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AVIACIÓN COMERCIAL - TURBINAS EN CRISIS
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Crisis en el 'low cost' |
- La bancarrota de Monarch invita a suponer que el modelo del bajo coste tiene que cambiar para sobrevivir
Monarch Airlines, la compañía aérea de bajo coste, ha entrado en bancarrota y ha suspendido todos sus vuelos, con efectos muy dañinos para sus clientes: ha dejado 100.000 pasajeros sin capacidad para volver a Reino Unido y más de 300.000 reservas canceladas. Llama poderosamente la atención la inmediata respuesta del Gobierno británico: ha cursado instrucciones a la Autoridad Civil del país (CAA) para que organice el regreso de los pasajeros afectados, operación que implicará poner en el cielo a más de 30 aviones.
La quiebra de Monarch no es un caso aislado. Air Berlin y Alitalia habían solicitado antes la suspensión de pagos y están bien recientes las dificultades de Ryanair, atribuidas estrambóticamente a un lío “con las vacaciones de los pilotos”, pero que han dejado en tierra a más de 300.000 viajeros y amenazan con hacerlo con otros 400.000 más.
El rosario de suspensiones y cancelaciones de vuelos invita a suponer que las líneas aéreas, en especial las de bajo coste, se enfrentan a un problema agudo no sólo de crecimiento sino de reconsideración de sus precios, de sus costes y de su aparato lógístico en general.
El modelo de low cost, basado en precios muy competitivos, ha agotado su recorrido. Quizá porque ya no es posible captar más cuota de mercado entre los clientes potenciales, con rentas medias o bajas, a pesar del aumento del turismo, porque los precios, por mor de la competencia, son excesivamente bajos o porque para muchos viajeros ese precio bajo ya no compensa desplazarse con servicios mínimos, cuando no rupestres.
En síntesis, el mercado low cost está en una tesitura difícil que exige replantear las bases del negocio. Probablemente se aproxime una fase de concentración empresarial, bien por desaparición de compañías, bien por fusiones. En todo caso, recuérdese que el bajo coste como modelo de viaje está sufriendo una intensa erosión en su prestigio. Son ya demasiados los clientes que ha dejado en tierra o con un viaje, nunca mejor dicho, en el aire. (Fuente: El País)
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Ceibalitas y tabletas |
Mucho se ha dicho y escrito sobre la decisión de la autoridades de la Educación, a instancias de la Presidencia de la República, de entregar a los escolares una computadora por alumno. Loable iniciativa que nació mal, debido a la pésima calidad del producto, que paulatinamente va siendo desechado por escolares y docentes.
Las máquinas, de origen chino, se rompen por el uso, sin perjuicio de que también se estropean por maltrato. Se apagan y no vuelven a prender.
Las teclas dejan de funcionar y, tal como está dispuesto, las máquinas van al LATU para su reparación. Puede pasar un año y más para que las arreglen, o simplemente para que los usuarios se enteren de que no tienen solución.
Hoy, en lugar de ceibalitas entregan tabletas, circunstancia que alienta que estos rudimentarios ordenadores se utilicen para jugar e insertarse en las redes sociales. Los maestros y profesores desesperan, dado que ya no pueden enseñar las aplicaciones que exigen los programas de informática (scratch, calc, writer, etcétera)
Recientemente, el Banco Mundial calificó el Plan Ceibal como "totalmente ineficaz para mejorar los aprendizajes de los niños en las áreas de matemática y lectura, en base a un estudio de los autores De Melo, Gioia, Alina Machado y Alfonso Miranda publicado en el año 2014".
Un par de semanas después, el Banco Mundial eliminó el párrafo anterior, y declaró que reconoce que el Plan Ceibal "es uno de los ejemplos a nivel mundial de cómo un programa puede llevar la tecnología a las aulas y ser un vehículo para acercar los maestros y profesores a soluciones innovadoras, con el objetivo de influir sobre aprendizajes para potenciarlos".
Como puede advertirse, mejor que opinen entonces los docentes que luchan a brazo partido para sacarle jugo a las ceibalitas, o bien los escolares que todavía las tienen en funcionamiento.
Ricardo Garzón |
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