decenas de espacios radiales y televisivos que vuelven cretinos útiles a todos los que estamos en la vereda de enfrente.
Sí; la sopa está servida, y por tontos de capirote le seguimos haciendo el caldo gordo a la granujería política organizada. Damos ventaja y nos comen el hígado. Han copado todos los medios de comunicación, sobre todo los diarios, radios y canales de televisión, repartiendo sin freno la plata de nuestros impuestos para servir a las intenciones abyectas.
Sobreviven gracias a la publicidad oficial, millones de dólares que mal distribuyen sin consulta ciudadana y que salen de nuestros impuestos, y mañana a mañana, tarde a tarde y noche a noche se declaran en contra de todo lo que pueda provenir de cualquiera de los partidos políticos que integran la coalición de gobierno.
Ricardo Garzón
No perder el foco
El Frente Amplio venía muy de capa caída hasta que, una vez más, el PIT CNT se cargó las pilas y lo sacó en andas con las firmas del referéndum. Entre encuestadores y opinadores, había un clima de que no se llegaba, hasta que vino la sorpresa en el último mes y las firmas alcanzaron. A partir de allí, el Frente vive un reverdecer anímico y se advierte su euforia en cuanto tema puede cuestionar al gobierno.
Todos los debates del país tienen importancia. Pero hoy y desde ya hay uno excluyente: la LUC. Para la Coalición es fundamental derrotar al referéndum y lograr que el NO sea mayoritario cuando corresponda votar, que según parece será en febrero o marzo.
El gobierno pasado tuvo en el tema seguridad su talón de Aquiles. Se triplicaron las rapiñas y el narcotráfico avanzó en todas sus dimensiones, la nacional y la internacional. El clima de permisivismo que se generó con los gobiernos frentistas, comenzó en la primera presidencia del Dr. Vázquez, cuando la famosa liberación de presos del Ministro Díaz. Luego, solo se fue agravando hasta que llegamos a lo que llegamos: 400 homicidios por año y 31 mil rapiñas, cuando en el período de la crisis del 2002 eran 10 mil.
Al producirse la alternancia, la Coalición encaró el tema con determinación y el Ministro Jorge Larrañaga, abanderó una reacción del Estado de Derecho frente al delito. Y decimos enfáticamente "Estado de Derecho versus delito" porque esa es la dicotomia esencial. Aquí no hay debate de garantistas contra autoritarios ni de preventistas contra represivos. Nuestra legislación es garantista y lo sigue siendo, garantista de que el acusasdo será tratado conforme a la ley, pero sobre todo garantista de los derechos de la gente, que es lo que también importa. Y preventista siempre, porque toda política de seguridad empieza en la prevención y el mayor esfuerzo de este año y medio de gobierno es justamente ese, con una policía más presente, un patrullaje mayor, una cercanía constante a las situaciones de riesgo.
Los primeros resultados se han obtenido. Por lo menos se cortó el avance del delito. La persecución del narcotráfico, sin duda viene siendo exitosa. Naturalmente, esto debe evaluarse en una perspectiva más amplia de tiempo, pero lo que nadie discute es que la policía está mucho más activa y determinada y que ello es la resultancia de una legislación que protegió al funcionario y de un Ministro que luchó con denuedo hasta su muerte.
¿Alguien piensa lo que, anímicamente, le ocurriría a esa policía si se deroga la ley y pierde la razonable presunción de que actuó dentro de las normas, salvo prueba en contrario? ¿Volvemos a que el policía y el delincuente, despues de un tiroteo, entren al Juzgado en la misma calidad de sospechosos?
Estos días se han aferrado a la situación particular de una mujer que pretendió ingresar marihuana a una cárcel y ahora puede ser condenada a cuatro años. Es triste, sin duda. Pero esa pena mínima de 4 años estuvo siempre para el que pretendiera introducir droga en una escuela o una cárcel. Esa pena había sido aumentada en el tiempo del Frente. Lo único que se pretende ahora es aplicarla.
Ni hablemos de lo que representa retornar, en la ANEP, a la vieja estructura, controlada por las reaccionarias agremiaciones que pretenden adoctrinar en lugar de educar, militar en lugar de informar. Siguen defendiendo a los profesores que hicieron propaganda adentro de los liceos, han quedado al desnudo con sus falsificaciones de horas realizadas por los dirigentes, las propias actas del Consejo de Secundaria muestran la subordinación de esos órganos a la presión sindical. Dicho de otro modo: la derogación de la LUC significaría clausurar toda posibilidad de cambio, retornar a la rutina y volver a la politización desenfadada.
Podemos seguir, señalando aspectos fundamentales de esta gran ley, francamente positiva para el país. Pero en un plano político más amplio está claro que lo que se procura, además de los retrocesos específicos, es infringirle una derrota al gobierno de coalición. Paralizarlo. Poner marcha atrás. Tomar revancha. Y esto impone a toda la ciudadania democrática, un profundo deber de conciencia. Aun quienes votaron al Frente podrían entender que esto es desconocer el voto popular que, aunque no les alegre, es lo que resolvieron las urnas; que no se puede atar de pies y manos a un gobierno porque no sea de su preferencia. No dudamos que haya buenos ciudadanos que así piensen. Pero el mayor deber lo tenemos quienes votamos una coalición para adelantar un cambio en el país, que ya comenzó y no se puede detener.
Votar el NO va a ser un mandato cívico. Tan claro y fuerte como el de 1980.
Julio María Sanguinetti
(Nota que se comparte con Correo de los Viernes)

 









 








 


 
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