Edición Nro. 1980 - Punta del Este / Uruguay
enfoques 19 de agosto de 2016
 
 
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HOY ESCRIBEN f
Michael S. Castleton - Bridger
Terminemos con la farsa

Dos desgraciados accidentes acaecidos en los últimos dias nos deben hacer pensar. Dos accidentes que se han llevado cuatro jóvenes vidas con un futuro incalculable, hoy trunco, en el servicio a la patria.
Todos los uruguayos deberíamos pensar en qué fuerzas armadas queremos para nuestro país y no seguir con la farsa actual, engañandonos con respecto a la capacidad de nuestras fuerzas con el ínfimo presupuesto que le destinamos.
No es posible mantener unas fuerzas armadas efectivas con el 0.8 % de nuestro PBI.
Chile le destina el 2% de un PBI varias veces mayor que el nuestro para mantener sus instituciones armadas. Argentina, a pesar de los horrores del pasado, invierte el 2.1% de su PBI en sus fuerzas armadas, y es bien poco para las necesidades de las mismas y las necesidades de defensa de esa nación.
Las fuerzas armadas son como un seguro que tienen los países, y más los países como el nuestro que difícilmente salga a conquistar territitorio alguno. Otra cuestión, sin embargo, es evitar que nos conquisten, hipótesis ésta bastante remota pero nunca descartable del todo.
Entonces está en los uruguayos decidir siquiera si queremos fuerzas armadas y si nuestra decisión es posítva, como sería lo lógico, qué fuerzas armadas queremos.
Lo que no deberíamos hacer es seguir con la situación actual donde veinte y pico de mil efectivos llevan adelante, en un esfuerzo titánico, con escasísimos recursos, lo mejor que pueden sus cometidos castrenses, con mucho más ingenio y capaciad que medios.
De nada sirven los ejemplos como Costa Rica que se ufana de no tener ejército, pero mantiene una guardia nacional del mismo tamaño de nuestro ejército y bastante mejor pertrechado.
Países como el nuestro deben tener instituciones armadas en un mundo interconectado donde sindicatos criminales hoy tienen tanto o más poder económico que muchos gobiernos, el nuestro incluido. Necesitamos una Fuerza Aérea que pueda patrullar desde el aire todo nuestro territorio, enfrentando así al flagelo de la droga entre otras muchas misiones.
Necesitamos una Armada que pueda custodiar nuestras costas, nuestro mar territorial que ya llega casi al mitad del Océano Atlántico; proteger la vida en el mar y nuestras riqueza ictiológica, hoy a la merced de cuanto pescador bucanero internacional ande en la vuelta. Necesitamos un ejército dinámico, entrenado, pertrechado y bien liderado para enfrentar cualquier amenaza a nuestro territorio, aunque más no sea para ganar tiempo, mientras reacciona la comunidad internacional ante un escenario de agresión a un país pequeño y pacífico como el nuestro.
Es cuestión de los orientales resolver este dilema. También es cuestión de los gobiernos de izquierda que hoy tenemos resolver su esquizofrénica relación con las fuerzas armadas. O se les tiene confianza o no, o se superan barbaridades del pasado, como tantas veces  en la historia, o no. Pero no se puede seguir mandando buena parte de la crema de nuestra juventud a la guerra con un tenedor.
Las fuerzas armadas, como oficina pública con armas, no le sirven a nadie. Hoy pareciera que el país hace como los gobiernos del ex bloque socialista con sus empleados; hacían que les pagaban y los trabajadores hacían que trabajaban. Nuestro país hace que le da medios a las fuerzas armadas y éstas hacen... lo que pueden.
Demasiado hacen las distintas fuerzas con lo que les damos. Lo que es seguro que tampoco pueden hacer mucho más.
Un país debe tener la capacidad de defenderse, debe tener gente capacitada para este fin.
Esto no se logra con buenos deseos o buena voluntad exclusivamente. Se precisan medios.
No debemos, no podemos permitirnos el lujo de perder cuatro pilotos militares en una semana. Ese es un lujo que ni las grandes potencias de dan en tiempos de paz.
Es el lujo de la miseria, y una verdadera tragedia.
Es tiempo que hagamos, razonablemente, algo al respecto.

Alberto Medina Méndez
El pánico de los funcionarios

Con diferente intensidad y una exagerada frecuencia este fenómeno se replica en demasiados lugares. El entorno del poderoso siempre le teme. Un extraño vínculo une al jefe con sus circunstanciales colaboradores en una perversa forma de relacionarse que invariablemente perjudica a todos.
Sin que resulte necesario justificar a nadie, cierto grupo de funcionarios detenta una evidente dependencia económica al ocupar un puesto en el gobierno y eso explica, en buena medida, su sumisión casi reverencial, que lo empuja a aceptar mansamente una larga lista de humillaciones.
Es probable que ese personaje no haya sido exitoso en su vida profesional, por eso su sustento familiar está atado ahora directamente a este ocasional trabajo. Su lugar en el Estado es hoy su medio de vida, su forma de sobrevivir y su salida laboral. El piensa que provocar a su líder es una mala idea porque puede generar la abrupta finalización de su vínculo con catastróficas consecuencias para él y su círculo afectivo más íntimo.
Pero no todos los que se comportan de este modo se enrolan en esta controvertida categoría tan injustificable como comprensible. Claudicar en las convicciones jamás es una virtud, pero se puede entender que ciertas circunstancias generan gran debilidad y producen dudas permanentes que impiden, muchas veces, tomar una oportuna y atinada decisión.
Existen también otras situaciones menos sensatas e igualmente habituales. La política suele convocar, de tanto en tanto, a profesionales, especialistas, técnicos, gente que tiene experiencia en ciertas áreas que puede aportar su visión a la gestión. En esos casos resulta más difícil entender esa transformación que paulatinamente culmina con tanta docilidad.
Ese conjunto de personas, que aceptan integrarse a un equipo de trabajo, lo hace por vocación, intentando contribuir, a su manera, con el futuro. El entusiasmo suele ser enorme cuando todo inicia y muchos creen que desde ese lugar que han alcanzado, podrán finalmente cambiar la realidad.
A poco de andar, los que vienen de afuera de la política y no disponen de una trayectoria en estas lides, inician un camino de desilusión que, por etapas, transita un derrotero del que difícilmente se pueda volver.
La burocracia omnipresente, las infernales regulaciones, los malos hábitos tan arraigados en el Estado, la asfixiante postura de los sindicatos, la dinámica de la vieja partidocracia y la intromisión interminable de la política, hacen que la máquina de impedir muestre todo su esplendor.
Todo sucede con gran vertiginosidad pasando del fervor original al repentino desengaño. Mientras tanto, con la misma celeridad aparecen los inconvenientes que modifican todo lo planificado. Cuando ocurren esos incidentes se inician los roces entre el conductor político y sus auxiliares. Las rispideces se convierten en reclamo y nunca nada vuelve a ser igual.
Es tal vez allí donde habría espacio para tomar determinaciones relevantes, sin embargo la historia da cuenta de abundantes anécdotas, que muestran como ese excelente colaborador se convierte en un obediente soldado de causas ajenas y se desdibuja inexplicablemente a enorme velocidad.
En la descripción de esa triste y patética secuencia, se evidencia que las causas son siempre múltiples. En ese contexto no parece muy saludable generalizar. Al hacerlo es inevitable caer en ciertas crueles injusticias, pero habrá que decir que algunos de estos funcionarios "aman" el poder.
Su fidelidad no se explica desde su dependencia económica. Muchos de ellos descuidan sus negocios y su actividad profesional para dedicarse a este nuevo ámbito totalmente desconocido. Ellos no necesitan esos sueldos, pero adoran las "alfombras rojas" y el glamour que rodea al poder.
No lo reconocerán a viva voz, pero ellos también sueñan con nuevas oportunidades que lo acerquen a posiciones más trascendentes. Ellos saben que el caudillo puede ungirlos y por eso prefieren recorrer el sombrío sendero de las adulaciones y soportan lo inaceptable, esperando esa bendición tan anhelada, que muy pocas veces llega.
En definitiva, estas personas, aún sin la necesidad de los otros, de esos que si dependen de su salario estatal, terminan comportándose de un modo idéntico y aceptando los reiterados desplantes del poderoso.
Lamentablemente todo gira y este proceso deriva hacia conductas inapropiadas. Los funcionarios empiezan a tener miedo a las reacciones del líder político, a sus modos enérgicos y a sus reacciones intempestivas.
Justo es reconocer que hay excepciones a esta regla general. Son muchas menos que las deseables pero allí están. Algunos funcionarios conservan en alto su autoestima y se hacen respetar, evitando esas posturas inadecuadas de sus superiores directos. Claro que los lideres, si son astutos, lo comprenden rápidamente y saben hasta donde llegar en cada caso.
Estos comportamientos tan habituales serían irrelevantes si no fuera porque impactan directamente sobre el funcionamiento de la política, lo que deriva en determinaciones equivocadas y por lo tanto es la gente, la sociedad, la que termina sufriendo las consecuencias de esos desaciertos.
Cuando un funcionario omite criticar al dirigente, acepta que seleccione opciones inconsistentes, no le advierte sobre los posibles desenlaces de una medida, comete un error imperdonable. Eso se torna aún más grave cuando esa negligencia es producto del miedo a un desquite brutal y viene de la mano del temor a una represalia automática.
No se puede esperar que estas cuestiones se resuelvan gracias a la eventual bondad del jefe. El es una persona y como cualquier otra avanza hasta que encuentra límites concretos. Ponerle coto a esta dinámica depende mucho más de los funcionarios que del mandamás.
Es imperioso interrumpir esta mala costumbre. No se beneficia el líder, cuando se priva de escuchar opiniones sinceras que pueden ayudarlo a enfocar mejor sus acciones. Tampoco sale fortalecido el subordinado, porque su actitud es indigna y lo deteriora. Pero es la sociedad la más perjudicada porque paga los platos rotos de todos estos dislates. Es vital tomar las riendas, recuperar el amor propio, para que el pánico de los funcionarios, no siga siendo moneda corriente.




ADVERTENCIA: Los artículos periodísticos firmados son de la exclusiva responsabilidad de sus autores. La Dirección.
























 



   



AGOSTO de 2016

EL NOMBRE DEL HIJO


MIGAS DE PAN


MIEDO PROFUNDO


MIKE Y DAVE
LOS BUSCANOVIAS


NO SE METAN CON MI VACA


PERMITIDOS


JASON BOURNE


ENCANTO AL ALMA


EL BUEN AMIGO GIGANTE


RESURRECCIÓN


LA ILUSIÓN DE ESTAR CONTIGO


ÉL Y ELLA


LAS TONINAS


LEJOS DE ELLA


ESCUADRÓN SUICIDA


EN UN LUGAR DE FRANCIA


LA VIDA SECRETA DE TUS MASCOTAS


EL HILO ROJO


CAZAFANTASMAS


JULIETA


LA LEYENDA DE TARZÁN


FLORENCE LA "MEJOR" PEOR DE TODAS


BUSCANDO A DORY


LA ERA DEL HIELO CHOQUE DE MUNDOS


SI DIOS QUIERE


IL TROVATORE, DE VERDI,
OPÉRA NATIONAL DE PARIS


IOLANTA - EL CASCANUECES, DE TCHAIKOVSKY,
OPÉRA NATIONAL DE PARIS


RIGOLETTO, DE VERDI,
OPÉRA NATIONAL DE PARIS




  I CAPULETI E I MONTECCHI, BELLINI - LICEU


La temporada 2016 incluirá siete títulos de Opera y tres de Ballet.  También se agregan nuevos escenarios:  además de la Opéra National de Paris,  este año recibimos importantes producciones desde la Scala de Milan, el Gran Teatre del Liceu de Barcelona y el Festival de Salzburgo.  Y por último, anunciamos que, a pedido del público, ampliamos los horarios de manera que cada pieza será exhibida dos veces: un martes de cada mes a las 16hs y un jueves a las 19hs.
Para quienes aún no han tenido la experiencia de asistir a una Ópera o Ballet en cine, los invitamos a comprobar que dado que las salas están dotadas con tecnología de alta definición y con sonido íntegramente digital, el espectador podrá sentirse parte del evento, tal como si estuviera sentado en el mejor lugar de la platea y apreciar las excelentes puestas en escena y la distinguida calidad artística que ofrecen estos destacados teatros.  
 

Las entradas tienen un costo de $390 y podrán ser adquiridas de forma anticipada en la boletería de Life Cinemas Alfabeta (Barreiro 3231 esq. Berro) y por la web, www.lifecinemas.com.uy

·                 Jueves 18 de Agosto, 19hs : Il Trovatore (Verdi) – Opéra National de Paris

·                 Martes 6 de Setiembre, 16hs : Iolanta / El Cascanueces (Tchaikovsky)– Opéra National de Paris

·                 Jueves 15 de Setiembre, 19hs: Iolanta / El Cascanueces (Tchaikovsky)– Opéra National de Paris

·                 Martes 18 de Octubre, 16hs: Rigoletto (Verdi) – Opéra National de Paris

·                 Jueves 27 de Octubre, 19hs: Rigoletto (Verdi) – Opéra National de Paris

·                 Martes 15 de Noviembre, 16hs: Los Capuleto y los Montesco (Bellini) -  Gran Teatre del Liceu, Barcelona

·                 Jueves 24 de Noviembre, 19hs: Los Capuleto y los Montesco (Bellini) -  Gran Teatre del Liceu, Barcelona  

 


 

 
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