Tiempos de caza

En tanto se demora inexplicablemente la inauguración de la vía perimetral que une la ruta 39 (Maldonado-San Carlos) con la carretera a El Jagüel, (Barrio Córdoba, Centro de Convenciones, Beverly Hills, Lugano, San Rafael y Golf), los inspectores municipales de Maldonado están de fiesta, en la temporada de caza turística mayor más productiva de los últimos años.
Al trabajo incesante y aplicado de los funcionarios, a quienes preguntamos si para redoblar su celo profesional reciben jugosas tajadas de hasta el 60% de las multas que apliquen, como ocurre en Canelones, se unen las cámaras de video y radares colocados masivamente en la costa platense y atlántica de Punta del  Este.
¡Flor de martillazo se llevará el turista cuando intente regresar a sus lugares de origen, mazazo que no será amortiguado por las puntuales devoluciones del IVA, magras en el volumen general!
Libreta en mano, de a dos y de a tres, los inspectores multan implacables a quienes infringen las normas establecidas; la severidad en la aplicación de sanciones es encarnizada, y bien puede afirmarse que la Intendencia de Maldonado recogerá los frutos de la definida mejor temporada turística de los últimos tiempos. Esperemos que no los desperdicien.
Yendo a hechos, y por ejemplo, los radares montados en la parada 18 de la Brava fotografían la circulación de los automóviles que transitan la costa atlántica de Punta del Este. Impecable hasta aquí, y muy bien el celo puesto por la jerarquía comunal en identificar a los conductores en momentos de auge de la delincuencia en todo el país.
La puñalada trapera, por debajo del poncho, el trampero colectivo, está dado en que la circulación vehicular está limitada a 60 quilómetros, velocidad ridícula en un tramo que, medianamente despejado, se puede transitar sin riesgo a 80 y 90 quilómetros por hora.
A estas velocidades, precisamente, circulan diariamente centenares, si no miles, de automovilistas que no tienen la menor idea de que están siendo sancionados. Y no solamente en la Brava; también en la Mansa, en donde sin riesgo y fuera de picos se transita regularmente a velocidades superiores a las establecidas.
Otro ejemplo está dado en los espacios que deben dejarse libres para utilización de minusválidos.
Allí se “posa”, pese a la cartelería, un vehículo tras otro, separado en el tiempo por la multa de los inspectores que atisban en cercanías. El cartel de señalización es insuficiente. Pasa inadvertido en el conjunto de los automóviles estacionados.
Y en la calle, borroso y sucio, prevención de vieja pintura  no identifica con claridad el espacio reservado al impedido.
Como estamos en vacaciones escolares, apenas la sugerencia: en la cabecera (si se estaciona de punta), y laterales (si se aparca de costado), colocar con mayor destaque un cartel bien visible que indique a quién está reservado, sin perjuicio de pintar de rojo furioso los cordones.
Multen el estacionamiento parcial en doble fila; a todos aquellos que interrumpen la circulación ágil de los automóviles en el embudo peninsular. Multen a quienes ingresen a alta velocidad por la calle 24. Multen a quienes salen disparados por la 20.
¡Caza mayor! ¡Caza al turista!  “¡Nada te turbe, nada te espante!”  ¡Sólo Dios basta!”
Ricardo Garzón

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