Edición Nro. 2096 - Punta del Este / Uruguay
enfoques 7 de diciembre de 2018
 
 
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Michael S. Castleton
Omertá

La omertá es el mito del silencio que supuestamente existía entre la mafia siciliana.
Supuestamente, porque esa gentuza en general apretada en forma debida, o, sobornada, habla hasta por los codos y manda a la madre a la cárcel si eso implica salvarse ellos. El honor entre ladrones es un mito.
Ahora, en nuestro país parece que no fuera así.
Así parece actuar el Frente Amplio. Ya estamos aburridos, hartos, los orientales de ver como la coalición que nos desgobierna cada vez que se debe votar una investigadora  a alguien de sus tiendas se abroquela detrás de sus infíma mayoría paralmentaria, pero mayoría al fin, para impedir cualquier instancia investigativa.
Es así que en los hechos al Sr. Sendic Roriguez sigue en una especie de limbo jurídico lo cual le permite seguir como ‘Juan el Caminante’ tan campante. O, análogamente, el caso del novel senador de León quien comprobadamente hizo abuso de su cargo para expoliar la empresa que mal administraba en su beneficio, pero que sigue prendido en sus fueros, intocable por la ley, y más importante inmune al más mínimo sentido de decencia.
Esto se repite cuando se pretende censusar a algún ministro notoriamente incapaz en  su función. Ministros que son llamados una y otra vez a ser interpelados en el parlamento pero siempre zafan porque el Frente Amplio los defiende, en la razón o la sin razón.
¿Es que no habrá algun legislador frente amplista que tenga la honestidad intelectual o el coraje o la decencia básica para una vez hacer lo correcto? ¿Lisa y llanamente lo correcto?
No hay países viables, ni siquiera en el mediano plazo, cuando sus representantes electos optan siempre por lo políticamente correcto por encima de lo humanamente correcto.
Es un grado de corrupción que trasunta toda una sociedad, que ataca las bases morales de esa sociedad y en definitiva la hace inviable.
En efecto, estamos enseñando que lo políticamente oportuno está siempre por encima de la decencia y la honestidad en la cosa pública.
Si los de ‘arriba’ son inmorales y lo demuestran todos los días, ¿qué les queda a los demás?
No hay sociedad que se resista a estas presiones ni siquiera en el mediano plazo. Es una receta para el desastre.
Es destruir la democracia metro a metro, día a día.
Así vamos. Así estamos.




ADVERTENCIA: Los artículos periodísticos firmados son de la exclusiva responsabilidad de sus autores. La Dirección.



Imprudentes y algo más

Lo que anticipamos ocurrió. Bolsonaro le hizo tres cuartas de narices a Uruguay; lo pasó por encima, y lo peor, represalia comercial, está por venir.
No se precisa ser un lince para advertirlo.
Parafraseando al Presidente Vázquez, "debió haberlos sacado del forro".
 ¡Qué imprudentes! ¡Por Dios!
 ¿A quién se le ocurre, a horas antes de elecciones, despotricar contra el candidato? ¿Meterse en los asuntos internos de Brasil, socio comercial por excelencia?

Lean, si les parece, lo que escribimos el pasado 12 de octubre, que transcribimos, textual, sin formular ningún otro comentario:
“Con el Ministro de Relaciones Exteriores (Nin Novoa) ido de mambo, desmedido y desubicado, llega tarde la disposición presidencial a su equipo de gobierno de mantener cautela, y no inmiscuirse en los asuntos internos de Brasil.
 No le debe haber hecho ninguna gracia a Bolsonaro que el Canciller del Uruguay, imprudente a carta cabal, haya lanzado al mundo, urbi et orbi, un día antes de las elecciones brasileñas: “esperemos que las encuestadoras le erren como les han venido errando históricamente”, refiriéndose en concreto a los sondeos que pronosticaban que Bolsonaro sería el candidato más votado.
 No conformes, nada menos que la Vicepresidente de la República, (Lucía Topolansky) calificó de “desgracia” la votación de Bolsonaro, y que el resultado es casi un retorno a lo dictatorial”.
Amplió: “…tendría que movilizarse el 20% de las personas que se abstuvieron, que son 30 millones de votos… Es una desgracia el resultado”.
A galope tendido, consideró que Bolsonaro es parte del problema en el que estuvo inmerso Brasil en los últimos años, y aseguró que el candidato no valora el sistema democrático…”
La Ministra de Educación y Cultura, siempre inoportuna, depuso una chicana política señalando, sin nombrar a nadie, que en las futuras elecciones uruguayas puede haber un Bolsonaro…
La Ministra de Turismo, Liliam Kechichian, vomitó en las redes: “Tremendo Brasil!!! Me duele!!! Lo que sucede cuando la política deja de ser limpia y trasparente y cuando la ética se mancha. Viene lo peor disfrazado de antisistema. Ahora tres semanas para defender la democracia y la libertad”, lanzó.
 ¿Cuál democracia, ministra. Con “C” o con “K”? Son diferentes, ¿sabe?
 ¿Y a qué le llama libertad? ¿Al populismo? En rigor, este ismo constituye un impedimento al desarrollo generacional de las sociedades. Es el riñón enfermo y condenado de un movimiento nacido en 1990, Foro de San Pablo, fundado por el Partido de los Trabajadores de Brasil (Lula) y Fidel Castro, y constituido para reunir, solapado y travestido en las cúpulas, al zurdaje latinoamericano para hacerse del poder político en América Central y del Sur.
 Con Hugo Chávez en Venezuela se constituyó el primer gobierno de izquierda en América Latina, y primer gobierno de un partido miembro del Foro de San Pablo, a imagen, semejanza y doctrina de la desaparecida Unión Soviética.
 A rueda siguieron Lula y Tabaré Vázquez, entre otros, -mentiroso contumaz el “oriental”-, dividido en dos el Uruguay por la gracia frenteamplista de profundizar la grieta orientada firmemente a separar a los “buenos de los malos”.
A cada cerdo le llega su San Martín, y hoy el Uruguay ha quedado en el medio de dos países que pretenden devolverle la gobernabilidad y la democracia representativa a un continente que se emborrachó con los espejitos de colores y la corrupción más desenfrenada que se haya visto desde el Río Bravo hasta la Patagonia argentina.
 Funcionarios del gobierno, acicateados por los dichos irresponsables de un Canciller ligero en lenguas, se animaron sin medir consecuencias, -que por cierto las habrá-, a inmiscuirse en los asuntos internos del Brasil. Se han entremetido porque sí; meteretes a los que nadie llamó, verdaderos chusmetas.
 Es grave e irreparable, todo un atrevimiento, que la Vicepresidente del Uruguay califique de “desgracia” la votación de Bolsonaro. Es una irreverencia, una insensatez, una insolencia que no tiene antecedentes en la historia política y diplomática del país.
 Si Bolsonaro accede a la Presidencia de Brasil, el Ministro Nin va a tener que ir a la asunción del mando, exponiendo al país a un desaire monumental como directa consecuencia de sus dichos. Y quizás asista también el Presidente Vázquez, (dijo que iba), otro potencial candidato al desdén y menosprecio, armado en abrazos de cinismo.
 La corrupción de los gobernantes brasileños, con Lula y Dilma Rousseff a la cabeza, pegó mortalmente al PT. Depravación política, económica y moral que obligó al ciudadano brasileño a votar masivamente contra el sistema.
 Bien se aplica y a lo más: “aquellos polvos trajeron estos lodos”.
Ricardo Garzón

 

 


















 












 

 

 
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