- Es hora de que quienes deciden los destinos del país, no sólo lo reconozcan, sino hagan lo debido para que esos hombres y mujeres puedan cumplir su misión con la mayor seguridad, porque, en definitiva, si no lo hacen, seguirán siendo los responsables de todas esas muertes.
Es muy difícil escribir con lucidez y ecuanimidad, cuando acontecimientos tan trágicos nos llenan el alma de tristeza.
Por supuesto que me estoy refiriendo a los dos accidentes aéreos que, con muy poquitos días de diferencia, se llevaron la vida de 4 jóvenes oficiales.
El primero de ellos en Durazno, el impactar el suelo un Cessna A37-B de la dotación de Escuadrón 2 de Caza y el segundo, dentro del predio del Aeropuerto Nacional de Carrasco, al estrellarse un helicóptero UH1-H del viejo Grupo 5 (B y R) – me cuesta llamarlo Escuadrón - durante un vuelo de instrucción, según lo que se ha informado por la prensa.
Pero a esa gran tristeza, por la pérdida de tan valiosas jóvenes vidas, la ha seguido una gran bronca, ya que, como la mayoría de los accidentes, pudieron ser prevenidos.
Y acá surge el primer problema, que es definir claramente todos los aspectos que tienen que ver con esos accidentes, para no caer en errores que - lejos de aportar luz – tienden a entreverar los tantos, ya sea porque la pasión nos ciega, o porque algunos buscan sacar algún rédito.
En primer lugar, hay que entender que en ambos casos están trabajando sendas comisiones investigadoras de accidentes (CIADA), integradas por oficiales muy capacitados y hasta que ellos no se expidan, es muy difícil determinar las causas de esos accidentes.
Seguro que después de haber dedicado más de 20 años a esa tarea y de haber contribuido, durante ese lapso, a formar decenas de Oficiales de Seguridad de Vuelo, uno siente la tentación de emitir alguna opinión a priori, especialmente en el caso del UH1-H, aeronave que nos contó entre sus primeros 4 pilotos uruguayos, cuando en diciembre de 1970 nos calificamos con los instructores del US ARMY, allá en Panamá.
En ese sitio, donde vimos los restos del helicóptero, hicimos 1000 autorrotaciones y aterrizajes sin hidráulica –como según informó el noticiero, intentaban hacer los infortunados pilotos- ya fuera en entrenamiento, vuelos de prueba o dando instrucción, y ver esa imagen nos causó un dolor tremendo.
Pero, más allá de los factores que causaron los accidentes, enseguida se alzaron las voces que atribuían lo sucedido a la antigüedad de las máquinas involucradas y eso no es tan fácil de determinar en este momento.
Nuestra Fuerza Aérea ha pasado por diferentes períodos en lo que han convivido aeronaves muy nuevas, con otras muy antiguas.
Los T-6, legendarios aviones de entrenamiento, que formaron miles de pilotos, eran del año 1935 y los volamos hasta los 90. Los C47, no menos legendarios, contemporáneos de aquellos, también volaron hasta la misma época y no recuerdo algún accidente grave en el que la falla de material fuera la causa principal, más allá de situaciones de emergencia resueltas satisfactoriamente por las tripulaciones.
El primer accidente grave de unos A37, también fue en Durazno, cuando eran bastante nuevos. Durante un decolaje nocturno en formación, se estrellaron 2 aviones y fallecieron 4 pilotos.
Luego otro –que fue uno de los primeros que tuve al asumir como Director de Seguridad de Vuelo en 1986– en el que 2 aeronaves de ese tipo se tocaron durante un vuelo en formación. Allí lograron eyectarse 3 de los 4 tripulantes, falleciendo un oficial meterologista que no logró hacerlo.
Un 5to A37 se accidentó al entrar en una zona de tormenta y falleció su piloto, que era el Jefe de la Brigada Aérea II.
Con los UH1, habían ocurrido algunos accidentes menores y el único fatal (donde sí hubo una falla de material) fue con uno modelo B –más antiguos y más chicos, que sí vinieron usados y con muchas horas y que no volaron mucho tiempo– que perdió una pala de rotor de cola, que produjo que el mismo se estrellara, causando la muerte de 5 tripulantes.
No obstante, la FAU ha volado en todos esos años cientos de miles de horas, con un número relativamente bajo de accidentes, pese a que en las últimas décadas ha habido un factor contribuyente casi siempre presente, diríamos, como común denominador, en la inmensa mayoría de ellos.
Y ese factor es el bajo nivel de entrenamiento, debido a la falta de un buen sistema logístico que asegure un flujo constante de repuestos y el combustible necesario para volar las horas para que las tripulaciones, no sólo se capaciten adecuadamente, sino que mantengan sus capacidades en su máximo rendimiento, de modo de poder cumplir la misión de manera segura y eficaz. Cuando hablamos de mantener el sistema logístico, no nos referimos a los aspectos técnicos del sistema, sino a la falta de recursos presupuestarios adecuados, para mantener los stocks que aseguren la operatividad de la Fuerza.
Recuerdo en el año 1993, que fui designado por el mando para hacer uso de la palabra en el acto del Día de los caídos de la Aviación, como todos los 10 de agosto, en el Panteón de la FAU en el Cementerio del Norte. Al principio encaré escribir esas palabras como se acostumbra hacerlo, con una reseña histórica, donde no puede faltar la mención de la muerte de nuestro primer mártir, el Cap. Juan Manuel Boiso Lanza, ocurrida en esa misma fecha en los campos de Po, allá en Francia. Pero luego recordé los 3 últimos accidentes que -como Presidente de la CIADA- había investigado poco tiempo atrás. Un Pucará, un Pilatus y el último T-6 que estaba volando –el 372, verdadero ícono de nuestra historia aeronáutica– llevándose a 6 pilotos, tan jóvenes como estos que acaban de partir, así que decidí que era una buena oportunidad, para hacer referencia al problema, que estaba presente en cada uno de esos accidentes.
Comencé mis palabras con la tradicional reseña histórica y luego dije algo así, como que no alcanzaba con juntarnos cada 10 de agosto a recordar a nuestros muertos, sino que en honor a ellos, debíamos hacer todo lo posible para que esa larguísima lista de integrantes de la “Escuadrilla del Silencio”, no siguiera aumentando. Entonces traje el recuerdo de esos 3 accidentes y dije, que más allá de las causas puntuales de cada uno de ellos, no había duda que el factor común era la falta de entrenamiento, debido a la baja disponibilidad de horas de vuelo, que permitieran revertir esa situación.
Recuerdo clarito al Dr. Lacalle, entonces Presidente de la República que levantó la cabeza (estaba en una actitud de cabizbaja pesadumbre) y giró su vista hacia mí, como no dando crédito por lo que estaba oyendo.
Han transcurrido 23 años de ese momento y han pasado varios gobiernos sin que ese problema se haya resuelto y desde 2005, eso se ha agravado ya que para la fuerza política que hoy lo ejerce, las FFAA son mala palabra.
La renovación de la flota es algo necesario, no sólo por su obsolescencia, sino porque no se cuenta con los recursos adecuados para el cumplimiento de la misión, pero debe hacerse a través de un estudio serio, que encare la adquisición del material adecuado a tales efectos.
Claro que en ese sentido nos encontramos con un problema muy grande, como es el financiero, ya que no existe ese tipo de equipamiento barato, aunque, por supuesto los hay de todos los precios, sobre todo en un momento crítico de nuestra situación económica, que nos lleva a pensar que, si en el clímax de la bonaza, donde se despilfarraron ingentes recursos, no se trató de encarar esa necesaria renovación, ahora parece más difícil aún.
Entonces, lo menos que puede hacerse, es destinar los recursos necesarios para contar con un sistema logístico, que permita mantener nuestras aeronaves de la mejor manera y contar con el combustible y otros insumos que aseguren las horas de vuelo imprescindibles, para lograr la mejor capacitación y el mejor entrenamiento posible.
En todas las épocas los integrantes de la FAU han encarado el cumplimiento de la misión con valor y profesionalismo, dando todo de sí con un gran espíritu de servicio a la patria y a sus conciudadanos. Es hora de que quienes deciden los destinos del país, no sólo lo reconozcan, sino hagan lo debido para que esos hombres y mujeres puedan cumplir su misión con la mayor seguridad, porque, en definitiva, si no lo hacen, seguirán siendo los responsables de todas esas muertes.
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