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El cogobierno sindical impuesto por la fuerza de los hechos al poder político, con sus principales dirigentes alineados detrás de la impresentable Venezuela, es la imagen que traduce el resistido mando presidencial, hoy superado en funciones, vacilante y mediocre.
Lastimosa presencia del Pit Cnt en cámaras; declaraciones individuales de sus dirigentes que también han excedido todo lo razonablemente imaginado, y aparición fugaz ante la ciudadanía y el mundo de un ministro de Relaciones Exteriores convertido en un fantasma ciudadano.
Temeroso, Nin, de la reacción sindical, su papel se ha desdibujado en el marco de un país que ha renunciado en los hechos a una conducción diplomática firme y definida.
Asqueada la ciudadanía pensante, no existe hoy ninguna fórmula electoral ni política que permita atisbar soluciones, en este marasmo que tuvo origen en el gobierno irresponsable de los partidos tradicionales, una vergüenza acumulada durante toda la segunda mitad del siglo XX. “Aquellos polvos trajeron estos lodos”.
Irresponsables del primero al último, los gobernantes que se sucedieron en ese período prepararon la fiesta.
Un par de ejemplos sirven al propósito editorial: en los años 60, 70 y 80, para ser bien precisos, los sueldos del Estado, Entes Autónomos y las jubilaciones se pagaban tarde, mal y nunca.
Blancos y colorados nos llenaron de incertidumbres, haciendo efectivas las pasividades y estipendios después de semanas de meses vencidos.
Grandes responsables. Irresponsables.
Los líderes de estos partidos políticos no se ocuparon ni preocuparon por formar dirigentes.
Así están hoy, vetustos, cansados y lastimosamente extraviados en una oposición que no es tal, sin fuerzas, sin ideas, y ni siquiera arrebatos.
El comando político, con sus ancianos supérstites, se encargaba otrora de ir eliminando aquellos potenciales conductores. Y así estamos hoy.
La realidad política del país es desoladora.
No hay líderes; están los mismos de siempre, derrotados de antemano. Algunos se bajaron, y los demás saben que no pueden emerger y recorren el país, prometiendo y prometiendo lo que no pueden ni podrán cumplir. Vázquez, Sendic, Rossi y María Julia son ejemplares vivos del relato.
¡Pasaron los tiempos del ferrocarril!
Como ocurre en las fuerzas armadas, alcanzan el generalato y cargos en el legislativo los menos capaces y agraciados.
Alcanza con mirar las cámaras para ponerse a llorar. Cualesquiera; las de televisión y las legislativas.
En el tema que nos ocupa, y por su cuenta, dirigentes sindicales que han opinado públicamente sobre el mando político de gobiernos en crisis, han ido más allá en sus apreciaciones y han acusado a los medios de comunicación de distorsionar realidades.
A su vuelta al país han debido aclarar, y nada mejor que endilgarle con temeridad a una prensa indefensa por falta de preparación, variadas responsabilidades que no son específicas de la profesión del periodista, y sí de los gobernantes y sindicalistas.
Estos dirigentes se han sentado en el banquillo acusador de cuanto canal de televisión y radios han encontrado disponibles. Han opinado y juzgado sobre temas que no les competen, ensalada rusa bien condimentada con los opinadores que se reúnen en el Palacio Legislativo, desdibujando, como expresamos líneas arriba, las competencias específicas del manoseado canciller y la inacción de un temeroso y vacilante presidente de la república.
Vázquez se ha preocupado, durante toda su gestión, de no irritar al Pit Cnt, y seguramente al final de su mandato enarbolará la bandera del “diálogo fructífero” que logró mantener, a la sombra tutelar de los despojos civiles y constitucionales que dejó por el camino.
Ricardo Garzón
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