Edición Nro. 2050 - Punta del Este / Uruguay
enfoques 12 de enero de 2018
 
 
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Jorge Azar Gómez - Ex representante de Uruguay ante ONU
En 2018 más opositor que nunca... ¿Y usted?

Más que el festivo inicio de un nuevo año, 2018 se pareció más al comienzo del fin de un régimen al que nadie, salvo los adulones locales, quiere quedar pegado. Se lo huele en el ambiente. Todo lo que tocan se corrompe.
Son corruptos y saqueadores de profesión.
Aumento indiscriminado de tarifas, contratos de servicios modificados unilateralmente, los ancianos abandonados, las drogas en manos de quienes las quieran; el sistema de salud se desbarranca, la educación en manos de ignorantes; crímenes, asaltos, rapiñas en todo el país; delincuentes, asesinos y rapiñeros, ya son funcionarios presupuestados del gobierno.
Queda claro, que en este 2018, permanezco en una posición de opositor frontal por perjuros, falsarios y falsificadores hasta de los detalles, al gobierno nacional y a todos aquellos que le hagan el campo orégano sin especulaciones bastardas acerca de si la crítica a uno o a otro beneficia a un tercero.
Asimismo queda firme que los oponentes a nuestros adversarios no son necesariamente mis amigos y quienes los combaten no son de hecho aliados.
Es sabido que cuando el barco se hunde las ratas son las primeras en abandonarlo y estoy viendo muchas disimuladamente asegurándose un salvavidas o un bote.
El gobierno se equivoca si piensa que los que somos realmente opositores; somos cobardes.

Carlos Asecas
El Uruguay que perdimos

Quienes tenemos unos años podemos claramente diferenciar el Uruguay pre-progresista  y el post-progresista que hoy sufrimos. Se podrá decir que muchas cosas han cambiado, como consecuencia de los avances tecnológicos, pero hay otras que hemos perdido porque la izquierda uruguaya, al igual que un tumor, ha deformado la mente de muchos. 
Nuestro país siempre fue un ejemplo en América Latina  por sus valores, el respeto, la seguridad. 
Desde la toma del gobierno por parte del Frente Amplio, esas cosas por las cuales nos sentíamos orgullosos, ellos las han ridiculizado y hoy existe una permisividad total, donde todo vale. Ojo que esa permisividad no se aplica de la clase media hacia arriba, sino al revés. Quienes somos buenos ciudadanos, tenemos obligaciones pero no derechos. Eso sí los atorrantes, malandras y alcahuetes, tienen derechos pero no obligaciones.
Se han valido de la mentira para conseguir votos y poder,  con la frivolidad e hipocrecía  de algunos intelectuales, actores, periodistas, organizaciones sociales,etc, a los cuales han retribuído apoyándolos  en diversos espectáculos o contratándolos en distintos organismos públicos para cargos inexistentes.  
El aspecto de nuestro país ha cambiado. Como consecuencia de la inseguridad ya no vemos vecinos sentados en la puerta de sus casas, tomando mate y charlando con otros; los chicos del barrio tampoco salen para andar en bicicleta; los comercios atienden detrás de rejas; las señoras  hacen los mandados escondiendo el dinero en su ropa interior, para evitar que les arrebaten la cartera; cuando llegas con el auto a tu casa tenés que observar si no viene una moto o hay un auto sospechoso estacionado. Antes te preocupabas por lo que te robaban, hoy te quedas contento si no te matan.
La pérdida de valores la vemos en todos lados. Los maestros son golpeados  por los alumnos y los padres; los médicos y personal auxiliar son agredidos por quienes allí concurren; los policías y sus familias son amenazados cuando estos declaran contra un malandra,los guardavidas pide apoyo policial.  Como parte de quienes nos gobiernan fueron asesinos, ladrones y secuestradores, es válido que los delincuentes sean los buenos y la policía la mala. La excusa estúpida para justificar la delincuencia es que esas personas fueron segregadas por la sociedad y por eso actúan de esa manera. La sociedad es la culpable, el malandra es inocente. La herramienta del progresismo para llegar al poder ha sido generar odio entre los pobres y aquellos que no lo son, culpando a estos por lo que les sucede y prometiéndole mejoras mentirosas a cambio de su voto.
Si recorremos Montevideo, vemos que la ciudad se ha convertido en una cloaca: basura desparramada por todos lados; vagos que han ocupado el espacio público sin que nadie haga nada; cuidacoches que coaccionan a los conductores  para que les entreguen cierta suma de dinero, para preservar bien el auto; limpiavidrios en los semáforos que marcan a las mujeres que van solas en un auto, para que una moto la siga y la robe. Para completarla, cuando la policía detiene a un delincuente, en muchos casos los jueces permisivos los procesan sin prisión.  Pobre gente, hay que tenerles consideración, estaban cumpliendo con su trabajo y en un descuido los pescó la policía. Después le pedimos a la policía que actue. Para qué se va a esforzar si cuando él va a declarar al juzgado, el malandra salió por la otra puerta.  Somos un país de mentira gobernados por un monton de resentidos, envidiosos, hipócritas, soberbios, incapaces  y enemigos de la democracia, de la cual se valieron de sus debilidades para llegar al poder. Hay que reconocerles que son los reyes de la mentira. Para ellos el Uruguay se fundó en el 2005. Soportar este gobierno  lumpen es peor que las siete plagas de Egipto. Cuando voten en el 2019 tengan memoria, sin pensar en el bolsillo.




ADVERTENCIA: Los artículos periodísticos firmados son de la exclusiva responsabilidad de sus autores. La Dirección.



Pueblo abobado
Desviada la atención nacional a la aventura del lavador de activos de Playa Verde; a los millones de dólares y euros contenidos en distintas cajas de seguridad, y a las posibles caletas o escondrijos que alienta en la imaginación popular el mágico entorno montañoso de Pan de Azúcar y Piriápolis, quedó en suspenso y en evidencia, una vez más, el franco deterioro del sistema político uruguayo, y el escándalo que en los últimos tiempos viene afectando distintas Intendencias gobernadas por hombres y mujeres del Partido Nacional.
El país entero en el mejor de los limbos; distraído, disperso, TV mediante, desesperado por la reanudación de los partidos de fútbol, por fin se entera quien es el vecino de las noventa hectáreas marítimas. Acertó finalmente en el acertijo del sindicalista; encontró explicación a las megafiestas y a sus luces, y por fin accede al conocimiento de quien es el propietario de los mejores automóviles que se hayan visto rodar por los caminos deshechos de la costa uruguaya.
En tanto, las denuncias llueven, sentencian, dividen y lastiman a los jefes comunales de Fray Bentos y Lavalleja, entre otros, partiendo las bancadas partidistas, con riesgo cierto para el futuro inmediato del Partido Nacional y sus pretensiones gubernistas, mientras la capital se llena de mugre en la desafortunada gestión del señor Martínez, una y otra vez desobedecido en reiteración por ADEOM, y bombardeado frecuentemente en las redes de comunicación por su ineptitud y debilidades en el ejercicio del mando.
La desprolijidad política de la hora no tiene antecedentes, acicateado y puesto al descubierto el despilfarro, no solamente del gobierno, sino también de los entes autónomos y organismos de la administración central y comunal de todo el país que operan con los dineros públicos.
Las denuncias que corren en las redes sociales han destapado el silencio ominoso de la prensa grande, amordazada con centenares de miles de dólares por los organismos gubernamentales y municipales. La responsabilidad es colectiva. Se filtran los chanchullos en medio de la callada cómplice, y se desvía la atención nacional a la bota de oro de fulano de tal, al gol de Suárez en el fin de semana, y al inminente carnaval para el cual se aprontan murgas y comparsas.
De plata, ni hablemos. Lo poco repartido se lo llevó la Navidad (perdón Sanguinetti, el Día de la Familia); el Año Nuevo, y los regalos de Reyes.
Enero será largo; se seguirá fomentando la holganza en los planes del MIDES, escrupulosamente controlados, y al detalle, por las instituciones del Frente Amplio que llevan las estadísticas...
Al gobierno le viene de perillas las discrepancias públicas con los productores rurales uruguayos que dijeron "basta". Palo y palo si cortan las rutas, y mejoramiento puntual de la imagen controvertida de Vázquez y del Frente Amplio, que, so pretexto de proteger al más débil, con todo rigor y fuerza de la ley la emprenderá contra los terratenientes.
Pour la galerie, aparece descolgado y aparatoso el paro nacional decretado por el Pit Cnt, cogobernante de Tabaré Vázquez, cuya cúpula hace carrera política en los medios, con posibilidades de acceder al Parlamento, a la dirección de los servicios públicos, entes autónomos, ministerios y otros.
No se le ha oído a esta agrupación sindical una sola palabra sobre la desgraciada existencia de 700 mil ciudadanos que cobran mensualmente menos de 12 mil pesos, el salario diario de un legislador, otrora imprescindible, en tiempos de blancos y colorados, para conseguir un borne telefónico, una jubilación o un empleo público.
Educados en esa corruptela, se agrandó la imagen del político, engrandecimiento que la costumbre, y no la ley, impuso al ciudadano.
Hoy, masivamente, los niños abandonan la Escuela; ya no existen liceales eliminados -pasan todos-, y suman decenas de miles los padres de los desertores que se han visto excluidos del cobro de la asignación familiar.
En el equivalente, y a su modo, también Uruguay tiene su señor feudal. La imaginación periodística, que no es otra cosa que interpretar el ingenio y fantasía popular, ha emparentado a Marcelo Balcedo con Pablo Escobar Gaviria, el protegido de la Virgen de Atocha, a quien el Niño protegió con su manto.
Una serie de Netflix, complementaria del Patrón del Mal, bastaría para distraer por completo la atención pública y a la vez zafar de los problemas nacionales que se le vinieron encima.
Profundizando, los capos asimilarían sus respectivos zoológicos, e intercambiarían fauna protegida entre la Hacienda Nápoles y El Gran Chaparral, sin hipopótamos, y hasta encontrarían ancestros comunes en Don Quijote de la Mancha, y en otros libros que novelan la vida de los caballeros andantes.
Ricardo Garzón












 
















 

 

 
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