Uno no sabe si reír o llorar. Que una central sindical que supuestamente defiende a los intereses de los trabajadores y una central estudiantil convoquen a una concentración contra el imperialismo yanqui y no se sabe cuántas cosas más, enfrente a la embajada de USA en estas épocas parece tristemente absurdo o absurdamente ridículo.
Pues eso  justamente es lo que pretendieron hacer ayer, 12 de octubre, la FEUU y la CNT.
Lo primero sería preguntar claramente de qué amenaza imperialista, a estas alturas estamos hablando.
Por supuesto que los yanquis han intervenido en el pasado en nuestro continente. Para eso y con las mejores intenciones inventaron y mal utlilizaron la doctrina Monroe. Pero, nunca debemos olvidar que la primera gran revolución libertadora en las Américas fue la norteamericana. Es  más, de ella los libertadores anticolonialistas latinoamericanos se nutrieron de ideas y en ella buscaron inspiración.
Pero el tema de fondo no es ese. El tema de fondo es que eso ya fue, ya pasó. Los yanquis están demasiado enfrascados en sus líos internos y externos como para siquiera pensar en imperialismo panamericano ni parece que les interese mucho. Ya ni siquiera importa demasiado el petróleo venezolano por más que Maduro y sus secuaces puedan pensar lo contrario, ya que hoy los EE.UU. son exportadores netos de hidrocarburos.
Lo que sí sale a la luz claramente para quien lo quiera ver es que la izquierda no solamente la de acá, sino en todos lados, se está quedando sin discurso.
Ya a pocos les interesa la vieja lucha de clases,  quien es dueño de las medios  de producción o la teoría de la plusvalía. Nuestra izquierda al menos, tanto como Marx y Engels se han quedado en la historia.
Hoy, el mundo va por otro lado, puede que tan revulsivo como antes pero por otro lado; por la lucha de género, por la cuestión de la inmigración, por la dominación religiosa o por lo que no cambia nunca, el poder liso y llano.
La CNT debería estarse preocupando de los cambios inexorables que se aproximan en las relaciones laborales y las nuevas maneras de relacionamiento entre intelecto, capital y trabajo. Si no lo hicieran, organizaciones como la CNT local estarán condenadas a desaparecer tal cual el movimiento Luddita en el siglo 19.
La historia es como un gran río. Es parecido al mercado en cuanto refleja los deseos y aspiraciones de una población la cual asigna sus recursos de acuerdo con esos deseos y aspiraciones. En efecto, la historia se compone de infinitos deseos, acciones  y decisiones humanas rara vez coordinadas entre sí que forman el caudal de ideas y acciones que componen la marcha de la existencia humana. Se podrá desviar, se podrá frenar pero, por definición, todo se vuelve historia y como un gran rio sigue su marcha.
Los que viven aferrados al pasado, los que no saben usar el pasado para ver el camino hacia un futuro más prometedor están condenados a desaparecer arrastrados por el gran rio de los acontecimientos que unen el pasado, el presente y el futuro de nuestra civilización.
Ya no son tiempos de consignas congeladas en el tiempo. Sí son, en cambio, tiempos de pensar cómo se manejará la robotización, cómo competir en precio manteniendo lo mejor posible nuestras estructuras de beneficios sociales y cómo fundamentalmente promover o al menos colaborar con los verdaderos creadores de riqueza, los empresarios, grandes medianos o pequeños quienes son en definitva los que sostienen las conquistas sociales que disfrutamos.
Si no llegamos a algún tipo de consenso sobre estos temas nuestra sociedad se verá arrastrada por la corriente y nos hundiremos aún más en la mediocridad y la pobreza. Perderemos la batalla por nuestro futuro como nación, sin siquiera pelearla.
Decía Santayana que el que se olvidaba de su pasado estaba condenado a repetirlo. Se podría agregar que quien vive en el pasado inexorablemente se ahogará en él.
Los orientales no deberíamos dejar que una banda de políticos/gremialistas o gremialistas/políticos nos inflijan tan cruel destino.
Por más concentraciones y manifestaciones inútiles que hagan.