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NARCOTRÃFICO, por Ricardo Garzón, J'Accuse
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Narcotráfico
J’Accuse
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Mientras la población ilusa del país aguarda vanamente que el titular del Ministerio del Interior presente renuncia formal a su cargo luego de haber sido despojado del apoyo parlamentario, en el horizonte no muy lejano de la niñez y adolescencia carenciada que revista como "ninis", la figura del sicario se agranda a límites insospechados por la ciudadanía.
Estos compatriotas viven en condición social de verdadera marginación, discriminación y exclusión social. Son jóvenes que están obligados a mantener una situación forzada de ocio frustrante, obligatorio, improductivo, angustiante y doloroso.
Son chicos desocupados que buscan acomodo, y que por conflictos familiares, sin recursos dignos, abandonaron sus estudios y revistan fuera de la sociedad. Los menos están en busca de trabajo; hacen filas, llenan formularios, acuden a entrevistas y exámenes, pero sólo reciben negativas.
Por ello, y con el correr de las semanas, meses y años, asumen una posición indiferente y resignada ante la realidad, paso previo a incorporarse al mundo del delito.
Optaron por no estudiar, a la luz de que no conseguirán trabajo relacionado con sus estudios, o simplemente por falta de ganas y empeño ante los cada vez más relegados y espantosos programas educativos de la hora.
Expectantes, los devotos del narcotráfico, al influjo de la memoria enaltecida de Pablo Emilio Escobar Gaviria, y del Chapo Guzmán, se han entronizado con campo propicio y viento a favor en los hogares de toda la América Latina.
Venerados y exaltados por los medios de comunicación que los han presentado y exhibido al mundo como modernos Robin Hood, han construido barrios enteros con sus ingresos de la droga. Caseríos comunitarios de Medellín y Cali son ejemplos.
Estos personajes han sido requeridos para el encuentro inesperado con celebridades de la televisión y del deporte, y también espléndidas mujeres participantes en desfiles de modelos y certámenes nacionales y mundiales de belleza. Las adolescentes han constituido la frutilla del postre.
Políticos, periodistas, modelos y actrices de cine han sido captados por el narcotráfico, con peso formidable en los pueblos centro y sudamericanos. Las fiestas a todo trapo y la importación de prostitutas al más alto nivel, que llegaron a Colombia en vuelos especiales fletados desde Río de Janeiro, completan el panorama que se reduce a dos opciones: plata o plomo.
Varias series de televisión a nivel continental interesan diariamente a miles de espectadores que se deslumbran con los lujos asiáticos de los capos, con sus mujeres, con sus viviendas y con sus caletas. La propaganda subliminal induce al televidente a mimetizarse con el bandido, a participar de sus juergas; a desear que pueda escapar de las pinzas tendidas por las fuerzas del orden, y que en los enfrentamientos armados con la policía y ejército el resultado les sea del todo favorable.
¿Qué otra cosa ansía fervorosamente el espectador, en la redada final que acaba con la vida de Pablo Escobar, que éste pueda escapar del cada vez más estrecho cerco policial?
Son varias las películas y series de televisión que enaltecen la figura del narcotraficante, filmadas en paraísos de vegetación inigualable y escenarios fastuosos. Hasta los mismos capos quedaron prendados de las actrices, y cayeron en manos de la policía por imprudencia.
El Chapo Guzmán, cautivado por la actriz Katy del Castillo, bajó la guardia y fue capturado por imprudente luego de su sonada fuga de un penal de máxima seguridad mejicano.
A vuelo de pájaro podría citar: El Patrón del Mal, Narcos, La Reina del Sur, Dueños del Paraíso, El Cártel; Escobar (Paraíso Perdido), La Prepago; Chapo (El escape del siglo), Sin tetas no hay paraíso, y Alias el Mejicano.
Todas estas películas y series constituyen un himno al narcotráfico, himno que entona y canta mayormente la juventud desposeída y pobre de los barrios humildes de Latinoamérica, y que, por supuesto, abarca al Uruguay.
Esta juventud “nini” que abandonó sus estudios; que conmovió los cimientos hogareños, y que tiene como modelo conseguir dinero fácil, ha ido penetrando masivamente en la comercialización de marihuana, cocaína y otras sustancias destructivas.
La deserción estudiantil en sus tres niveles facilita captar potenciales vendedores, y también consumidores. Desde aquí al asalto a comercios, viviendas, enfrentamientos armados, rapiñas y asesinatos, hay un paso. Una delgada línea que todos discuten, en interminables llamados a sala de los ministros por el parlamento, donde todo es ruido de hojarasca y nada más. Es sabido que en el Palacio Legislativo tiemblan los montes para que nazca un ratón.
Los políticos de todos los partidos, y el gobierno en particular, no escapan al J’Accuse.
Por lo tanto, reos al banquillo.
Ricardo Garzón |
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